Ignorar las emociones es ignorar lo que nos sucede. Es ir por la vida a ciegas y a merced de las mismas. ¿Qué tal si las recibimos siempre con una calurosa bienvenida?
Tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida. Este pensamiento no lo podemos aplicar a las emociones. Tus emociones son tus emociones, no son de la vida.
Las emociones son mensajes que nos envía el organismo, y siempre con la mejor intención, aunque algunas emociones sean más desagradables que otras. En vez de hablar de emociones positivas y negativas, encuentro más acertado hablar de emociones agradables y desagradables, porque todas son respuestas adaptativas, por lo tanto, la finalidad que persiguen es siempre positiva.
Nuestro mundo emocional es de una riqueza invalorable. Las emociones hablan de nosotros, de lo que nos sucede a cada momento, nos conectan con nuestro mundo interior. Escucharlas, aceptarlas y tener la capacidad de regularlas nos ayuda enormemente no solo a vivir más plena y conscientemente, sino además a descifrar y a entender las emociones de los demás.
En este posti reflexionamos sobre la importancia de una óptima regulación emocional para evitar la aparición de elevados niveles de ansiedad, como así también para disminuir la sintomatología de enfermedades como la fibromialgia, o trastornos de la alimentación, consumo de sustancias toxicas y mejorar la calidad de las relaciones interpersonales, sobre todo en aquellos casos con una marcada inestabilidad emocional como en las personas diagnosticadas con TLP (Trastorno límite de la personalidad).
Si bien no podemos explicar todo desde las emociones, si, sabemos gracias a una amplia investigación científica en este campo, que el desconocimiento de las mismas, junto al bloqueo y la dificultad en expresarlas, es decir, una deficitaria regulación de las mismas, está presente en los casos mencionados.
¿Dónde y cómo aprendemos a gestionar nuestras emociones?
La familia es la primera escuela emocional, es en el grupo familiar donde aprendemos a relacionarnos con otros, a resolver problemas, a sentirnos amados, reconocidos, ignorados, escuchados, valorados o no.
En algunas familias ponerle palabras a lo que se está viviendo o sintiendo es algo que se hace naturalmente, otras en cambio, son más “actuadoras”, se habla menos y se “actúa” mas. Esta característica es muy frecuente en las familias donde hay problemas de adicciones a distintas sustancias toxicas, como las drogas o el alcohol. En estos grupos familiares, por ejemplo, el enfado se expresa con un portazo, en vez de expresarse con palabras.
Si somos padres y ante la gran tristeza y el dolor que podemos sentir frente a la muerte de un ser querido, lloramos en la ducha para que nadie nos escuche, y así mostrarnos “fuertes”, no les estamos enseñando a nuestros hijos a expresar la tristeza.
No se trata de que nos vean llorar a mar tendido y cargarlos con nuestro dolor. Con no escondernos para llorar y decirles que estamos tristes porque echamos mucho de menos a quien murió, pero que nos sentiremos bien más adelante, les estamos enseñando a legitimar la tristeza y a expresarla. Condiciones necesarias para una buena regulación emocional.
¿Qué entendemos por regulación emocional?
Según Gross (1999) la regulación emocional se refiere a “aquellos procesos por los cuales las personas ejercemos una influencia sobre las emociones que tenemos, sobre cuándo las tenemos, y sobre cómo las experimentamos y las expresamos”.
Volviendo al tema de la familia, ya que es la primera escuela emocional. ¿Qué pasa cuando crecimos en una familia en donde la gestión de las emociones era bastante deficitaria? ¿Cuándo los cuidadores primarios, generalmente los padres, no fueron buenos docentes a la hora de enseñarnos a modular las emociones, estamos destinados a suspender esta asignatura de por vida?
De ninguna manera. Nada de lo vivido en nuestra primera infancia nos determina a ser si o si de una u otra forma. Lo que hemos vivido nos predispone o nos condiciona a comportarnos de cierta manera. Pero esto siempre se puede modificar.
Esta habilidad para regular y modular las emociones, ajustándolas al contexto y al momento que estamos viviendo, se puede aprender y es siempre mejorable.
¿Por qué es tan importante regular las emociones?
Porque las mismas son mensajes que nos envía el organismo, con un fin siempre constructivo. Las emociones cumplen una función adaptativa. En la medida en que somos capaces de leer la información que tienen para darnos, podemos responder y ajustarnos mejor a las circunstancias.
De esta manera, sentimos que somos nosotros quienes timoneamos el barco de nuestra vida.
