“Una persona no puede estar cómoda sin su propia aprobación”. Mark Twain
Deshojando la margarita, ¿me quiero mucho, poquito, o nada?. La idea de este posti es reflexionar sobre la importancia de querernos incondicionalmente por ser como somos, con lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotros mismos. Desarrollando la sabiduría para diferenciar entre lo que podemos cambiar y aquello que tenemos que aceptar como parte de nosotros.
¿Cómo puede ser la vida de alguien que no se lleva bien consigo mismo? ¿Cómo puede sentirse, y pensar alguien enemistado con su propia existencia, con su propio ser? ¿Qué tipo de relaciones es más probable que forme quien se siente un fracaso, incapaz de casi todo, merecedor de nada bueno?. De eso reflexionamos en este posti.
¿Quién no se ha sentido alguna vez como en el mito de Sísifo condenado a empujar montaña arriba una pesada roca que al llegar a la cima vuelve a caer, donde el círculo se repite una y otra vez?. ¿Cómo transitar la vida queriéndonos muy poquito?. ¿Cómo empujar las pesadas rocas que a veces nos pone la vida en el camino si nos sentimos el último orejón del tarro?.
¿Cómo perseguir nuestros sueños si no nos creemos lo suficiente como para intentarlo?. ¿Cómo dejar que la culpa duerma un rato más cuando vivimos un presente venturoso?. ¿Cómo lidiar con nuestras inseguridades si nos sentimos fallados?.
¿Para qué es importante la valía personal? Si no conservamos esa necesaria cuota de amor hacia nosotros mismos estamos condenados a depender de la validación del afuera, y por ende, a dejar nuestro propio valor en manos ajenas.
Hay cosas que nos ayudan a vivir, y el amor propio encabeza la lista.
Quererse es una decisión. Sí, es decirnos de manera firme y convencidos, “Hoy decido quererme”. Decido emprender este viaje rumbo a mi amor propio. Este viaje es hacia mi interior. En este viaje no tengo que llegar a ningún sitio. Ya estoy en el sitio. Todo lo que necesito para quererme ya está en el equipaje con el que llegué a este mundo.
“Ten fe en lo que existe allí adentro”. André Gide.
¿Si cambiamos esa obsoleta idea de que para querernos tenemos que alcanzar esto o aquello, o conseguir tal cosa, o modificar determinada conducta, o superar un determinado miedo?.
Estos logros pueden ayudar en nuestro bienestar, así como también pueden colaborar en el robustecimiento de nuestra confianza y seguridad personal. Pero nuestro amor propio no debe depender de ningún logro.
¿Cuál es la diferencia entre la satisfacción de alcanzar algo que deseábamos con el amor propio? Que el amor propio está por encima de todo esto. Nuestro valor personal está entrelazado a nuestra existencia. A nuestro ser. A quienes somos. No necesitamos ser alguien distinto. Ni alguien más. Así como somos está bien.
Alguien podría pensar, “Así como soy estará bien, pero no me gusto”. ¿Para qué y con qué fin tomar por cierto ese pensamiento?.
Cuando nos decimos, “No me quiero”, “No me gusto”, “No soy lo suficiente”, “Los demás son mejores”, estamos pensando eso. Cuando digo, “No me quiero” adhiero a esa creencia. La tomo por cierta. La escucho. La apruebo. La buena noticia es que todas las creencias pueden cuestionarse.
“No juzgamos a las personas que amamos”. Jean-Paul Sartre.
Si decido empezar a quererme tal vez tenga que empezar a objetar algunas creencias.
Observar nuestras voces interiores forma parte de la decisión de querernos. ¿Cómo me hablo a mi mismo?. ¿A qué pensamientos escucho, les hago caso, les doy atención?.
Si no empiezo a quererme por ser quien y como soy, con lo que puedo y lo que no puedo, estoy en problemas. Quererme por ser como soy no significa que sea perfecto. Habrá tiempo para mejorarme, pero no debo mejorarme para ser más valioso.
Así como un niño no necesita sacar buenas calificaciones para obtener el amor de sus padres, ¿Por que nosotros deberíamos alcanzar determinadas cosas a lo largo de nuestra vida para sentir aprecio hacia nosotros? Absurdo, ¿verdad?.
Ansiar ser y tener una vida diferente es la raíz del autoodio.
Que no me hayan querido o validado a una edad temprana no es una justificación para tenerme olvidado. Siempre puedo empezar a quererme. Como todo cambio es incómodo, implica un proceso, un gasto de energía, y muchas veces y sin darnos cuenta optamos por lo más fácil, por aquello que nos sale sin esfuerzo y de manera automática.
En el tema del amor propio optar por lo que nos sale sin esfuerzo, es decir, anidar en la queja de quien no se quiere, nos mantiene en un lugar desde el que se hace muy complicada la vida, las relaciones, la relación con nosotros mismos, como nos posicionamos frente a los demás.
“Somos la única persona sin la cual no vamos a poder vivir”.
Si es insoportable la vida junto a alguien que no nos quiere, o que dejamos de querer, ¿Cómo es la vida de alguien que no se quiere a sí mismo?.
Les comparto una reflexión que intenta describir lo que siente alguien que no se quiere.
Por una vez quisiera creérmela. Dejar al miedo mojarse bajo la lluvia.
Quisiera pedirle prestado el plumaje a un pavo real y pavonearme orgullosa de mí.
Quisiera aligerarme de esa chatarra mental cuando me recuerda al oído que no sirvo.
Quisiera sentirme única en lo que hago. ¿Acaso no somos únicos e irrepetibles?. Una cosa es sentirse único y otra muy diferente es sentirse el mejor. Igual, no acostumbro a usar ninguno de estos dos trajes. Suelo ponerme el que dice, “los demás lo hacen mejor”.
Confieso que me encantaría probarme cualquiera de los dos, solo para saber qué se siente, cómo es la sensación de habitar en alguien que se siente especial. Sentirse especial no es lo mismo que serlo. Todos somos seres especiales, pero no todos se sienten especiales.
Quisiera presumir de una sana valía personal, en vez de sentirme la sombra de mí mismo.
Hasta el próximo posti y recuerda que, “Demasiadas personas sobrevaloran lo que no son y subestiman lo que son.
“Te has estado criticando durante años y no ha funcionado. Intenta aceptarte y observa qué ocurre”.
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