No nos une un vinculo de consanguinidad. Nos une nuestra amistad
Familia del corazón. No compartimos lazos de sangre, pero la vida nos hizo coincidir en algún lugar, conectamos, nos elegimos, y junto a ellos los golpes de la vida, parecen no doler tanto.
Los más pequeños los llaman amigos del alma y tú? De ellos te invito a reflexionar en este posti. Amigos del alma, hermanos de la vida, como sea que les llamemos, seguro que coincides conmigo acerca de la enorme importancia que tienen para iluminar nuestra existencia.
“La alegría compartida es doble alegría. El dolor compartido es medio dolor” Tiedge
Que cierta es esta afirmación. Verdad? Quien tiene un amigo sabe cómo se multiplica la alegría al compartirla, como nos sanan esos momentos de comunión con quienes elegimos hacer cómplices de lo bueno y lo no tan bueno que nos sucede en el día a día. Ellos están allí cuando los necesitamos. Nos ponen el hombro y nos regalan su escucha y aunque volvamos una y otra vez con la misma situación, nos escuchan una y otra vez con la misma atención.
Claro, que la relación con ellos no es perfecta ni ideal. Porque por sobre todas las cosas es una relación humana, y por lo tanto ambivalente. Y si bien coincidiremos en muchas cosas, para otras tendremos una mirada y una interpretación diferente, y aun así nos elegimos, nos aceptamos, nos respetamos, porque nuestra amistad se sustenta y se alimenta de un amor genuino y desinteresado.
La propuesta es reflexionar sobre los beneficios de una amistad sana, genuina y desinteresada. Sin caer en idealizaciones. Así como en reiterados postis he señalado el daño que la idea del “amor romántico” le causo al concepto del amor en pareja, acercándolo más al de una panacea universal desde la que prácticamente se pueden curar todos los males de la existencia, intentemos pensar a la amistad como a un vínculo maravilloso y sanador, sin olvidar que a veces no es así. Y así como podemos elegir a un “mal amor”, también podemos fallar al elegir a un amigo. Las desilusiones y los dolores forman parte indisoluble de la vida.
De todos modos, la idea de este posti es focalizarnos en aquellos amigos que funcionan como tales. En aquellas personas fenomenales que logran revertir nuestro estado de ánimo, que con su sola presencia y sin proponérselo nos hacen sentir mejor. Los amigos son personas medicinales y de la medicina natural, ya que no tienen efectos adversos, sino solo curativos.
“De eso se trata, de coincidir con gente que te haga ver cosas que tu no ves. Que te enseñen a mirar con otros ojos”. Mario Benedetti.
¿Qué dice la ciencia acerca de la amistad?
La ciencia sugiere que los amigos tienen coincidencias genéticas que podrían compararse a un grado de parentesco de primos de cuarto grado.
Un estudio de las universidades de Yale y de California señala que los individuos escogen amistades con un alto grado de coincidencia genética. Los autores del hallazgo trabajaron con una muestra de 1.900 sujetos y examinaron más de millón y medio de variables y marcadores genéticos.
Por otro lado, el psicólogo James A. Coan sostiene que las personas cercanas emocionalmente a nosotros, se vuelven parte de nosotros, es decir, nuestro sentido de identidad en gran parte se basa o está formado por aquellas personas con quienes empatizamos. Esta afirmación no es solo una metáfora o poesía, sino un hecho real, avalado por la ciencia.
Los científicos descubrieron que la actividad cerebral de una persona en peligro es prácticamente idéntica a la que se produce cuando un amigo lo está. “Nuestro sentido del ‘yo’ incluye a las personas cercanas”.
Si cuentas con una familia lo suficientemente acogedora, que sabe cómo arroparte en los momentos difíciles y funciona como un sostén, genial. Si por el contrario no es así, tampoco es el fin del mundo, pero en este caso, se hace necesario descubrir con qué recursos contamos y cuales deberemos desarrollar para ir a buscar en otro sitio aquello que necesitamos.
Muchas veces quienes son familia biológica y con quienes sí, compartimos un vínculo de consanguinidad no nos pueden dar lo que necesitamos, y esto no significa que no nos quieran, ni que no les importemos, sino que todos tenemos nuestras limitaciones. En estos casos, contar con la habilidad de buscar aquello que necesitamos en el lugar donde lo podemos hallar, hace una gran diferencia. ¿Porque? Porque no se trata de insistir en encontrar aquello que necesitamos donde no lo vamos a encontrar, ni de pelearnos con la vida cada vez que sucede algo que deseamos que no sea así, si no de abrirnos a nuevas posibilidades, a nuevas relaciones, a nuevas personas a nuevos proyectos.
