Sexualidad. El deseo nos puede acompañar toda la vida, a menos que lo dejemos morir. Y como no tiene vida eterna, si muere, muere
febrero 23, 2019
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El deseo no muere, lo matamos

Hablar de sexualidad y de pareja es un tema inabarcable y complejo, debido a la singularidad de cada persona y de cada pareja.

En este posti los invito a reflexionar sobre el papel que tiene la sexualidad en la vida de una pareja madura y ya consolidada. Hago esta salvedad porque la sexualidad no se vive igual a los veinte años, durante los primeros años de casados o de convivencia, con la llegada de los hijos, con la salida de los mismos del hogar, con la entrada en la menopausia, y luego con el cese de la vida laboral.

La idea es repensar el lugar que ocupa la sexualidad en nuestra vida de pareja sin caer en recetas, claro. Preguntarnos si estamos contentos y satisfechos con la forma en la que vivimos nuestra sexualidad, si consideramos que cuidamos y nutrimos este espacio, o si por el contario, con los años nos volvemos demasiado perezosos y descuidamos casi sin darnos cuenta, uno de los ingredientes importantes en toda relación de pareja.

¿Es importante la sexualidad en el matrimonio?

En otro posti mencionaba que así como una mesa se apoya en cuatro patas, las cuatro patas de una relación sentimental son, la sexualidad, la comunicación, el respeto y la confianza. Si bien, no en este orden necesariamente, dado que cada pareja evaluara el grado de importancia de cada uno de estos pilares, y por ende, el orden en que colocara a cada uno de estos componentes en su lista.

Asi como una mesa sin una pata pierde estabilidad, el vínculo marital ante la falta de alguno de estos apoyos también empieza a perder el equilibrio que mantenía. Si la pérdida de equilibrio no es demasiado notoria, la pareja se ajusta a dicha “incomodidad” y sigue funcionando de todas maneras, aunque no igual que antes.

¿Habrá que adaptarse a la incomodidad, o incomodarnos nosotros para alcanzar un nuevo equilibrio?
¿Si con los años el deseo sexual declina, lo que no significa la muerte, deberíamos aceptar sin más esta disminución hasta que el deseo entre en coma cuatro, o podríamos hacer algo, como por ejemplo, implicarnos, incomodarnos, trabajar para mantenerlo saludablemente vivo?

Si pasados los cuarenta años, con las responsabilidades y tareas que implican este momento evolutivo voy a esperar “encenderme” de igual forma que a los veinte, probablemente me frustre, decaída el interés, las ganas, la pereza le quite espacio a la creatividad y se entre en una espiral de la que sea difícil salir.

Las estadísticas dicen que las parejas de hoy tienen menos relaciones sexuales que las de anteriores generaciones.

Les comparto un breve párrafo de una entrevista a Pedro Nobre, psicólogo, creador y director del SexLab desde el año 2008 y también director del primer doctorado en Sexualidad de Europa.

Nunca se ha hablado tanto y tan abiertamente de sexo, nunca se ha visto tanto sexo en la tele y en la calle. Sin embargo, hay estadísticas que dicen que las parejas de hoy tienen menos relaciones sexuales que las de anteriores generaciones. ¿Cómo se explica?
Si hablamos de nuestro entorno, de los países desarrollados, parece que es así. Hay menos sexo hoy entre las parejas y, a la vez, hay más masturbación, lo que es muy interesante. Una explicación es el tiempo o la falta de él; el tiempo es un factor fundamental en el sexo. Otro factor es la tecnología; nos hablamos por WhatsApp o Twitter. La sexualidad es algo más global que el sexo, es comunicación. En el mundo hay menos comunicación personal y, por tanto, más sexo solitario. Es más fácil, más rápido. Y una mala señal para la humanidad, pues el sexo es comunicación, proximidad, contacto físico. Pedro Nobre.

¿Si el sexo es comunicación, contacto físico, proximidad, si nos conecta profunda e íntimamente con nuestra pareja, acaso no merece la pena que cuidemos este espacio de unión con quien es nuestro compañero de vida?

Muchas veces por la prisa con la que actualmente se vive, sumada a los años de convivencia, al cansancio propio con el que se llega al final del día, vamos aplazando y dejando para después las relaciones sexuales. Al hacerlo, debemos ser conscientes que al postergar y postergar estamos corriendo el riesgo de hacer desaparecer este espacio lúdico, de disfrute, de contacto íntimo que nos da la posibilidad de entregarnos y de recibir a quien elegimos para compartir nuestros días.

No olvidemos que el deseo no tiene fecha de caducidad, a menos que lo alimentemos y nos ocupemos de él. De lo contrario, nada evitara que entre en cuidados intensivos y de ahí en más, su salud se volverá más y más delicada.

