Todas las etapas de la vida son maravillosas. Envejecer es un honor.
Creer que solo los jóvenes pueden ser felices, es ponerle fecha de caducidad a la felicidad. Es suponer que los años traen desesperanza y se llevan nuestras ilusiones. Un disparate.
¿Si realmente es una locura creer que no es posible ser feliz a medida que envejecemos, porque tanta obstinación en seguir luciendo como si fuéramos jóvenes?
No deberíamos preocuparnos por el paso de los años, porque sabemos que es una sinrazón creer que con los mismos se agota nuestra posibilidad de seguir disfrutando de la vida. Sin embargo, seriamos capaces de vender nuestra alma al diablo por lucir más jóvenes. Que paradoja.
En cada una de las etapas de nuestra vida nos pueden pasar cosas lindas. ¿Esto que les digo parece algo obvio, no es cierto?
A pesar de ello, palabras o frases como: el paso de los años, vejez, tercera edad, ancianidad, tienen una connotación negativa en nuestra cultura, principalmente la cultura occidental. Y esta carga negativa en gran parte esta inducida por los medios, la publicidad, el cine, la cultura de consumo que bien saben que los grandes consumidores son los adolescentes y apuntan hacia ellos enalteciendo la juventud y degradando el envejecimiento como si fuera un pecado.
En este posti te invito a reflexionar sobre la importancia de asumir el paso de los años como requisito esencial para disfrutar la vida en cualquier etapa del ciclo vital.
Que la piel se nos arrugue es inevitable, pero las arrugas del alma son evitables.
En nuestros días muchas personas viven el proceso de envejecimiento como si fuera una tragedia. Algo tan natural e inevitable como el paso de los años, en vez de vivirse como un regalo de la vida, como un privilegio del cual no todos los seres humanos cuentan, o de pensarse como ese aprendizaje experiencial que nos da sabiduría y nos acerca a la serenidad y a la falta de prisa de quien no está dispuesto a posponer su felicidad, es vivido muchas veces como el inicio de una etapa donde ya no nos puede pasar nada excitante, que nos motive o que nos pueda entusiasmar. Se cae en el error de pensar a la vejez como decrepitud, enfermedad, dolor físico, desesperanza, falta de deseo sexual y oportunidades.
Con esta creencia acerca de lo que puede traer el devenir de los años, no es de extrañar que nos resistamos a formar parte de este grupo humano. Entonces nadie quiere “hacerse viejo”. Y empieza una batalla perdida contra el paso del tiempo. Y cuanto más atemoriza el paso del tiempo más algunas personas parecen empeñarse en luchar contra el mismo. Tarde o temprano la realidad se impondrá.
Asociar la partida de la juventud con la retirada de las ilusiones y el devenir de los achaques es una creencia errónea que genera malestar emocional. Por la tanto es necesario revisar la idea que tenemos de lo que es “envejecer”. Hacer un repaso sobre la manera en la que las personas de nuestro entorno ya sea familiar o cercano viven esta etapa de la vida.
Si hemos visto por ejemplo a nuestros padres tener una “mala vejez” podemos sobregeneralizar y pensar que la vejez es eso. En este caso nos puede ayudar el cuestionar estas ideas y confrontarlas con otras experiencias de vida que muestren otra realidad.
Si bien es cierto que el paso de los años va dejando su marca en el cuerpo, esto no determina una vejez plagada de enfermedades.
Tan importante como cuidar nuestra salud física y nuestra alimentación, es cuidar nuestra salud mental. Esto quiere decir ocuparnos de nosotros mismos, de hacer aquellas cosas que nos gustan, de pasar tiempo con gente agradable, de estar abiertos a nuevas experiencias .Recordar que siempre es un buen momento para aprender. Nunca es tarde para conocer lugares nuevos ni para abrirse a nuevas personas.
“No se convierte uno en viejo por haber vivido un cierto número de años: se vuelve uno viejo cuando ha desistido de su ideal. Los años arrugan la piel; renunciar al propio ideal arruga el alma. Las preocupaciones, las dudas, los temores y las desesperanzas son los enemigos que, lentamente, nos hacen inclinarnos hacia la tierra y convertirnos en polvo antes de la muerte”.
Samuel Ullman.
Cada una de las etapas del ciclo de la vida es hermosa en sí misma. Y en todas ellas podemos ser igualmente felices. La mayoría de las veces la capacidad de disfrute que se tiene a medida que las primaveras pasan, refleja la manera en la que se ha vivido.
Alguien que no le ha encontrado un sentido a su vida, difícilmente lo haga en la vejez. Y esto no tiene que ver con que sea demasiado tarde sino con que hay aspectos nuestros que tienden a cronificarse con los años. De ahí la importancia de prepararnos para disfrutar de los años que nos regala la vida. Para tal fin, nada mejor que desecharnos de aquellas creencias según las cuales los años traen solo malestares físicos, soledad e imposibilidad de seguir proyectando.
Asociar el envejecimiento con falta de oportunidades, limitaciones físicas y dificultad para el disfrute en casos más intensos puede llegar a generar ansiedad. Conocida como gerascofobia.
Vivimos en una constante contradicción, por un lado, nadie quiere morir, y por otro, nadie o casi nadie quiere envejecer. Y la realidad es que ambas son inevitables. Y de alguna manera inseparables porque la muerte y el envejecimiento se entrelazan entre si y forman parte de nuestra existencia.
¿Qué hacer entonces?
Agobiarnos y sentirnos fatal frente a la aparición de las primeras arrugas, y por ende hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lucir diez años menos, y como consecuencia alegrarnos cuando nos dicen: “Estas igual”. Es una opción. Solo que deberíamos plantearnos si merece la pena congelarnos de esa manera, en un intento por eternizar un periodo de nuestra vida que ya paso. Tanta exigencia y energía invertida en una batalla perdida a corto o largo plazo terminara extinguiendo la capacidad de disfrute.
Otra opción, es asumir el devenir de la vida como un hecho completamente natural. Tan natural como el nacimiento mismo. Entendiendo que cada año, cada día, cada hora, cada minuto que nos regala la vida es una preciosa oportunidad para seguir curioseando, aprendiendo, soñando, jugando, riendo, amando.
“Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será”. Miguel de Unamunu.
Según un estudio realizado por la universidad de Michigan, Ann Harbor, en Estados Unidos, en la vejez se cuenta con mejores recursos emocionales para sobrellevar las adversidades que nos depara la vida. Los momentos de alegría son más prolongados y los de tristeza más cortos.
Peter Ubel el psicólogo que llevo a cabo dicho estudio señala que si bien la gente tiende a creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, en realidad son los recursos emocionales con los que cuenta cada uno, los que determinan la misma. Y estos recursos aumentan a medida que pasan los años. Con la edad aprendemos a gestionar mejor los reveces de la vida. Por lo tanto estamos en mejores condiciones para sentirnos felices, a pesar del desgaste físico propio de los años cumplidos.
Estos recursos emocionales son los que nos van a permitir tener una actitud más óptima y positiva en esta etapa.
Tener presente el hecho de que no es nuestra felicidad la que tiene fecha de vencimiento sino nuestra existencia, nos permite vivir el día a día de forma más plena y consciente. Disfrutar los placeres de la vida sabiendo que no siempre contaremos con los mismos. Es un privilegio.
Como canta el guatemalteco Ricardo Arjona: “no le quite años a su vida. Póngale vida a sus años que es mejor.”
Hasta el próximo posti y recuerda que la vida es maravillosa en todas y cada una de sus etapas. Envejecer es un privilegio.
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