“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. Tito Livio
En este posti reflexionamos sobre el miedo a conducir o también llamado amaxofobia. ¿Qué es la amaxofobia? Hablamos de amaxofobia cuando el miedo a conducir es tan intenso que le impide a la persona iniciar la formación necesaria para el aprendizaje de la conducción, o una vez iniciada la formación continuar con la misma, debido al intenso estrés, tensión, y malestar que le genera el proceso de aprendizaje.
Las causas son múltiples, variadas y tantas como personas hay. Cada persona es un ser único con una historia de vida también única. La idea de este posti no es detenerse en los orígenes de este miedo sino en repasar diferentes estrategias que pueden ayudar a transitarlo. Es tarea de cada persona descubrir qué estrategia le funciona, y cuál no.
Vamos al lío.
Empecemos por diferenciar entre la incomodidad e inseguridad esperable y funcional de quien está aprendiendo esta nueva habilidad, al miedo incapacitante y disfuncional que aleja a la persona de alcanzar este objetivo.
Tengamos presente que una cuota de miedo es adaptativa y nos va a ayudar a estar atentos y focalizados tanto en nuestra conducción como en la de los demás conductores.
Conducir con cero miedo implicaría un peligro tanto para quien conduce como para quienes comparten la carretera con esta persona. Como podemos ver el miedo en sí mismo no es un problema. El problema comienza cuando el miedo se dispara, la persona se bloquea y por consiguiente, se siente incapaz de conducir, ya sea de iniciar las clases prácticas, o de salir sola con el coche una vez obtenido el carnet, en algunos casos ni siquiera se permite jugar con la idea de conducir, “No es para mí, me da miedo”, en algunos casos la persona deja de conducir después de haber conducido por mucho tiempo.
¿Qué es lo primero que naturalmente nos sale hacer ante el miedo? Evitar. La evitación como solución ante alguna situación que nos da miedo, es algo que en algún momento todos hemos experimentado. La evitación no siempre es mala. Evitar poner la mano en una superficie caliente como por ejemplo cuando estamos planchando es funcional, pero evitar conducir cuando es algo que se desea es disfuncional.
En este segundo ejemplo la evitación forma parte del problema y hace que persista. ¿Y entonces qué hacemos? En vez de la evitación como solución fallida, vamos por la exposición.
Por una exposición gradual que se adapte y respete el ritmo y el tiempo del proceso de cada persona.
Sin exposición no puedo aprender a conducir. Si no me expongo, si evito, si me fugo, el miedo se mantiene y aumenta. ¿Cómo me expongo si tengo miedo? ¿Quién dijo que para exponernos a algo no tenemos que sentir miedo?. Recordemos que dijimos que el miedo no es el problema per se sino la intensidad del mismo.
¿Cómo no aumentar el miedo, cómo mantenerlo en niveles que aunque incómodos no nos impidan sentarnos frente al volante?.
Coge papel y boli y responde a estas preguntas.
_Cuando pienso en conducir, ¿Qué temores vienen a mi mente?. Esos miedos también pueden manifestarse a nivel corporal. “La sola idea de conducir hace que se me oprima el pecho”, “Cuando pienso en conducir me paralizo, y entro en blanco”, “Compartir la carretera con camiones y autobuses me acelera el pulso cardíaco”.
_Esos temores, ¿Con qué están asociados, con tener un accidente, con hacer las cosas mal, con no ser capaz, con que los demás se rían de mí, con no estar a la altura de los demás conductores, con qué?. Es importante identificar los miedos.
Si los miedos se relacionan con tener un accidente o algo similar puede ayudar el hacer la diferenciación entre posibilidad y probabilidad.
¿Es posible que tenga un accidente con mi coche? Sí, claro. Desde que hubo un accidente es posible que haya otro. ¿Es probable que tenga un accidente con mi coche? Tan probable como tener una caída, y menos probable que ser diagnosticado de una enfermedad seria. ¿Dejaríamos de viajar, de ir a estudiar, de trabajar, o de salir con amigos, para evitar enfermarnos, o sufrir una caída?.
“No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor”. Alejandro Dumas.
El primer paso es identificar los miedos, y los pensamientos asociados a esos miedos. Cuando sientas miedo pregúntate que estás pensando. Alguien al sentir miedo puede estar pensando que en un semáforo el coche se le va a calar, y los otros conductores le van a pitar, y entonces más ansiedad va a sentir y la situación va a ir a peor. Como muestra este ejemplo la persona en este caso escucha el pensamiento, pone la atención en el mismo, con lo cual lo está validando y le responde.
Si respondo al pensamiento entro en un bucle generador de malestar, sufrimiento y ansiedad.
Cuando le presto atención a un pensamiento me relaciono con el mismo como si fuera una verdad a la que yo adhiero y escucho, pero ningún pensamiento es una verdad absoluta. Un pensamiento es solo una idea que nos propone nuestro cerebro para resolver una situación de vida. ¿Para qué centrarnos tanto en esos pensamientos que nos generan ansiedad, sufrimiento, y malestar emocional?.
¿Qué hacer con este tipo de pensamientos? No responderles. Parada de pensamiento. Cada vez que mi mente me proponga un pensamiento como, “¿Cómo voy a hacer para aparcar con una fila de coches esperando que termine?, “No hay manera de que pueda reaccionar rápido ante un imprevisto”, “Cuando tenga que detenerme en un semáforo en pendiente seguro se me cala el coche”. No respondo a estos pensamientos limitantes.
Por no responder no van a desaparecer, pero la idea es no alimentarlos. Cuando la mente me propone estos pensamientos limitantes, me centro en mi respiración y focalizo mi atención en la misma. Sin evitarlos, ni pelearme con los mismos.
Pongo mi atención en la respiración y en las razones y beneficios que encuentro para seguir transitando esta zona de incomodidad. Es incómodo, sí, claro. ¿Cómo no va a hacer incómodo conducir con la inseguridad propia y esperable de quién no tiene experiencia y tiene que compartir la carretera con algunas personas poco sensibles y empáticas ante esta situación?.
Si esta realidad activa pensamientos del tipo, “La conducción no es para mi”, “Por mucho que practique siempre estoy igual y no avanzo”, “Los demás lo hacen todo bien”. Respiro y no respondo. Y me recuerdo que me estoy formando para ser un buen conductor, en el caso de ya haber obtenido el carnet me recuerdo que soy un conductor habilitado, me felicito por todo lo que ya he conseguido, y en ese diálogo interior me digo a mi mismo que pasada esa fase de incomodidad empezaré a disfrutar cada vez más de la conducción.
A veces, tenemos una tendencia a focalizarnos en lo que nos falta, en lo que aún nos queda por aprender y no en todo lo que ya hemos conseguido.
Solo atravesando esa zona de incomodidad puedo enriquecer mi vida.
¿Dónde aprendí, quién me ha enseñado que las cosas verdaderamente importantes no me van a costar?.
Hasta el próximo posti donde seguiremos compartiendo más estrategias para transitar el miedo a conducir, y recuerda que, “El miedo es un sufrimiento que produce la espera de un mal”. Aristóteles.
¿Y si en vez de estar a la espera de un mal nos centramos en las razones para exponernos a la incomodidad de esta fase, tras la cual vamos a ganar independencia, no depender de otros para ir a algún sitio, aumentar la seguridad y la confianza en nosotros mismos, y en nuestros propios recursos?.
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