Tengo una mala y una buena noticia para darte. La “mala” es que como con la mayoría de las cosas en esta vida no van a suceder a menos que nosotros tomemos un rol activo, es decir, accionemos, hagamos algo para que ocurran, o por lo menos intentar que ocurran.

Si queremos seguir disfrutando de una plena vida sexual con quien ya llevamos compartiendo muchas primaveras juntos, y asumiendo, en este posti, que seguimos eligiendo, vamos a tener que “trabajar” para que eso suceda. Es decir, va a depender de nosotros que el deseo siga vivo o no.


Si tenemos la creencia de que por el solo hecho de seguirnos amando y eligiendo nos vamos a correr por toda la casa, como cuando iniciábamos la convivencia, posiblemente pensemos que hay algo mal en nosotros, o que tal vez ya no le deseamos como antes, cuando en realidad, no tiene por qué ser así.
Con los años a los momentos hay que pensarlos, planearlos, proponerlos. Nos tenemos que dar cita. Invitarnos. Si vamos a esperar a que se den espontáneamente, después de un día de trabajo, de gestionar las cosas de la casa, de los hijos, y de los traspiés de la propia vida, estamos en problemas.
A las “ganas” hay que invitarlas, porque hay un momento en la vida de la pareja, que por mucho que sigamos amando a nuestro compañero, una noche de sueño, puede más que una noche de sexo. Las ganas por si solas no nos van a tocar la puerta como solían hacerlo. Y no hay nada de malo en que esto sea así.

Si bien, la “mala noticia” es que para seguir disfrutando de nuestra vida social hay que “trabajar”, la buena noticia, es que si nos ponemos manos a la obra, el deseo nos acompañara a lo largo de nuestra vida.

Se dice que las mujeres de cuarenta alcanzan en esta etapa el mayor pico de deseo y de disfrute de la sexualidad, mientras que los hombres, desde el punto de vista biológico, ya no son el que eran.
“A partir de una cierta edad, hay que mentalizarse de que sólo la estimulación visual ya no es suficiente para la excitación masculina. Los hombres necesitan estímulos táctiles. En cambio, las mujeres a los 40 años finalmente han aprendido a disfrutar. Se quitan la culpa y recuperan la curiosidad. Esto descoloca un poco al varón, porque en algunos casos le hace aumentar el peso de la responsabilidad”, explica José Díaz Morfa, presidente Asociación Española de Sexología Clínica (AESC).

José Bustamante, especialista en sexología y terapia de pareja, señala que el problema de la mujer siempre ha sido la vergüenza: “el qué pensarán, como me juzgarán”. No obstante, este aspecto pasa a adquirir menor importancia en la edad adulta”.

En la edad adulta debemos priorizar la calidad de las relaciones a la frecuencia de las mismas. Determinar que tal o cual frecuencia en las relaciones sexuales es indicadora de una buena sexualidad, me parece absurdo y simplista.
Que frecuencia de encuentros sexuales son necesarias para hablar de una satisfactoria vida sexual, es algo que determinara cada pareja. Decir que hay que tener como “mínimo” un cierto número de relaciones sexuales por semana para considerar que nuestra vida sexual es óptima, me parece un desacierto.
¿Acaso una plena y gratificante vida sexual no se verá reflejada en la capacidad de disfrute que obtengamos en cada uno de los encuentros sexuales, en la íntima conexión que logramos tener con nuestro compañero, en la complicidad que nos permite manifestar lo que nos produce placer y al mismo tiempo en darlo?
También podemos considerar como a un desacierto al hecho de abandonar, o de dejar de lado los encuentros sexuales con nuestra pareja. Ya que los mismos, sin lugar a dudas allanan el camino hacia un mayor acercamiento, hacia una comunión y conexión única con quien es nuestro compañero de ruta.


Sin olvidar que el sexo ayuda a mejorar la imagen que tenemos de nosotros mismos, a sentirnos deseados, relajados, capaces de dar placer a otro y al mismo tiempo en recibirlo, nos conecta de alguna manera con nuestra parte lúdica, más espontánea y menos rígida.

Como podemos ver tenemos sobrados motivos para dejar de lado la pereza, las excusas, el cansancio y hacernos una cita para regalarnos un momento de intimidad, donde sobren las caricias, los besos, los abrazos, las risas cómplices, tanto la entrega como el recibimiento del más absoluto placer.
¿Puede haber entre dos que se aman un mejor plan que un encuentro sexual?

Según la Asociación Española de Sexología Clínica (AESC), “Hoy la actividad sexual se extiende en el tiempo mucho más que hace tres décadas: es normal que se mantenga más allá de los 70 años, incluso de los 80”.

¿Qué tal si no dejamos que el cansancio del diario vivir, le reste espacio a los encuentros sexuales con nuestra pareja?

Hasta el próximo posti y recuerda que el deseo sexual no muere, lo matamos nosotros.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

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