Veamos un ejemplo. Si alguien está en una relación de pareja en la que había puesto muchas ilusiones y no está funcionando, el reconocimiento y la posterior aceptación de dicha situación va a generar dolor y tristeza, emociones un tanto desagradables y además socialmente silenciadas, ya que si nos encontramos con un amigo y esta triste, es más común tratar de distraerlo, y sacarlo de ese estado de tristeza, en vez de facilitar un espacio para que nos exprese como se siente y pueda llorar si así lo necesita. Volviendo al ejemplo, como el reconocimiento de que la pareja no está funcionando puede ser muy doloroso, cuando aparece esta emoción, puede suceder que la persona, “suba el tono de la música” para no escuchar a la emoción, y por consiguiente al mensaje que tiene para entregarle. Pero como las emociones no se rinden, van a llamar a la puerta hasta que se les atienda.
Por mucho que subamos el volumen de la música e intentemos bloquearlas, las mismas insistirán hasta ser escuchadas. Si no les abrimos la puerta, insistirán con un dolor de espalda, con alguna contractura, se pueden valer de distintos síntomas.
En el caso de nuestro ejemplo, la presencia de la tristeza y el dolor, estarían diciendo algo sobre el funcionamiento de la relación de pareja y sobre la necesidad de replantearse algunos cambios y preguntarse acerca de la continuidad o no de la misma.
Cuestiones estas que a veces por diferentes razones se patean para más adelante. Como podemos apreciar, una buena relación con nuestras emociones implica abrirles la puerta de nuestra vida, dejarlas entrar y aceptar lo que tienen para darnos. Solo así, podemos estar en armonía con nosotros mismos. De lo contrario, cuando suprimimos las emociones las intensificamos.
¿Cómo podemos mejorar la relación con nuestras emociones?
La base de una buena regulación emocional descansa en saber que las emociones merecen ser atendidas, aceptadas y procesadas. Entrenarnos en focalizar la atención en nuestro cuerpo y en cómo se manifiestan a nivel fisiológico cada una de las emociones que experimentamos. Empezar por observar y contactar con las emociones más leves, mientras desempeñamos nuestras actividades diarias.
A lo largo del día vamos a experimentar muchas emociones distintas, un simple whatsapp nos puede cambiar el ánimo, el cruzarnos con alguien en la calle, puede ser un disparador de alegría o de un dolor de cabeza. Tomar conciencia de cómo nos afecta a nivel emocional y corporal cada una de las situaciones que vivimos en el día a día, puede ser un buen comienzo en el entrenamiento de nuestras emociones.
¿Qué situaciones disparan tales o cuales emociones? ¿Cómo se manifiestan en mi cuerpo estas emociones? ¿Cómo tiendo a responder frente a estas emociones?
Estas preguntas pueden ser de gran ayuda para empezar a contactar con nuestro mundo emocional.
Como señalan Gonzalo Hervas y Gabriel Moral (Universidad Complutense de Madrid) es importante incrementar la conciencia ante las emociones del momento.
“Ser consciente de las emociones implica experimentar dichas emociones como un observador, es decir, sin juzgarlas, reprimirlas, ni tratar de evitarlas, etc. Cuando una persona juzga sus emociones negativas como algo “malo” provoca de forma natural la aparición de emociones secundarias que generan culpabilidad, ira, ansiedad… que aparecen cada vez que experimenta el malestar asociado a la emoción primaria. Al aparecer además estas emociones secundarias el malestar percibido es más intenso y por tanto la tolerancia es aún más difícil”.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que la práctica del mindfulness incrementa la capacidad de darse cuenta de los estados del cuerpo con mayor claridad. La conciencia corporal está implicada en la regulación emocional en cuanto que desempeña un rol importante en la experiencia consciente de las emociones, condición principal para regularlas. La conciencia corporal tiene un rol importante en la empatía, ya que una adecuada observación de uno mismo es fundamental para entender a los demás (Schmitz y Johnson, 2007), (Decety y Jackson, 2004).
Se ha observado que la meditación puede atenuar la experiencia subjetiva de dolor (Zeidan, Gordon, Merchant y Goolkasian, 2010).
A partir de todo lo mencionado, solo queda empezar a entrenarnos día a día en el reconocimiento y en la aceptación de cada una de nuestras emociones.
Que cada una de ellas, reciba siempre de nosotros, una calurosa bienvenida.
Hasta el próximo posti y recuerda la importancia de abrazar nuestros estados de animo.
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