Ansiedad, ni monstruo ni demonio, solo una emoción . La ansiedad nos trae un mensaje. ¿Cuál es el tuyo?
febrero 10, 2019
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Prisioneros del miedo

Pocas emociones tienen tan mala prensa como la ansiedad. Y entre esas pocas, la envidia es otra emoción que carga sobre sus espaldas con el peso de saberse señalada como indigna.
A la ansiedad, como al monstruo del Lago Ness, la mayoría de las personas le teme, otros descreen de su presencia y solo quienes la han vivido (a manera de crisis) y la viven a flor de piel saben cómo se manifiesta y que oscuro y profundo es el malestar que produce. Sin embargo, lo que muchos desconocen es la función que cumple en nuestras vidas.
La idea de este posti es legitimar a la ansiedad como a una emoción más, reflexionar sobre distintas maneras de regularla, y por sobre todas las cosas intentar cambiar la mirada que tenemos sobre la misma. Para que cuando nos visite, en vez de quedar como prisioneros del miedo, intentemos descifrar el mensaje que tiene para darnos.
En este posti, no me voy detener en cómo debemos actuar en caso de tener una crisis de ansiedad. Para tal fin, puedes leer mi post “Herramientas frente a una crisis de ansiedad”.
La ansiedad es una respuesta emocional ante la amenaza de un peligro. Es básicamente un mecanismo defensivo. La función de la ansiedad es movilizar al organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a riesgos y amenazas, de modo que pueda huir, luchar, inmovilizarse según sean las circunstancias. Es una respuesta adaptativa y funcional que a través de los miles de años ha favorecido la supervivencia de la especie humana.


Todos en algún momento hemos sentido ansiedad. Esto es normal. Empieza a ser un problema cuando este mecanismo de alerta se altera, y a raíz de ello percibe como amenaza una situación que no lo es, o cuando la respuesta a la misma es desproporcionada.

Las crisis de ansiedad pueden iniciarse al afrontar determinadas situaciones, por ejemplo, ante la realización de un examen, o ante la cita en un centro médico. O bien puede aparecer de forma espontánea y sin relación aparente con lo que estamos viviendo.
Decíamos que la ansiedad surge ante la presencia de un peligro o de una situación que se interpreta como amenazante. Esta amenaza puede tener un origen interno o externo.
Algunas veces sucede que las reacciones que tenemos frente a esta situación de amenaza no son adaptativas, o no se ajustan al acontecimiento que ha desencadenado el temor.
Veamos un ejemplo muy gráfico y claro extraído del libro: “Los guerreros de la mente”.

Imaginemos que una noche de lluvia vamos caminando por un barrio inseguro, donde los robos son frecuentes, al tiempo que se intensifica la tormenta y los truenos no se hacen esperar, cuando escuchamos un ruido a nuestras espaldas, nuestros músculos se ponen tensos, empezamos a sudar y nuestra respiración se acelera, escrudiñamos la oscuridad con la esperanza de encontrarle una causa al ruido, y en eso descubrimos a un gatito correr entre unas bolsas de basura. Sonreímos, nos relajamos y seguimos andando.

En este caso, podemos considerar nuestra reacción y los medios accionados como adaptados a la situación vivida.

Nuestro cerebro activo una reacción de alarma, que nos permitió evaluar la situación y la presencia de algún peligro. También podría haber enviado la orden de correr despavoridos y atemorizados en un intento de huir de un contexto que representa un peligro, en este segundo caso, ante la oscuridad y la lluvia podríamos tropezar con algo y terminar en el suelo, para luego descubrir la presencia del gatito.

Otra posible señal que podría haber enviado nuestro cerebro podría haber sido la de llorar y gritar pidiendo ayuda bajo la lluvia. Quedando en este caso inmóviles e indefensos en una noche de tormenta, y proclives a terminar con una pulmonía. Si el peligro fuera real, esta última reacción nos perjudicaría. De todas las reacciones repasadas esta es la que menos se corresponde con criterios de adaptación.

Como podemos ver, estas dos últimas reacciones son un tanto desproporcionadas a la circunstancia, es decir no se ajustan demasiado a la situación en sí, y hasta podrían complicarnos. El remedio a veces puede ser peor que la enfermedad.

“Solo quien sabe de tormentas puede apreciar la calma que anida cuando las aguas se aquietan”.

Muchas de nuestras respuestas o mejor dicho, reacciones defensivas se llevaron a cabo en un momento de nuestra vida y en circunstancias en las que fueron adaptativas, útiles y funcionales, el tema es que si estas repuestas defensivas quedaron fijadas, “congeladas” en el tiempo pueden seguir activándose en otras circunstancias en donde ya no sean necesarias. Esto sucede porque la información de que el peligro ya ha pasado no ha legado al cerebro, entonces no pudo integrarse y superarse.

¿Por qué algunas reacciones defensivas pueden quedar fijadas en la mente y en el tiempo, como si fueran atemporales?

Porque en su momento no solo la respuesta sino la circunstancia que la genero fueron vividas con una fuerte intensidad emocional. Y esto hace que quede un registro de lo vivido, tanto a nivel psíquico como corporal. Si miramos hacia atrás es probable que recordemos acontecimientos significativos de nuestra vida, sean negativos o positivos, como el primer beso, el nacimiento de un hijo, una muerte, pero difícilmente recordaremos que comimos o que ropa vestíamos el día anterior a dichos acontecimientos.

