Embarazos que no llegan a término. Ilusiones que se hacen añico.
Al perder un embarazo conoces el lado oscuro de la vida.
La pérdida de un embarazo es doblemente dolorosa, primero por la sinrazón a la que nos enfrenta la vida cuando decide que ya no puedes seguir soñando con aquello que te había concedido, y segundo, porque a diferencia de otros duelos el duelo perinatal es un duelo no reconocido, silenciado, minimizado por las personas cercanas, amigos y la misma sociedad.
¿A que llamamos duelo perinatal?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la muerte perinatal es la muerte del bebé durante el período que comprende el embarazo a partir de la semana 22 de gestación hasta los siete días posteriores a su nacimiento. Esta misma entidad internacional asegura que, sólo durante el 2009, la mortalidad perinatal causó 2,6 millones de muertes fetales a nivel mundial. Nada más ni nada menos que aproximadamente 8.200 muertes al día.
Soy una fiel defensora de que Independientemente de las semanas de gestación, el dolor que produce esta pérdida solo puede ser valorado por cada doliente.
Es indiscutible que a mayor avanzado el embarazo hay más implicación e involucramiento con él bebe, pero igual de dolorosa puede ser la pérdida de un embarazo de apenas pocas semanas. El dolor no es proporcional a las semanas de gestación, el dolor tiene más que ver con la representación mental del bebe por parte de su madre, y también por su padre, muchas veces el gran olvidado.
El “lugar” que de alguna manera ya empezaba a ocupar en la historia de vida de esa familia. Desde el momento mismo de la confirmación del embarazo (a veces antes) los padres celebran la vida, lloran de felicidad, se ilusionan con ese hijo, y este ya empieza a formar parte del entretejido de ese sistema familiar. Nadie puede prepararse para una paliza tan abrumadora como cuando se les anuncia que el embarazo se interrumpió, que ya no hay latidos cardiacos. Todo lo que hasta ese entonces era vida se tiñe de muerte. La realidad con ese bebe en camino, pasa a ser otra realidad donde ya no hay ningún bebe, o por lo menos ese bebe, él bebe que esperaban, que soñaban, el que muchas veces ya tiene un nombre elegido.
¿Pueden imaginarse el dolor de esos padres? Y digo padres porque la madre pone el cuerpo, pero el padre pone el alma y ante este golpe los dos están devastados. Los padres no son los únicos dolientes, también sufren los hermanos cuando los hay, y los abuelos, los amigos, etc.
Si a este inimaginable dolor le agregamos el silencio y la negación del mismo por parte de los allegados, tenemos un combo difícil de procesar.
Si bien el silencio es común a la mayoría de los duelos, y en parte podemos explicarlo por lo movilizante que es la muerte del otro, ya que nos enfrenta a nuestra propia muerte, entonces el manto de silencio se ofrece como una salida casi mágica para mantener a la muerte alejada de nosotros. En el caso de estas pérdidas gestacionales se suma la particularidad de la “negación”, esto lo podemos escuchar en frases como: “eran apenas unas pocas semanas de gestación”, “ya tienes un hijo hermoso o dos o tres, ya tendrás otro más adelante”, “mejor si murió a las horas de nacer y sin sufrir a tener de mayor alguna enfermedad” etc. Es casi como decir “acá no pasó nada…sigamos con la vida”.
Y esta actitud deja a los padres más desolados aun, bastante dolor tienen en su alma para además hacerse eco de estas “bien intencionadas” frases de ayuda.
¿Y cómo van a poder “salir” del duelo estos padres si no pueden “entrar”?
Estos padres están desolados, dolidos, quebrados, se sienten castigados por la vida. Cuando una herida está abierta el mínimo roce parece lastimarla, algo similar le sucede a nuestra alma herida cuando la rozan las palabras. La mejor ayuda para un alma rota es un abrazo, un mimo, escuchar activamente sin comparar ni dar cátedras.
Un alma rota necesita ser arropada.
El contacto físico es la mejor manera de comunicar afecto, no necesitas hablar ni justificar ni elaborar ni explicar nada. Todo lo que tienes que decir queda dicho cuando lo haces genuinamente.
Hasta el próximo posti y recuerda personalizar tu duelo, yendo a tu ritmo, conectando con tus emociones, escuchando a tu corazón.
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