Algunas familias son un remanso de paz. Otras, un lugar de sufrimiento
En la cultura occidental el concepto de familia, “La familia”, es casi sagrado. La mayoría de nosotros hemos crecido incorporando esta idea de la familia como aquella institución casi impoluta de la que todos formamos parte. Si bien la mayoría de las familias funciona como un cálido refugio, que alberga, contiene y sostiene amorosa y desinteresadamente a sus miembros. Hay otras que no pueden llevar a cabo estas funciones. Por lo tanto no funcionan como un espacio de crecimiento y sostén sino como un escenario de conflictos.
En este posti reflexionamos sobre lo difícil, confuso y doloroso que puede ser para alguien el hecho de pertenecer a una de estas familias disfuncionales. Asumiendo que la problemática alcanza a todo el grupo familiar en sí.
Desde antes de nuestro nacimiento ya ocupamos un lugar en el deseo de nuestros padres, de a poquito se empieza a forjar el lugar que ocuparemos en nuestra familia. Nos eligen un nombre y no otro. Esto ya tiene un significado. No es lo mismo ser el primogénito, que el menor de seis hermanos. Como no es igual haber crecido con nuestros padres, que con nuestros abuelos, haber tenido padres mayores y ser el hijo “tesoro”, que el hijo de una adolescente. No es lo mismo haber visto a nuestros padres trabajar día y noche para el sustento del hogar, que haber crecido en una familia acaudalada. Las variables son infinitas. Ni mejores ni peores. Diferentes.
Cada uno de nosotros porta una historia de vida única. Una biografía. No hay dos personas que compartan la misma historia. Ni siquiera los hermanos, porque tenemos que tener en cuenta que fueron concebidos en diferentes momentos de la vida de sus padres. Lo mismo se aplica al caso de los gemelos, que aunque concebidos en el mismo momento, los padres no se relacionaran de igual manera con cada uno de ellos, dado que cada gemelo tiene su manera de reaccionar y responder al trato de sus padres que generara una u otra respuesta por parte de los mismos.
Tanto las relaciones, como la organización y la estructura de cada familia son también únicas y reflejan lo que cada uno de sus miembros ha vivido. Cada grupo familiar posee sus propios miedos, mitos, creencias, traumas, enfermedades, accidentes, perdidas, y esto va a condicionar la manera en la que sus miembros se van a relacionar entre sí.
Como podemos ver el universo de cada grupo familiar es único e irrepetible. Sin embargo, la creencia tan extendida de la familia como lugar sagrado y refugio de guerreros alcanza a todos los sistemas familiares.
La pregunta del millón es: ¿Cómo esperar que todas las familias puedan desempeñar óptimamente las funciones de cuidado, protección y contención de sus miembros, siendo tan disimiles unas de otras? ¿Acaso no es pretensioso esperar que todos los grupos familiares alberguen amorosamente a sus integrantes? ¿Cómo podrá sentirse una persona cuya familia lejos de ser un refugio sea un lugar en el que se viva tensionado, dentro de una cultura que entiende a la familia como a un lugar sagrado, claro?
Últimamente se hace uso y abuso del término “toxico” (termino que nada tiene que ver con la clínica) para describir a aquellas personas cuyo comportamiento genera un malestar emocional en otra persona.
Cuando hablamos de malestar emocional, en este contexto, no hacemos referencia a un malentendido, a una discusión, o a un no llevarse bien con alguien. Si no a un malestar crónico que se siente al estar en presencia de alguien en particular.
Ante una persona “toxica” no solo hay un permiso social para apartarse de la misma, sino también un incentivo para hacerlo y mejorar de esta manera la calidad de vida. Es muy común encontrar información, recetas, consejos y diversos tutoriales sobre como alejarse de alguien toxico. Claro que cuando la persona toxica es una madre, un padre, un abuelo, es decir alguien de la familia, las cosas son distintas y el permiso para desvincularse empieza a negarse y a cuestionarse. Lo vemos en frases como: “Sea como sea y diga lo que diga es tu madre…”, “Es tu padre, haga lo que haga.”, “La familia es lo primero, siempre.”
¿Cuál es el límite del “diga lo que diga”, “haga lo que haga”? ¿Amparada en el rol de madre, padre, abuela/o, hermano, alguien puede decir y hacer lo que le venga en gana?