Volviendo al ejemplo del gatito travieso que estábamos trabajando, se acuerdan que habíamos planteado algunas posibles reacciones defensivas poco adaptativas? Estas reacciones defensivas desajustadas a las circunstancias y que no sirven de nada, en realidad lo que buscan es la salida casi inmediata de la situación difícil, en general a través de la huida o de la lucha. Y es justamente esta respuesta de huida o de lucha la que acrecienta los síntomas de la ansiedad.

Cuando la ansiedad se activa nuestros intentos desesperados por hacer que desaparezcan los síntomas que la acompañan, ante el temor y el malestar que nos produce, no hacen otra cosa más que intensificar lo desagradable de la situación.

Por lo tanto, cuando se desencadena la ansiedad es fundamental realizar una respiración diafragmática, profunda y lenta, para evitar caer en la hiperventilación, o para contrarrestar los efectos de la misma. La hiperventilación es una respiración superficial y agitada.
Para más información sobre respiración diafragmática, puedes leer mi post: “Herramientas para afrontar una crisis de ansiedad”.

Al tiempo que nos focalizamos en la respiración de diafragma y en nuestras sensaciones corporales, sin intentar deshacernos de las mismas, sino por el contrario vivenciándolas, apropiándonos de las mismas, iremos vislumbrando una leve calma y disminución paulatina del malestar, para que cuando estemos en condiciones y sea nuestro momento empecemos a preguntarnos acerca del mensaje que la ansiedad tiene para darnos.

¿Cómo podemos descifrar el mensaje que quiere darnos? Estas preguntas pueden ayudarnos.

¿Ha sucedido algo recientemente, que haya podido disparar este malestar? A veces, podemos obtener mucha información en estos acontecimientos recientes. Otras veces, en cambio, debemos ir más atrás en el tiempo: ¿Qué historia de vida hay detrás de esta respuesta emocional? ¿Qué acontecimientos vitales la anteceden? ¿Cómo fue el recorrido vital de quien la padece?. De ahí la necesidad de avanzar y retroceder en el relato de la historia a medida que la repasamos.
Estas preguntas son siempre necesarias, porque esta respuesta emocional esta entrelazada a la biografía de quien experimenta ansiedad. Si bien la ansiedad puede aparecer, y generalmente lo hace, de un día para otro, su aparición no es ajena a los acontecimientos de vida previos de la persona aquejada de este malestar. Es importante subrayar este punto, porque nos muestra que el propósito de la misma no es fastidiarnos. Evidentemente tiene una función. Hay un para qué. Y es esto lo que debemos descubrir en cada caso.

Me viene a la mente el nombre del libro de Norberto Levy: “La sabiduría de las emociones”. Todas y cada una de nuestras emociones desempeñan una función, tienen un propósito.

Les voy a compartir un ejemplo personal ya que es en estas experiencias desde donde mejor podemos enriquecernos y nutrir la teoría por otro lado.

Al poco tiempo de sufrir una perdida que para mí fue devastadora, tuve un episodio de ansiedad en la calle. Al principio me asuste, no entendía que me pasaba, vivía en otro país, apenas si hablaba el idioma, en ese momento la calle estaba desoladísima como mi propia alma.
Al tranquilizarme, relacione ese primer episodio de ansiedad con el duelo que estaba atravesando. Hasta ahí, todo cerraba.

Con el tiempo los episodios de ansiedad se activaban en los controles médicos, de cualquier tipo, y con todo lo asociado a centros médicos y enfermedades. Un control de rutina era casi como bajar al infierno.

Empecé a repasar mi vida una y otra vez porque entendía que el duelo había disparado la ansiedad, pero tenía que haber algo mas y entonces me di cuenta que casi 20 años atrás mi hermana había tenido un intento de suicidio muy oscuro y que yo no recordaba nada o muy poco en relación a los médicos, a como había sido la atención en el hospital, pero por sobre todo no tenía un registro de mis emociones en aquel momento. Mi parte emocional había quedado congelada.

A ese primer intento de suicidio de ella le siguieron otros muchos y entonces empecé a entender que yo había crecido en un ambiente de alarma constante en cuanto a lo que ella pudiera decidir hacer con su vida, era como vivir en un estado de alerta permanente.

En síntesis, porque la idea de este posti no es hacer catarsis de mi vida, el mensaje que la ansiedad quería transmitirme tenía que ver con revisar algo de esa relación con ella, y con esa sensación de alarma constante que en algún momento de mi vida, supero el umbral de lo que era tolerable para mí. Había cosas que modificar y mejorar.

Fue a partir de descifrar este mensaje cuando las crisis de ansiedad dejaron de visitarme, y si bien ir a un control médico no es algo de lo que me alegre, ya no es una preocupación.

Resumir una historia de años y el tiempo que llevan estos procesos de cambio, sumado a la complejidad y la singularidad de cada historia, en dos líneas, es imposible.
Si he conseguido transmitir la importancia de saber escuchar lo que la ansiedad tiene para decirnos, este posti ha cumplido su propósito.

Hasta el próximo posti y recuerda que, ”Cualquier persona puede sostener el timón cando el mar está en calma”. Publilio Sirio

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

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