Deja de esperar, de pedir, de decretar. Haz lo mejor que puedas y felicítate
¿Quién mejor que tú para construir tu vida?
En estos días estamos bombardeados por mandatos del tipo: “Se feliz…se feliz… se feliz”, “Disfruta, vive el momento”, “Piensa en positivo”, “Tu puedes”, “Decreta, visualiza y lo lograras”. ¿Es agotador verdad? Además de ser inviable. A menos que seamos maquinas, claro.
En este posti te invito a reflexionar sobre la incitación a cumplir con estas “exigencias” , por cierto, impracticables y generadoras de frustración y malestar.
Estos mandatos crean expectativas inalcanzables, y por ende disparan el sentimiento de frustración al ver que no son alcanzadas.
Afirmaciones como: “Visualiza y lo lograras”, tienen un costado muy seductor, suenan extraordinarias a la par que nos dan un gran consuelo frente a lo inquietante de la vida. ¿Acaso no sería maravilloso que esto sea verdad? El problema con estas falaces afirmaciones es que son deshumanizadas. Parecen olvidar o desconocer por completo como funcionamos los seres humanos. En el momento en el que le decimos a alguien que si piensa en positivo va a conseguir aquello que desea, mostramos una ignorancia total acerca de cómo funciona la vida. Basta con repasar nuestra propia historia o la de alguna otra persona, para cerciorarnos de que no es así.
Cuántas veces hemos soñado con el alma entera que algo sucediera! Cuántas veces hemos deseado hasta desfallecer un determinado final, para luego afrontar otro muy distinto. Es que la vida es así. Rara. Extraña. Incomprensible. Y aun así maravillosa. Pero no nos engañemos.
Regalémonos la oportunidad de aprender a vivir con los ojos abiertos y a cuestionar “pedidos” como el de mostrarnos felices, exitosos y sonrientes la mayor parte del tiempo.
En una sociedad que persigue el éxito, que premia solo al que llega primero y mantiene en el anonimato a los que alcanzan el segundo, el tercero y el cuarto lugar, debemos recordarnos permanentemente que el verdadero éxito depende de la buena relación que se tenga con uno mismo. Si, de tratarnos amorosamente, de aprender a priorizarnos, de permitirnos estar devastados y rotos cuando nos sintamos así, de caernos tantas veces como sea necesario y de no meternos prisa en sentirnos nuevamente “bien”.
Evitar las comparaciones es crucial para construir una sana relación con uno mismo. ¿Por qué? Porque cada uno de nosotros tiene una biografía única y consecuentemente el recorrido que hagamos va a estar relacionado a esta historia de vida. “El pasto del vecino siempre parece más verde”. Aprendamos a mirar la hierba de nuestro propio jardín con amor, sin compararla con otros jardines. Cuidemos, reguemos a diario nuestro jardín, quitemos las hierbas malas y podremos observar con gran satisfacción el bonito color verde que mantiene.
“Una vida alegre es una creación única que no puede ser copiada de ninguna receta”. Mihaly Csikszentmihaly.
El advenimiento de las nuevas tecnologías, junto a las redes sociales, son una invitación constante a mirar otros jardines. Cuidado con estas invitaciones. ¿Porque? Porque alguien que no se encuentre muy a gusto con su propio jardín o tenga dificultades con el crecimiento de algunas plantas, o esté tratando de deshacerse de algunas plagas, va a estar más vulnerable a idealizar el verde del jardín vecino. Y esta idealización va a favorecer que los otros jardines se vean con un verde más intenso, más brillante, sin plagas, completamente florecidos. Todo esto fruto de la idealización, claro. ¿Por qué? Porque todos los jardines pasan más o menos por las mismas dificultades, es decir ningún jardín está exento de la presencia de plagas molestas, ni de la falta de lluvias, o por el contrario de la incesante presencia de las mismas.
“Puedes ser feliz allí donde estés”. Joel Osteen
Quien tenga una buena y sana relación consigo mismo, está en mejores condiciones de valorar el esfuerzo, el compromiso y las ganas puestas en aquello que quiere conseguir, más que en el resultado. ¿Por qué? Porque una sana relación con uno mismo se basa en un buen sentimiento de valía personal y de autoconfianza.
Aquella persona que reconoce y confía en sus propias herramientas internas a la hora de afrontar una situación, se percibe a sí misma como alguien eficaz y competente para resolver dicho suceso, y si bien el resultado deseado nunca está garantizado, el percibir que se hizo lo mejor que se pudo con lo que se tenía, funciona como un factor protector ante un resultado no deseado.