En algún lugar de tu no tan pequeño mundo, siempre habrá alguien dispuesto a darte ese pequeño empujón que necesitas para saltar hacia tus sueños.
Les comparto una experiencia personal.
Yo era una niña en ese entonces, me encontraba en la piscina de un polideportivo y deseaba aprender a tirarme “de cabeza”, recuerdo mirar a otros niños cuando se tiraban de cabeza a la piscina y yo soñar con ser capaz de hacer lo mismo.
Una tarde, me encontraba en el borde de la piscina, con los brazos y las piernas en la posición correcta para realizar el “gran salto”, al lado mío y ayudándome en mi intento, había un chico, a día de hoy (casi 30 años después) no recuerdo si era un monitor, o un socorrista o un profesor de natación.
Da igual. Lo que por cierto no da igual, es que esta persona al percibir mi entusiasmo, mis ganas, al ver que estaba preparada y lista para saltar, pero que al mismo tiempo había “algo”, llamado miedo, que me mantenía al borde de la piscina y no me dejaba saltar, apoyo su mano con la intensidad y la suavidad exacta, en mi frágil espalda y apenas ejerciendo presión, me animo a saltar.
Y salte. Y luego otra vez y otra más. Este chico, ya un hombre al día de hoy, jamás podrá imaginarse como con aquel gesto trivial pudo haber marcado tanto mi vida. Sin su “empujón”, que en realidad más que un empujón fue un estímulo, yo no habría saltado.
Este gesto además me enseño, esto lo pude ver muchos años después, como siempre sucede, claro, que muchas veces el incentivo y la motivación que necesitamos no van a venir de quienes “debería”, o esperamos que así sea.
En este caso por ejemplo, si en el lugar del chico hubiera estado mi madre, yo hubiera desistido a la primera, tras escuchar frases como: “ya lo puedes intentar más adelante”, “tampoco es necesario tirarse a la piscina de esa forma,”, “esos niños tienen más coraje”. Y mi padre, tal vez hubiera intentado el método de este chico, pero ejerciendo un poco más de presión sobre mi espalda, y me temo que después del primer salto, no hubiera habido un segundo. Sin embargo, ellos me amaban, y para este chico yo era una total desconocida.
¿Qué quiero decir con esto? Que muchas veces, podemos coincidir con alguien que tenga la sensibilidad y profundidad necesarias para leer lo que necesitamos. Aunque esa persona no haya sido testigo de nuestra vida. Y los hermanos de la vida, casi siempre, son personas con quienes coincidimos, y ya sea por compartir intereses o tener inquietudes similares, nos ayudamos mutuamente a “saltar” hacia la piscina de nuestros sueños.
Como afirma Tiedge, dolor compartido, medio dolor. Y así como las alegrías compartidas con nuestros amigos se multiplican, el dolor compartido con ellos se aminora. De todos modos, recordemos la diferencia entre compartir una situación dolorosa y confundir al otro con el muro de los lamentos. No se trata de mostrarnos siempre felices y sonrientes, creyendo que de ese modo nos ganaremos su estima, ni de depositar nuestras angustias en ellos.
La gran mayoría de las personas que disfrutan con la presencia de sus amigos han encontrado un óptimo balance, basado al igual que en otras relaciones en la reciprocidad.
Somos seres sociales y como tales, en los vínculos de amistad podemos encontrar una inmensa fuente de bienestar y sanación para nuestra alma. Una medicina sin efectos secundarios, que hace más fácil nuestra existencia.
“Compartir el dolor con sinceridad y sin asomo de queja supone responsabilizarnos de nuestra vida y afirmarnos en la superación de los problemas. Expresar el dolor es hacer aflorar la vulnerabilidad y la consiguiente grandeza que nuestra humanidad conlleva. Cuando uno siente el dolor nacido por la propia sacudida del alma, puede levantar la mirada al Universo y optar por respirar durante unos minutos. Respirar profundamente mientras todas las estrellas son conscientes de que el dolor que llegó… ya pasa”. José María Dorio. Y nadie mejor que los hermanos de la vida para mostrarnos el lado transitorio del dolor.
A diferencia de las personas con quienes compartimos un vínculo de consanguinidad y si, tienen un “titulo”, primo, hermano, padre. Los hermanos de la vida no llevan título. ¿Tú, cuál le pondrías?
Hasta el próximo posti y recuerda que: “El amor es la pasión por la dicha del otro”. Cyrano de Beregerac.
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