“¿Te enseñaron el peor amor?. No estás condenado a repetirlo”
febrero 11, 2025
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“Aprender a vivir el amor desde un lugar más sano”

“Una persona criada en el amor y otra criada en la supervivencia ven el mundo de forma diferente. Una está acostumbrada a esperar amabilidad y calidez de la gente, mientras que la otra siempre está preparada para la traición y la lucha”. Anónimo.

La idea de este posti es reflexionar sobre las marcas que el grupo familiar en el que hemos crecido deja en nosotros.

Cada entorno familiar deja sus huellas, solo que algunas de esas huellas van a propiciar una visión de nosotros mismos, de los demás y del mundo como un lugar hostil y peligroso, o gentil y generoso dependiendo de las características de ese medio ambiente en el que nos hemos desarrollado.

Es importante subrayar que no estamos determinados por ese entorno en el que hemos crecido, pero inevitablemente nos condiciona a percibir el mundo y a los demás como un lugar seguro y confiable, o por el contrario, como un campo de batalla. Sin olvidar los matices entre los extremos.

Aquí radica nuestro potencial para intervenir en nuestra propia vida. Dado que si bien cada medio ambiente es el que es y no lo podemos modificar, como tampoco podemos borrar nuestro pasado, sí, podemos objetar las creencias que hemos desarrollado en base a esas vivencias.

Asimismo, nuevas y posteriores experiencias en otros contextos también ayudan a corregirlas.

Si alguien creció escuchando que era un inútil, que no hacía nada bien y que los otros eran mejores, seguramente haya forjado una imagen de sí mismo como la de una persona incompetente, inferior y  sin valor.  Como nos podemos imaginar, acunar una imagen de si mismo tan devaluada es un problema.

Alguien que haya crecido en un ambiente violento, donde se discutía permanentemente, y las dificultades se resolvían con golpes físicos, puede desarrollar dificultades a la hora de confiar en los demás, de sentirse merecedor del amor de alguien, y presentar una cierta incomodidad ante una muestra de afecto genuina, ya que sin darse cuenta, claro, puede estar más preparado para esperar el golpetazo, la contrariedad, y el mazazo. El mundo y los demás son adversarios de los que hay que defenderse.

“¿Cuál es el secreto de la fuerza que le permitió recoger flores en el estiércol?. Boris Cyrulnik.

Crecer en un entorno rociado de agresividad, y crueldad donde no se tienen en cuenta las necesidades afectivas de sus integrantes, posibilita el verse a sí mismo como un despojo, a los demás como contrincantes y al mundo como un lugar despiadado en el que solo hay que sobrevivir. En donde la solidaridad de los demás, el disfrute y el placer de las pequeñas cosas al haber sido algo inhabitual no se espera. Por consiguiente, un gesto afectuoso puede ser desestimado, o levantar sospechas.

Si mis cuidadores primarios, aquellas personas que asumimos nos aman, y de quienes depende nuestra supervivencia, ya que sin el amor, el cuidado y la protección que las mismas nos  brinden nos moriríamos, me trataron mal, me trataron más como a un objeto que como a un ser humano con necesidades afectivas a las que había que identificar e intentar satisfacer, es más probable que espere de los demás un trato similar.

Y especialmente de aquellas personas más cercanas y significativas. “Quien te quiere te hace sufrir”, “El amor es caos, enredo, confusión”, “La convivencia es como un enfrentamiento entre iguales”, “Vivir es sobrevivir”.

Considerar nuestras creencias como dogmas es someternos al mandato de las mismas. Revisar nuestras creencias es fundamental para expandir nuestra vida.

Percibimos el mundo, las situaciones que vivimos, y el comportamiento de los demás, a través de nuestras creencias. Las mismas son las gafas desde las cuales percibimos la vida.

Las creencias son el filtro perceptual desde el cual interpretamos el mundo. Las creencias no se crean de la nada. Nuestras experiencias, lo que nos dicen los adultos significativos, los educadores, los amigos, la sociedad a través de la publicidad, del cine, de los libros, son el abono y los nutrientes de nuestras creencias.

Volviendo a nuestro ejemplo, si bien de manera intelectual y racional podemos entender que el hecho de haber crecido en un entorno violento, y hostil, en donde las necesidades del otro no eran tenidas en cuenta, no implica en absoluto, que todos los entornos sean iguales, la comprensión emocional de eso mismo es otra cosa.

En tanto y en cuanto no cuestione la creencia mi visión de la realidad va a estar sesgada inevitablemente por la misma. Por lo tanto, es más probable que pase por alto las buenas intenciones de los demás hacia mi persona, o que las asuma como un cumplido, o que les reste importancia, “Esa persona es así con todos”, “Le gusta quedar bien”, “Tendrá algún sentimiento de culpa”. Cualquier argumento que contradiga mi creencia, como por ejemplo, “Es una buena persona”, será desatendido.

Vamos a desestimar los argumentos y afirmaciones que no confirmen nuestras creencias. Siguiendo con nuestro ejemplo, todo aquello que no me confirme que los demás son seres egoístas que solo piensan en ellos mismos, e incapaces de ayudar a nadie, o que en esta vida solo estamos para sobrevivir y sufrir los avatares de la misma, es ignorado. Por consiguiente, nuestra atención se dirigirá a todo aquello que me confirme el lado malicioso de los otros y de la vida.

Y si en algo es bueno el cerebro es en buscar información que corrobore y confirme nuestras creencias.

Un buen ejercicio que nos puede ayudar cuando nos encontramos atascados, y dándole vueltas a una situación que nos hace sufrir, ya sea el comportamiento de alguien hacia nosotros, o algo que no está saliendo como queremos, entre otras cosas, es interpretar esa situación, como por ejemplo, el comportamiento de esa persona hacia nosotros de cuatro maneras diferentes como mínimo, y si puedes encontrar más interpretaciones mejor.

Imagina por ejemplo que estás dolido por algo que te dijo un amigo, o tu pareja porque tú consideras que se está pasando de ti y que no le importas demasiado porque ese accionar es propio de alguien que no tiene demasiado interés. Intenta interpretar ese mismo comportamiento de diferentes maneras.

Tal vez no dimensionó que al hacer o decir eso te podría afectar como te ha afectado.

Tal vez esta persona en tu lugar no se habría sentido ofendida.

Tal vez pensó que la confianza y los años de amistad ameritaban ese comportamiento.

Tal vez ese tipo de comportamiento le sale de manera fácil y natural, y deba aprender otras maneras de acercarse a los demás.

Este tipo de ejercicio nos ayuda a desarrollar mayor flexibilidad mental, a modificar creencias que pueden estar muy arraigadas, a ver colores donde antes, quizás, solo veíamos en blanco y negro.

Hasta el próximo posti y recuerda que somos lo que hacemos con lo que hicieron con nosotros.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina A. Speroni