Madres que se adueñan de sus hijos. Cuidado con el “me debes la vida”. Nadie te lo ha pedido, fue tu elección
marzo 31, 2019
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 Cuando los hijos vienen a llenar el vacío de sus madres. “Yo te lo di todo”, “Deje todo por ti”, “Me debes la vida”

Los hijos no deberían venir a esta vida a llenar el vacío de nadie. Cuidado con el “te lo di todo”. Nadie te lo ha pedido fue tu elección.
Nuestros hijos son personas independientes a nosotros. No son de nuestra propiedad.

La idea de este posti es reflexionar sobre aquellas madres que se “adueñan” de sus hijos, como si los mismos fueran una “cosa” que les pertenece, y que además le deben agradecer el que les hayan “dado la vida”.

Sin dudas, este es un tema complejo, muy presente en la clínica y que produce un gran sufrimiento en los hijos.

Hay muchas maneras de convertirse en padres, a veces él bebe es deseado, buscado, esperado. Otras veces, viene de “sorpresa”. No es lo mismo ser el primogénito, que el quinto. No es igual ser hijo de madre soltera, que de una chica adolescente. Es distinto ser madre a los veinte, que a los cuarenta. Tampoco es igual nacer en una familia acaudalada, que en una familia con serios problemas económicos. Las combinaciones son interminables, y podríamos escribir y escribir sobre esto. ¿Qué tiene que ver esto con el tema de este posti, “Los hijos no deberían venir a llenar el vacío de nadie”?

Más allá de cómo cada mujer o pareja se convierte en padre, es decir, independientemente de estas diferencias, en todos los casos hay un común denominador, y este es el hecho de que en ningún caso el hijo es propiedad de nadie, el hijo no le pertenece a nadie. Desde el momento de su nacimiento, el infante es una persona independiente de quienes le han “dado la vida”. Justamente la vida le fue dada para que la desarrolle y la viva de acuerdo a sus propias necesidades y deseos.

Por supuesto, que todos los seres humanos nacemos en un estado de completa indefensión, que nos lleva a necesitar del cuidado, de la protección y del amor del otro, generalmente de los cuidadores primarios (los padres) para poder sobrevivir. De lo contrario, ante la falta de dichos cuidados y la presencia del abandono él bebe muere. Por lo tanto, la función materna, es vital para el óptimo desarrollo del bebe.

¿Qué es la función materna? Es el cuidado, el trato amoroso, la interpretación de los diferentes llantos del bebe, es decir el dotar de significado a los comportamientos del recién nacido, por ejemplo, él bebe llora porque tiene cólicos, llora porque tiene hambre, llora porque tiene el pañal sucio, la madre interpreta y da significado a los distintos comportamientos y llantos del bebe.

Es en esta primera relación, donde él bebe aprende a vincularse afectivamente con otro.

¿El hecho de desarrollar sanamente la función materna, autoriza a la madre a sentirse la “dueña” del bebe, de “su bebe”?

¿El hijo le “debe” su vida a la madre?, ¿De quién es la vida del hijo entonces, suya o de la madre, que se “la dio”?, ¿La madre “le dio” la vida a su hijo, o se la presto?

Les comparto la reflexión de un psicoanalista, Sergio A. Ramírez.
“Sin embargo entre sus tantas formas aparece la madre con una demanda perversa que escapa a toda ley. Es la que pretende que un acto le de intereses infinitamente sin hacer nada a cambio. Hablamos de las madres que cobran una “deuda” que le han hecho contraer al hijo por su existencia.
Y es una deuda perversa porque al no existir dicha deuda (imposible demanda de quién aún no existe) no se puede pagar nunca. En especial porque nadie solicitó nada, o mejor dicho, la demanda está del lado de la madre. Entonces hablamos de estafa. Y también lo decimos porque todo eso que recibe el sujeto en su infancia, estima que es por amor, por su existencia, porque su mera presencia es motivo de recibir. Sin embargo, las madres (incluso padres, directamente o como avales de dicho discurso) que luego pretenden “cobrar” todo esto, transforman esos actos de amor en una inversión, y si no era amor, es estafa. El hijo/a se siente engañado, uno que produce un profundo dolor y se tenderá a negar de todas las formas posibles para no aceptar esa devoradora forma de haber sido querido/a”.

