Divorcio. Rupturas amorosas.
octubre 29, 2018
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¿Cómo viviste tu divorcio?
¿Como el final menos esperado. Como el peor fracaso de tu vida. Como una segunda oportunidad para el amor?

La ruptura de un vínculo amoroso al que alguna vez se aposto, duele.

Hay tantas maneras de transitar un divorcio como personas/parejas hay. De todos modos, hay algunas similitudes que conlleva la ruptura de ese vínculo en el que en algún momento se aposto y se creyó eterno.

En este posti hablamos de la terminación de una relación de pareja como la pérdida de un acuerdo entre dos personas y la falta de ganas de seguir renovando ese contrato que alguna vez acordaron. En algún momento se eligieron para construir juntos una historia de amor y por innumerables motivos decidieron, o por lo menos alguno de los dos, que se quería bajar de la misma. Y claro que desandar estos caminos no es tarea fácil.

¿Por qué? Porque toda perdida de algo significativo implica un duelo. Transitar un proceso que lleva tiempo y que duele, con mayor o menor intensidad en cada uno de los miembros. Para ninguno es una fiesta.

Hablar de procesos dolorosos y penosos en estos días no vende. Actualmente podemos ver una marcada tendencia por consumir todo aquello que promete una rápida salida o solución casi inmediata a nuestros problemas. Ya sea desde cómo superar una ruptura matrimonial en cuarenta y ocho horas, o como perder los kilos ganados durante el embarazo en una semana. Tendemos a hablar de lo mal que estábamos pero no de lo mal que estamos.

Molesta el dolor ajeno y por eso tendemos a sacar al otro de ese lugar: “venga ya que pronto conocerás a alguien que sea para ti”, “Que bien estas, lo estás llevando de maravilla”, “como podías estar con semejante energúmeno/a”. Y por muy energúmeno que haya sido el otro, y más allá de lo sana que pueda ser la decisión de romper un vínculo de pareja. Nunca es una decisión fácil y menos aun cuando hay hijos. Como ya sabemos no se puede ser ex de los hijos. El vínculo de padres es, o debería ser indisoluble.


Permitirnos transitar el proceso de duelo nos ayudara a ir acomodándonos a una nueva vida donde ya no tiene lugar aquello que teníamos, aquello que formaba parte de nuestra vida y que le daba significado y sentido. Por lo menos eso es lo que se creía. En este caso, la pareja.

Meternos en el proceso de duelo, como dijimos, es algo poco avalado por la sociedad en nuestros días. Solo con mirar a nuestro alrededor podemos ver el bombardeo de personas que tras salir de una pareja corren a formar otra con una velocidad inusitada.

¿Con tanta prisa logran realmente desvincularse emocionalmente? ¿A qué se debe ese frenesí en estar nuevamente en pareja?
Ante esta pregunta me parece oportuno compartirles el pensamiento de dos pioneros de la Terapia Familiar.

“Muchos divorcios no son más que una mera acumulación de expedientes legales que no modifican el masivo enredo mutuo. Son tantas las parejas legalmente divorciadas que siguen emocionalmente casadas, prolongando el matrimonio en su interior o a través de sus hijos.” El crisol de la familia. Augustus Napier, Carl Whitaker.
No alcanza con decir: “Me divorcie”, “Me separe”, “Lo deje”, “Me dejo”, “Nos dejamos”, para desvincularnos emocionalmente. La separación física, a veces no se acompaña de la separación afectiva. El enfado, la ira, los reproches hacia el otro, muchas veces son el reflejo de esa ligazón aun presente. La desvinculación emocional ayudara a estar en condiciones más óptimas para aventurarse en una nueva relación. De lo contrario, cuando se sigue “enredado” al ex, se traslada a la nueva relación (cuando la hay) esta confusión. Cuando no hay una nueva relación, el ex sigue funcionando como un referente que dificulta el acercamiento hacia un posible nuevo candidato/a.

¿Cómo cortar afectivamente con un ex?

Entrando en el proceso de duelo. Justamente es la negación a asumir la muerte de la relación la que nos deja anclados en la fase de: “esto no puede ser”, “es una crisis como tantas”, “está confundido/a”, “estoy confundido/a”. Este sentimiento es más intenso cuando es la otra parte la que ha decidido ponerle punto final a la relación.
Como siempre decimos los duelos duelen. El miedo a la tristeza, a quedar pegados a la misma y a no poder salir de ese lugar, a veces ayuda a correr hacia los brazos de otra persona en un afán de ponerle un final al dolor. Al dolor no se lo tapona se lo transita.

Si no le damos lugar a las emociones para que se manifiesten, se bloquean y en algún momento van a intentar expresarse. Las emociones una vez expresadas se extinguen y desaparecen. Pero bloqueadas siguen haciendo fuerza por salir.
Por lo dicho anteriormente es importante poner el miedo al dolor y a sentirnos eternamente tristes en el bolsillo, y mojarnos los pies en las aguas de la incertidumbre y la aflicción hasta cruzar a la otra orilla. Recién ahí, nos sentiremos lo suficientemente fuertes para poder encontrarle un nuevo sentido a la vida, dejando atrás viejas heridas y dándole a las mismas un nuevo significado. De lo contrario permaneceremos en la misma orilla, lamentándonos de nuestras circunstancias y culpando al otro de nuestra desdicha.

