La felicidad no necesita ser validada por lo demás.
Hoy reflexionamos sobre la felicidad y sobre la tan extendida tendencia a mostrarnos felices en las ventanas digitales.
Si al empeño en “mostrarse feliz” ante otros, le sumamos la poca dedicación a tratar de vivir felizmente, estamos en el horno.
Confundimos felicidad, con alegría, y creemos que si no nos mostramos felices no lo somos realmente. Caemos en el error de creer que sin la validación de los demás lo que vivimos parece no haberse vivido. Como si la felicidad fuera demostrable.
Error garrafal.
Todos sabemos que para ser felices no le tenemos que pedir permiso a los demás. Nosotros mismos somos quienes nos tenemos que dar ese permiso para vivir “libre” y plenamente. Y ahí, exactamente ahí, radica el problema.
En este posti reflexionamos sobre las trabas que muchas veces nos ponemos a nosotros mismos para ser felices. Como si no nos habilitáramos para ser quienes somos y cómo somos. Así, únicos, irrepetibles, maravillosamente diferente a otros. Con una historia de vida igualmente única, que muchas veces en vez de enarbolar con orgullo, intentamos esconder.
Si no nos sentimos orgullosos de ser quienes somos y de nuestra biografía, difícilmente nos sentiremos felices. En este caso seremos más vulnerables a vivir de acuerdo a lo que otros esperan de nosotros.
Sin ahondar demasiado acerca de que es la felicidad y que no lo es, es importante tratar de acercarnos a una definición de la misma.
Definiciones sobre felicidad hay miles, yo he escogido la de tres grandes filósofos, porque las mismas tienen en común la idea de que todos poseemos la capacidad para sentirnos felices, no se trata de buscar la felicidad fuera nuestro ni de esperar que cambien nuestras circunstancias. Si no de dar un paso hacia dentro.
Este punto se relaciona con el locus de control Rotter (Teoria del aprendizaje social) del que ya hable en otro posti y según el cual el locus de control interno hace referencia a la percepción de las propias habilidades y recursos para poder alcanzar nuestros objetivos.
En la medida en que consideremos que las herramientas para ser felices están en nuestro interior y que nuestra felicidad no depende de las condiciones externas, contaremos con la adecuada equipación para disfrutar de ese estado de calma y serenidad que acompaña a la felicidad. Si en cambio, consideramos que para ser felices nuestras circunstancias nos tienen que acompañar. Estamos en problemas.
Aquí las definiciones de felicidad:
“El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, si no en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos.” Sócrates (470 -399 a. C.)
“El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de el mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz.” Platón (427-347 a. C.)
“Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene.” Seneca. (4 a. C – 65 d. C.)
En otras palabras como diría nuestro contemporáneo Jorge Bucay: “Nadie puede hacerte más feliz que tú mismo”.
La teoría la tenemos aprobada. Pero la realidad es que al pasar de la teoría a la práctica las cosas no son tan sencillas, y empiezan las excusas, los peros, las postergaciones y algo tan esencial y prioritario como el darnos permiso para ser felices, se dilata muchas veces en el tiempo quedando relegado para después.
¿Por qué dejar para después nuestra obligación de ser felices?
En parte porque no nos sentimos merecedores de la misma. Y esto se relaciona con nuestra amiga la culpa, primera enemiga de nuestra felicidad. La culpa nos recuerda lo que hicimos mal, lo que no hacemos y lo que deberíamos hacer, según otros claro. Llegando a calar hondo en la autoestima.
Manifiestamente todos deseamos ser felices, pero después vamos en contra de nosotros mismos. Y terminamos haciendo aquello que no queríamos o peor aún aquello que nos daña. Esto tiene que ver con nuestra propia naturaleza.
Nuestra bien conocida amiga la culpa, la misma que se obstina en acampar dentro nuestro y al mismo tiempo recordarnos con su vocecita machacona que este no es un buen momento para sentirnos felices, “Hace poco murió papa como vas a estar feliz”, “Con todos los problemas de salud de la abuela y tu pensando en vacaciones”. “Tu hermano con tres hijos en el paro y tu como si nada”
Y nosotros invadidos por el remordimiento, como fieles servidores de esta crítica instancia moral no nos autorizamos a sentirnos felices. ¿Cómo vamos a tener la desfachatez de sentirnos bien sabiendo que personas a las que amamos están sufriendo? A veces somos nosotros quienes estamos atravesando una situación que nos hace sentir tristes y creemos que no es posible sentirnos felices si estamos tristes.