La sola existencia del bebe, su mera presencia, debería ser suficiente para que se le dé, de manera amorosa, incondicional y desinteresada , el cuidado, el afecto, la protección y el amparo que necesita para crecer y desarrollarse como una persona independiente a quien es su madre.

¿Acaso comentarios como, “Me debes la vida”, no son un pase de factura emocional? Este tipo de creencias rozan con la cosificación. La cosificación se caracteriza por quitarle al otro la categoría de persona. El otro es percibido y tratado como una cosa o instrumento que utilizo para mi beneficio, y después puedo descartar.

¿Esperar que mi hijo me cuide y se haga cargo de mí en mi vejez, porque yo lo cuide a el de pequeño, no tiene más que ver con una inversión y una cosificación, que con una mirada amorosa que solo se regocija ante el bienestar del otro, sea cual sea?

En Introducción a la Psicoetica, Omar Franco Tarrago, transmite una idea que va por esta línea: “Para concluir no está de más recordar que el poder paterno, la llamada patria potestad, se justifica éticamente no como posibilidad de que el padre o madre, decida lo que quiera sobre el hijo, sino aquello que vaya en la línea de desarrollar en el menor las potencialidades intrínsecas, que le corresponde como persona, con los derechos y deberes propios de su capacidad de autodeterminación.
Por tanto, la patria potestad no es un poder absoluto sobre el niño, si no la responsabilidad de desarrollar una potencialidad de autonomía que no pertenece a los padres, si no a otra persona independiente en dignidad, el hijo. Los niños, son niños del mundo, no están a disposición de los padres como si fueran una propiedad de ellos, si no como un valor inmanipulable que pertenece a toda la humanidad. Y es esta, a través de la sociedad, la que reconoce en los padres la capacidad de ser custodios provisorios.
En el caso de la relación paterno filial, el deber de los padres de hacer el bien y evitar el mal a sus hijos, implica desarrollar la autonomía de estos, evitándoles todo tipo de sufrimiento que no sea aquel imprescindible para desarrollar su capacidad de autonomía, de conciencia y libertad”.

Es decir, la responsabilidad de los padres reside en ayudar a sus hijos a desarrollarse y crecer como seres humanos distintos e independientes a ellos, Y por ende, propiciar su autonomía y el respeto absoluto en la realización del propio deseo.

“Las madres posesivas hacen de la crianza de sus hijos el único objetivo de sus vidas, proyectan en ellos sus sueños frustrados y, en nombre del amor, invaden su privacidad y terminan manipulándolos. Quieren el bien para sus hijos, pero consiguen lo contrario: los vuelven inseguros y dependientes de ellas. ¿Cómo poner límites? Con la intervención del padre, la escuela o los demás miembros de la familia. Una madre debe dar protección sin quitar autonomía a sus hijos”. Psicoanalista Lilia Rodríguez.

¿Cómo pueden poner límites, estos hijos, a su propia intimidad? No es una tarea sencilla.

La vida se inicia dentro de la madre, y al nacer el infante se encuentra en un estado de dependencia completa, si no es cuidado y amado, muere. Con el transcurrir del tiempo, y a medida que va creciendo el niño, empieza a separarse de la madre y a ganar independencia.
Cuando los comportamientos de autonomía no son reforzados, y el deseo de la madre no va por la línea de la aceptación de las propias necesidades y deseos del hijo, resulta difícil hacer un corte con el deseo de la madre y hacerse cargo de la propia existencia.
El rol del padre, la personalidad de cada chico, el medio ambiente, las experiencias vividas, la presencia de otros adultos cercanos, la escolaridad, ayudaran en mayor o en menor medida, al desarrollo de la propia independencia y al corte con el deseo de la madre.

Cuidado con el “yo te cuide cuando eras pequeño, y en mi vejez espero que hagas lo mismo conmigo”. ¿Acaso no deseamos que nuestros hijos sean felices? ¿Cómo van a ser felices si nosotros les imponemos nuestro deseo?

Recuerda que el único amor incondicional es el de padres a hijos. Por lo tanto, el cuidado, el amor, la entrega, la protección que les hemos brindado, fue consecuencia de su sola existencia.
En lo que respecta a la relación entre padres e hijos, estamos en paz. Nadie le debe nada a nadie. Los pases de factura para los deudores. ¿Cómo ponerle precio al amor?

Hasta el próximo posti y recuerda que el amor dado a los hijos es desinteresado e incondicional. Cuando espera recibir algo a cambio, es una estafa.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

Podcast Betina Speroni Psicología en:

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