Por el contrario, alguien que tenga dificultades en percibir sus propios recursos internos, al momento de afrontar una situación se va a percibir a sí mismo como incompetente, va a sentir que la situación a resolver lo sobrepasa, y este estado de vulnerabilidad lo hace más propenso a buscar o esperar que esos recursos vengan desde el exterior, el universo, la fuerza de atracción, el azar.
“Lo importante no es lo que sucede si no como lo interpretamos”. Lair Ribero
Cuando hablamos de implicación, de compromiso y de motivación en cualquier tarea que llevemos a cabo, nos estamos refiriendo a recursos internos. Cuando alguien es consciente que para lograr aquello que aspira tiene que accionar, tiene que hacer determinadas cosas, a veces con más ganas y otras veces sin ganas, sabe que parte del resultado que obtenga depende de su comportamiento, y no del azar, del universo ni del horóscopo. La persona que después de suspender un examen, para el que se ha preparado, se felicita por las horas de estudio y evalúa que puede mejorar en su método de estudio para aprobar el examen en el siguiente intento, está haciendo uso de lo que llamamos en psicología locus de control interno. Es decir, el sujeto percibe que los acontecimientos ocurren como consecuencia de sus comportamientos.
En vez, si en el caso de nuestro ejemplo, esa misma persona culpa al mal genio del profesor por su baja calificación, está haciendo un uso de lo que en psicología denominamos locus de control externo, es decir la responsabilidad de lo que me pasa la pongo en el exterior. Me fue mal en el examen por culpa del profesor. Este tipo de creencias obstaculizan el cambio, porque para poder iniciar un cambio, previamente debo darme cuenta de que hay algo que debo hacer distinto, de lo contrario voy a seguir haciendo más de lo mismo.
Las creencias son prejuicios, en el sentido de que son previas a lo que nos está sucediendo. Vemos lo que nos sucede a partir de este prejuicio. El desafío es darse cuenta de ese filtro y poder mirar el todo que se nos presenta.
Por lo tanto, vemos que es necesario observar nuestras creencias porque ellas hablan de nosotros, de la manera en la que interpretamos los acontecimientos.
Si alguien cree que por estar muy esperanzado en que algo suceda, esto va a suceder. Está en problemas. La esperanza no es suficiente.
El psicoanalista Gabriel Rolon, expresa en forma muy clara esta idea: “La esperanza crea expectativas, evita que una persona se enfrente al dolor y busque otra salida más asertiva. Por abrigar la esperanza de que las cosas cambien, puede que no tomemos resoluciones que nos permitirían abrir otros caminos”.
La esperanza tiene que ver con la espera de que suceda algo que uno desea, más que con el esfuerzo concreto por lograrlo.
“Ama la acción por la acción misma, independientemente del resultado y provecho que puedas obtener con la misma”. Dicho Budista.
¿Acaso el hecho de pedir, de esperar y decretar, no tienen que ver con una postura infantil? Que otro adulto, “papa”, resuelva mi situación. No necesariamente siempre tiene que ser así. Recuerda, estamos reflexionando.
¿Cuál sería la otra cara de esperar, pedir y visualizar? Por supuesto que hay momentos en lo que no podemos hacer otra cosa más que esperar. Los amantes de la jardinería lo saben. Por mucho que alguien lo desee ninguna planta florecerá antes de tiempo. Yo te invito a cuestionar los beneficios de ser un “esperador crónico”, de creer que ya todo se va a acomodar y mejorar solo porque yo quiero que así sea. Es difícil ver una planta florecer sin antes, cuidar la tierra, podarla y regarla. Aun aquellas plantas que menos cuidados necesitan, no podrían crecer sin el agua de lluvia.
Mencionábamos la importancia de tener una sana relación con uno mismo, y para llevarnos bien con nosotros mismos es esencial contar con una buena autoestima. Solo teniendo una opinión positiva de nosotros mismos, siendo conscientes de nuestros puntos fuertes y de aquellos otros que en cambio necesitamos trabajar para sentirnos mejor, estamos mostrando un trato amoroso hacia nuestra persona.
El sentimiento de valía personal está sustentado en la confianza que albergamos en nosotros mismos. En la medida en que reconozcamos nuestros propios recursos, estaremos en mejores condiciones para utilizarlos cuando lo consideremos necesario. Si por el contrario, alguien se siente carente de determinados recursos, a la hora de afrontar una situación se va a sentir incompetente ante la misma.
“Lo que se necesita mejorar no es el universo, si no su modo de mirarlo”. Lama Dirhavansa
Hasta el próximo posti y recuerda que si te sientes triste, no tienes porque esconderte. Somos humanos no maquinas.
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