¿Qué dice la ciencia?

Un estudio realizado por investigadores estadounidenses midió la actividad cerebral de los participantes mientras miraban las fotografías de su ex pareja, y encontraron que las partes del órgano afectadas en el dolor físico también se activaban al observar nuevamente el rostro de sus personas amadas. De lo cual se deduce que la parte emocional y la respuesta física a la misma están entrelazadas.
http://www.pnas.org/content/108/15/6270.full

La ciencia correlaciona el dolor emocional al físico. El dolor es real. Es como decir que ante una ruptura emocional no solo nos duele el alma sino el cuerpo. Lo curioso es que frente a tanta evidencia “nos vendan” que es posible, o peor aún, que debemos después de terminar una relación significativa sentirnos maravillosamente, o superarla en un santiamén. No se trata de eternizar el dolor, sino de no resistirnos al mismo y entenderlo como algo totalmente esperable frente a la perdida de algo que fue muy importante para nosotros. Solo así podemos transitarlo sanamente, para luego poquito a poquito conectarnos nuevamente con el placer de vivir.
Así como la ciencia nos dice que el dolor ante una ruptura amorosa es real, también nos dice que en una ruptura no todo es amargo y también tiene su lado dulce.
Gary Lewandoski, reconocido escritor y profesor de psicología en la Universidad de Monmouth (Reino Unido) junto a otros colegas, luego de entrevistar a 155 jóvenes que habían terminado una relación de pareja desde hacía tres meses, encontraron que los sentimientos de tristeza y pesar por la fallida relación, también se asociaban a un sentimiento de superación personal y crecimiento.
Si bien cada relación tiene su singularidad, y no es lo mismo terminar una relación a los veinte años, que otra después de dos décadas de matrimonio. Las reacciones emocionales y los sentimientos que despiertan las mismas no son tan disimiles.
En los casos en que la relación era tormentosa, socavaba nuestra autoestima, nos quitaba libertad y nos sometía, la ruptura trae un gran alivio emocional y es vivida como una oportunidad para iniciar a futuro relaciones sanas y plenas. Es casi imposible no recordar el pensamiento de Friedrich Nietzsche: “Lo que no te mata te fortalece”.
El divorcio como toda ruptura amorosa tiene un lado positivo y otro negativo. En la medida en que nos dejemos balancear hacia un lado y hacia el otro, evitaremos quedar fijados a un solo lado, el del dolor eterno: “El amor no es para mí, me quedare solo, prefiero estar solo a sufrir”, o el de la salida mágica, omnipotente: “A la semana de divorciarme conocí a fulanito/a y estamos estupendo”, “Me divorcie y estoy de maravilla”.
Como ya mencionamos más arriba, en nuestros días hay una gran presión a balancearnos hacia el lado de la salida mágica. A la mejoría casi instantánea, a la evitación del dolor. Este permiso negado a mostrarnos tristes, dolidos y afligidos, lejos de ayudarnos ante cualquier pérdida nos deja solos con nuestro dolor, confundidos y sintiéndonos distintos a los demás.

¿Qué hacer entonces?

En primer lugar reconocer que después de terminar una relación amorosa, ya sea que hayas sido tú la/ el que decidió bajarse de la misma, es siempre dolorosa. El dolor es proporcional a lo importante que era esta relación para nosotros. Por lo tanto es fundamental que te des un tiempo para sentirte dolido, triste y abatido. Sin comprar ningún método de salida del dolor mágico.
El dolor como toda emoción se ira suavizando hasta desaparecer. Ninguna emoción dura para siempre. Tomate un tiempo, todo el que necesites para transitar por este periodo de pena, sin hacer caso del afuera y de la prisa que te puedan meter para que te muestres esplendida.

Un divorcio es siempre doloroso, pero no es solo doloroso. Como dijimos también tiene un lado dulce. El lado bueno está asociado al aprendizaje de lo que funciono y no en una pareja y de todo lo aprendido que puedo trasladar a otra relación, si decido más adelante aventurarme en otra. También está asociado al crecimiento personal, a la individuación y a las segundas oportunidades.
Frente a la realidad del divorcio no ayuda pensar en términos de blanco o negro. Porque un divorcio no es ni el peor fracaso en la vida de nadie, como tampoco es una gran fiesta (aun en los casos en que trae alivio). Un divorcio es una experiencia dolorosa que si la transitas sanamente y sin querer escaparte de la misma, te transformara en alguien con un mayor conocimiento de sí mismo. Y esto siempre es algo que en la vida de todos suma y nos acerca a la felicidad.

Hasta el próximo posti y recuerda que en temas de divorcio no todo es amargura.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

Podcast Betina Speroni Psicología en:

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