Posponemos, postergamos y re programamos momentos de felicidad para cuando se resuelvan los problemas y como estos forman parte indisoluble de nuestra existencia, nos pasamos esperando que llegue casi por arte de magia “el momento” para ser felices. Y por mucho que esperemos la felicidad no tocara a nuestra puerta.
¿Por qué el momento a veces parece no llegar?
Tal vez porque el momento no tenga que llegar, ya que no se trata de esperar a que cambie algo de lo que estamos viviendo, si no de mirar hacia nuestro interior y con júbilo hacer uso de nuestros dones y de disfrutar de lo que ya tenemos a pesar de que algunas cosas no nos gusten o no estén como quisiéramos.
¿Qué quiere decir esto?
Quiere decir que independientemente de lo que podamos estar viviendo, de lo difícil, abrumadora y estresante que pueda ser nuestra realidad, me puedo sentir feliz igual.
Siempre podemos ser felices a pesar de que nos estén pasando cosas dolorosas.
Yo me puedo sentir muy triste por la muerte de un ser querido, estar apagado y con pocas ganas de hacer las cosas que hago diariamente, porque le echo de menos. El hecho de que esta situación me genere tristeza no necesariamente me quita la posibilidad de sentirme feliz.
Es decir, a pesar del dolor por la muerte de mi ser querido yo me puedo sentir feliz por la vida y la familia que tengo, por ejemplo. Porque el sentimiento de felicidad no tiene que ver con estar alegre, bailando y cantando todo el tiempo.
La felicidad no es disfrutar. La felicidad no estar alegre. Parece haber una tendencia a confundir felicidad con pasarla bien, estar contento, alegre y rodeado de mucha gente.
Ese estado al que llamamos felicidad es mucho más abarcativo y trasciende nuestra realidad inmediata. Tiene más que ver con el sentido de autorrealización personal, de estar haciendo las cosas que le dan sentido a nuestra vida, de sentir que no estamos perdidos y que a nuestro ritmo vamos avanzando hacia la realización de nuestros objetivos. Aunque estos cambien durante el trayecto y aunque tengamos que tomar otros caminos.
La sensación de calma y serenidad que nos abriga como consecuencia de lo anterior, no se alcanza “mostrándonos sonrientes al mundo”.
Como podemos ver no son nuestras circunstancias externas las que determinan nuestra felicidad, como ya lo hemos mencionado la misma no viene a visitarnos desde fuera, no tiene que ver con lo que nos pasa, o con lo que estamos viviendo, por lo contrario, ya albergamos en nuestro mundo interior todo lo necesario para sentirnos plenamente felices.
Por lo tanto, puedo sentirme triste sin dejar de sentirme feliz. Porque la felicidad no es estar alegre, contento, eufórico. Es esa dulce sensación de serenidad, de calma, de no estar perdido y con la certeza de saber que estoy en el camino que me conduce hacia donde quiero ir.
Claro, que también en nuestro interior albergan algunas trabas como inhibiciones, dudas, miedos, exigencias, mandatos que nos dificultan hacer uso de nuestra libertad interior para llevar a cabo aquellas acciones que nos permitirán alcanzar nuestros objetivos. Aquello que deseamos conseguir.
Así como la felicidad no depende de nuestros sucesos exteriores, tampoco depende de que alcancemos tal o cual objetivo. La felicidad no es el cumplimiento de nuestros deseos. Somos seres deseantes y nada más alcanzar un sueño para que este se desvanezca y entonces ir tras otro.
Nuestros logros nos llenan de dicha y alegría y contribuyen a que seamos personas más felices, pero no determinan nuestra felicidad.
Como ya dijimos, la felicidad es esa sensación de bienestar y serenidad ante la certeza de saber que se está en el camino correcto. El abrazo amoroso a quienes somos y a nuestra realidad. Todo lo que necesitas para ser feliz ya está en ti.
“La felicidad es la combinación de dos sensaciones: una, la de sentirse más amado de lo que uno cree que merece; y otra, la de amar más de lo que uno había imaginado ser capaz”. Fernando Alberca.
Hasta el próximo posti y recuerda que la felicidad no es demostrable es algo que se vive.