“El camino del duelo”. “El olvido es la verdadera muerte”
diciembre 19, 2024
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“¿Dónde van los que mueren?. ¿Cómo seguimos los que quedamos?”

Vivir es convivir con las perdidas y con la muerte. No podemos pensar la una sin la otra, como las perlas que forman un collar, la muerte forma parte de la vida.

En este posti hablamos de la muerte de un ser amado. De ese desgarro emocional por el que alguna vez, o muchas veces vamos a pasar. Vamos a conocer.  Vamos a transitar. Vamos a ser recorridos. Vamos a ser golpeados.

No es la muerte en si misma, es a lo que la muerte de ese ser amado nos enfrenta. Es el despiadado sin retorno de la muerte. Es ese golpe en seco que hace sangrar nuestra alma. Es el universo cayéndose encima nuestro. Dejándonos aplastados, abatidos, empapados de dolor y desconsolados. Imposible volver a ser quien y como éramos. Nadie sale igual después de la muerte de alguien amado.

Podemos pensar el trabajo del duelo como aprender a soportar lo insoportable. Como aprender a vivir con la eterna falta de esa persona a la que amábamos. La muerte cambia nuestra vida, la transforma. Nos transforma.

Es común escuchar frases como, “Mi vida está destruida”, “Su muerte me ha destruido”. Y sí, su muerte ha desmoronado la vida que teníamos, la relación, las ilusiones, las discusiones que surgían pero que no nos separaban, los proyectos  que compartíamos.

El trabajo del duelo nos enfrenta al desafío de reconstruirnos poquito a poquito. Al desafío de inventarnos una nueva vida en la que la persona amada ocupa un lugar en nuestro corazón, en nuestra psiquis, en nuestro interior donde nos sigue acompañando de otra manera.

Esta otra manera de estar con nosotros nos duele, porque no es algo que hayamos elegido, ni querido, ni deseado. La vida, el destino, las circunstancias, como queramos llamarlo ha decidido que sea así. Puede pasarnos que en un primer momento nos peleemos con esta situación, que nos preguntemos por qué a mí, por qué ahora, por qué de esta manera, por qué esta injusticia, por qué este dolor. Muchas de estas preguntas no tienen respuesta.

“La muerte es alguien que se retira de sí mismo y vuelve a nosotros. No hay más muertos que los llevados por los vivos”. Pío Baroja.

Aprender a vivir sin algunas respuestas también forma parte del proceso de duelo. En los casos de muerte por suicidio la falta de respuesta al por qué está bastante presente. A esto se le suma el sentimiento de culpa por no haber podido dimensionar el sufrimiento de la persona, por no haberlo podido ayudar, en definitiva, por no haberlo podido salvar.

Son situaciones demasiado complejas como para pensar que siempre y en todos los casos es posible darse cuenta como para intervenir y evitarlo.

Si a esto le sumamos la liviandad con la que muchas veces se hacen comentarios desde el más absoluto desconocimiento de lo que estaba sucediendo, no podemos imaginarnos la desolación de quienes tienen que afrontar este tipo de muertes.

“La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.” François Mauriac.

Al hablar del proceso de duelo se abre un abanico de muchas posibilidades distintas. No es lo mismo perder a un hijo, que perder a uno de los padres. No es lo mismo perder a un padre cuando se es un niño, que cuando se es un adolescente, o se es un adulto.

Como no es lo mismo perder a un abuelo, a un tío, a un hermano o a un amigo. La forma en la que cada persona muere también es distinta y por consiguiente, va a impactar diferente en cada uno de sus seres queridos. No es lo mismo perder a alguien en un accidente, que después de una larga enfermedad, o después de haber decidido suicidarse.

Como podemos ver el común denominador al hablar de duelo es la muerte, pero en torno a la muerte se despliega una paleta de muchísimos colores.

Asimismo la manera en la que cada persona afronta la muerte de un ser amado va a tener también muchísimos colores.

Cada muerte como sus circunstancias es distinta. Cada uno de nosotros es distinto. Los recursos personales de cada uno también difieren. De ahí la importancia de cuidar lo que se dice en momentos tan sensibles y complejos como lo es la muerte de un ser amado. Si la muerte y lo que rodea a cada muerte es tan diferente, podemos entender lo absurdo de usar frases comunes que parecen poder aplicarse a todos los casos como si estuviéramos hechos en serie.

Atención a las frases hechas.

Atención a los comentarios dichos desde el desconocimiento de lo sucedido. Si no hemos formado parte de la vida de quien ha muerto, ni hemos estado allí durante el proceso del morir, ni en el momento de la muerte, no sabemos nada. Desarrollemos el arte del silencio.

La empatía no es solamente ponerse en el lugar del otro. Empatía es interpretar la situación del otro desde su propio lugar, no desde el mío. Ponerme en los zapatos del otro desde quien soy yo no es empatía.

Volviendo a la pregunta de este posti, ¿Dónde van los que mueren?. Sí, podemos decir que nuestros muertos viven en nosotros. Sí, podemos decir que quienes se han ido antes de esta vida no pueden irse de ese lugarcito de nuestra mente, a menos que los olvidemos.

El olvido es la verdadera muerte.

Ir un poco más allá nos enfrenta con la falta de certezas. ¿Qué hay después de la muerte?. Nos iremos de esta vida sin la certeza de saber qué es lo que hay. Sin embargo, esto no debería impedirnos  investigar, escuchar nuestra intuición, estar atentos a lo que percibimos, ser permeables a escuchar otras historias de quienes han perdido a un ser querido, sin el afán de encontrar respuestas, porque seguramente lo que vamos a encontrar son más preguntas. Pero las preguntas se alimentan de la curiosidad, del querer saber, del deseo de ir más allá.

Sin las mismas es difícil expandirse, seguir creciendo, y evolucionando.

Si sientes la presencia de esa persona que has perdido, si sientes que desde donde sea que esté te acompaña, abraza esa experiencia, déjate arropar por esa cálida y hermosa vivencia.

Claro que no es lo mismo al abrazo corporal. Por supuesto que no es lo mismo. ¿Acaso el camino del duelo no es el proceso a través del cual la presencia física del ser amado se transforma en esa ausencia que se hace presencia en los sueños, en los silencios, en la complicidad de las señales, en las sincronicidades?.

Los que quedamos tenemos el arduo reto de comprometernos con la vida aún en medio del dolor como una forma de rendirle homenaje a quien ha fallecido, y ha sido inmensamente importante para nosotros.

El olvido es la verdadera muerte.

Hasta el próximo posti y recuerda que, “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.” Isabel Allende.