La envidia es una emoción universal que todos en algún momento hemos sentido
Todos conocemos a alguien que conoce a un envidioso ¿Sera el mismo que conocemos todos? Claro que reconocernos a nosotros mismos como personas envidiosas ya es otra cosa. Nosotros envidiosos no. Los otros… puede ser.
Si buscas en internet información acerca de esta emoción vas a encontrar ciento de entradas del tipo: “Como no sentir envidia en cinco pasos”, “Liberate de la envidia”, “Que la envidia no te habite”.
¿ A qué se deberá tanta negación a aceptar nuestro lado envidioso? ¿Tendrá que ver con lo que venimos escuchando desde tiempos inmemoriales acerca de lo mala y ruin que es la envidia, y de lo importante que es alegrarnos siempre y sin ninguna excepción cuando a otro le va bien? ¿Cómo podemos reconocer a un “envidioso” si no reconocemos en nosotros mismos esa emoción? Si vemos a alguien angustiado y llorando intuimos que se siente mal, que esta triste, porque nosotros alguna vez nos hemos sentido así y nos vemos reflejados en su emoción, nos identificamos, empatizamos y algunas veces hasta somáticamente, es decir ante el llanto sentido del otro, terminamos llorando. Pero parece que con la envidia las cosas no funcionan igual.
Estamos empecinados en no querer sentir envidia o mejor dicho, en no reconocerla. No olvidemos que la envidia es una emoción universal. Esto posiblemente está ligado al hecho de que vivimos en una sociedad en donde lo malo es inadmisible y por lo tanto tiene que ser erradicado. De esta manera tenemos las emociones que llevan al cielo y otras directamente al infierno. Y en el grupo de emociones con pasaporte al “infierno” podemos encontrar los siete pecados capitales: ira, gula, pereza, lujuria, codicia, soberbia, envidia. Deseos y emociones que la gente no deja de sentir, y simplemente esconde por temor o vergüenza. Por eso es fundamental tener presente que como todas emociones la envidia es universal y tiene un buen propósito no aparece para fastidiarnos.
¿Qué hacer cuando sentimos envidia?
En primer lugar, no asustarnos. Sentir envidia no nos transforma en un monstruo de cuatro cabezas, no debemos resistirnos ante esta emoción. Si en lugar de huir de lo que sentimos, aceptamos nuestras emociones como normales, estaremos en contacto con lo que nos pasa, y en mejores condiciones de preguntarnos qué nos quiere decir. La envidia es una señal que nos está indicando que algo nos está pasando y si en vez de sentirnos fatal tratamos de entender lo que nos quiere decir, estaremos haciendo un uso funcional de la envidia, y transformando la situación en aprendizaje. Vamos a un ejemplo: Alguien está buscando trabajo desde hace un tiempo infructuosamente y se entera que un amigo ha conseguido trabajo nada más empezar a buscar. Si la persona se ve a sí misma como carente de recursos para conseguir un empleo y además tiene una opinión de sí misma devaluada, se van a crear las condiciones para que perciba al amigo como alguien que tiene algo que él no puede tener y entonces es entendible que se sienta mal. Se ubica en una posición de inferioridad con respecto al amigo. El amigo no solo tiene el trabajo sino las habilidades y el conocimiento que él no tiene o cree no tener. Esta es la envidia disfuncional la que genera sufrimiento. En cambio, si la persona indaga acerca de la forma en que su amigo busco trabajo, como redacto su CV, a que lugares lo envió, en qué consistió la entrevista laboral, etc. puede empezar a conectarse con sus propios recursos y herramientas y a descubrir otros nuevos y a darse cuenta que así como su amigo consiguió trabajo, él también está en condiciones de hacerlo porque cuenta con las herramientas necesarias. Esta es la envidia funcional, la que ayuda a crecer porque no se queda pegada al “yo quiero lo que él tiene y no tengo” si no que se pregunta como hizo el otro para conseguir o lograr eso que el tanto desea y a partir de ahí transforma la situación en un hermoso aprendizaje.
Si aceptamos lo que sentimos con lo bueno y lo malo que esto implica, podremos elegir la mejor salida para cada momento especial.
Hasta el próximo posti (frecuencia semanal) y recuerda conectar con cada una de las emociones. Todas tienen un propósito.