¿Los lazos de sangre vuelven los vínculos indisolubles, nos “atan” a alguien de por vida? ¿El trato que una persona (con quien compartimos un lazo de consanguineidad) tiene para con nosotros no cuenta? ¿Haga lo que haga debemos seguir vinculados? ¿Si alguien decide desvincularse o poner distancia debido al malestar emocional que siente frente a una determinada persona, a quien “traiciona”? ¿Cuánto de grave debe ser la “falta” de alguien para que la persona pueda desvincularse sin ser tildada de “traicionera” en un vínculo consanguíneo?
Según un informe presentado por Save the Children bajo el título de Ojos que no quieren ver. El número de denuncias por abusos sexuales a menores en España aumentó un 15,8% en 2016, pasando de 3.502 en 2015 a 4.056 durante el pasado año.
El 85% de los casos no se denuncian, según la ONG.
El abusador suele ser una persona del entorno del menor, principalmente de la familia.
No estamos demonizando a la familia de ninguna manera, sino echando luz sobre aquellos grupos familiares que ejercen una influencia negativa sobre sus miembros. La importancia que el grupo familiar tiene sobre el desarrollo de la persona es muy grande. Es innegable que en el seno familiar aprendemos a relacionarnos con otros, a pelear por un lugar, a sentirnos amados, abandonados, reconocidos, comparados, validados.
Saldremos al mundo con lo aprendido e incorporado en nuestra familia sin cuestionarlo hasta ese entonces. Los cuestionamientos vendrán después al ver otras formas de relacionarse y de “ser familia”. La familia y lo que suceda en la misma va a condicionar en gran medida nuestra identidad, nuestro sentimiento de sí mismo, la forma en la que percibimos el mundo, la interpretación que hacemos de las diferentes situaciones, las creencias que albergamos, etc.
Dependiendo de cada familia esa influencia del sistema familiar sobre el individuo, será más o menos positiva. Llegando en algunos casos a ser negativa. Y de estos casos, en los cuales la influencia familiar ha sido o es negativa, nos referimos en este posti.
¿Qué lleva a una familia a influir negativamente en sus integrantes? ¿No es la familia, o debería ser un lugar sagrado?
Los motivos que pueden llevar a una familia a ser un escenario de conflictos y tensión son muchísimos.
Desde problemas de adicción, enfermedades mentales, trastornos de personalidad, violencia en todas sus variantes, psicopatías, abusos sexuales y la lista sigue.
Estos sistemas familiares se caracterizan por tener un clima de tensión constante. Sus integrantes viven como en un estado de alerta permanente. Sienten que su energía se consume, como si se “apagaran” poco a poco. Disfrutan cuando están en compañía de otras personas y en otros grupos. Esto a veces ayuda a poner distancia con la propia familia. Otras veces y por diferentes causas la salida de estas familias se dificulta, quedando algunas personas empantanadas en estas relaciones nocivas y que deterioran nuestra salud tanto mental como física.
Cuando alguien ha crecido y formado parte de estas familias tiende a naturalizar el hecho de vivir por ejemplo, en un clima de tensión, o de resolver los conflictos a través de conductas violentas. Hasta que alguien no descubre otras formas de relacionarse fuera de su familia, no puede cuestionar las propias.
Si sientes que formas parte de una familia disfuncional, en donde las exigencias, los reclamos, los reproches, son protagonistas en la relación, tal vez te ayude el darte cuenta que no todos los vínculos son así y que siempre es posible elegir otra forma de vivir que traiga calma y serenidad a nuestra vida.
Cuando alguien ayuda a otros y esa ayuda es siempre interpretada como poca, cuando hagas lo que hagas todo temine en conflicto, cuando la otra persona se acerque a ti desde el reproche: “Hace mucho que no me llamas.”, “Ya no me visitas.”. Cuando te sientas un tacho de basura en el que otros tiran sus desechos, tomate un tiempo para reflexionar sobre aquellas cosas te gustaría cambiar de tu vida y sobre lo que podrías estar haciendo para mantenerte en este lugar que te genera sufrimiento.
El primer paso, es asumir que estamos en un lugar en el que no deseamos estar. Recién después estaremos en mejores condiciones de reflexionar sobre el lugar que deseamos para nosotros, aunque no sea el que nuestra familia nos haya asignado.
Nada debe justificar el maltrato, la descalificación, la desvalorización y la falta de consideración hacia nuestra persona. Nadie, bajo ningún rol ni lazo sanguíneo tiene derecho a abusar de otra persona sea esta familiar o no.
Hasta el próximo posti y recuerda que priorizarse y valorarse, no es egoísmo, es amor propio.
Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.
Podcast Betina Speroni Psicología en:
Anchor.fm Spotify Google Podcasts Pocket Casts
Radio Public Copy RSS Breaker.