“Los hijos de psicópatas son siempre víctimas”
En este posti vamos a diferenciar los grupos familiares conformados por padres comunes de aquellos otros grupos familiares en los que uno de los progenitores, o ambos, aunque menos común, son psicópatas.
Lo expuesto en estas líneas sigue el marco teórico del Doctor Hugo Marietán, médico psiquiatra y especialista en el estudio e investigación del psicópata cotidiano.
La mayoría de las familias están compuestas por padres que aman a sus hijos. Amor que expresan a través del cuidado, la protección, y el afecto que le brindan a sus retoños.
Cuidado, amor y protección sin los cuales los hijos no podrían sobrevivir. Este amparo y resguardo afectivo favorece el óptimo desarrollo físico y emocional de los mismos.
¿Qué es y qué sucede en una cultura psicopática? Por cultura psicopática nos referimos al grupo familiar en el que uno de los progenitores, es un genitor. Con el término genitor hacemos alusión al progenitor con una personalidad psicopática.
¿Por qué usamos el término genitor? Porque el psicópata es “padre” o “madre” desde la biología ya sea porque aportó los espermatozoides necesarios para la fecundación de ese hijo, o en el caso de la mujer porque el desarrollo del embrión se llevó a cabo dentro de su vientre, pero como todos sabemos estas funciones biológicas no hacen a la función de madre o padre.Ser padre o ser madre va más allá de lo biológico. La parentalidad como función no puede pensarse sin la expresión del afecto, el cuidado y la protección antes mencionados. Y aquí es donde falla el psicópata. ¿Por qué falla el psicópata en su función parental?.
Para responder esta pregunta nos tenemos que remitir al descriptor de rasgos de psicopatía del Dr. Hugo Marietán.
Partamos de la base de que el psicópata es un ser de poder. El psicópata tiene necesidades especiales y una forma atípica de satisfacer dichas necesidades. Para la satisfacción de esas necesidades especiales hace un uso particular de la libertad. A diferencia de todos nosotros para quienes nuestra libertad interior está acotada por nuestros miedos, temores, ansiedad, y dudas, o por presiones sociales, en estos seres esa libertad interior está expandida y entonces consideran que “todo es posible”.
Decimos que estas necesidades son especiales porque están fuera de lo común, porque no están consensuadas socialmente, y para satisfacerlas va a hacer uso de un patrón conductual también atípico.
Recordemos que el psicópata carece del mundo emocional y afectivo con todos sus matices, su mundo emocional es chato, y están habitados por un hueco emocional, que es diferente al vacío emocional del neurótico.
Todos estamos recorridos por el miedo, la ansiedad, el temor, la duda, entre tantas otras emociones. Nada de esto le pasa a los psicópatas que solo conocen el entusiasmo, la ira, y la frustración, recordemos que esta última es su talón de Aquiles, y se activa cuando algo no sale como ellos quieren y es entonces cuando se descompensan y pueden cometer errores, o torpezas que los dejen en evidencia.
El psicópata se siente superior a los demás con quienes entabla relaciones utilitarias. La cosificación es una característica propia de estos seres, mecanismo por el cual le quitan al otro la entidad de persona, por consiguiente, el otro pasa a ser una persona “cosa” sobre quien pueden hacer lo que se les venga en gana, y descartarlos cuando ya no les resulte útil a sus fines.
Los psicópatas hacen uso de la cosificación a través de la manipulación, por medio de la seducción, las mentiras, la actuación, la fascinación y la coerción. Sin profundizar más en las características del psicópata cotidiano que se encuentran muy bien plasmadas en el descriptor de rasgos de psicopatía, paso ahora sí a describir la cultura psicopática.
Para adentrarnos en la cultura psicopática tenemos que tener presentes las características de estos seres, porque el psicópata cotidiano no se despoja de las mismas a la hora de tener un descendiente.
El psicópata es padre o madre, según sea el caso, desde esta atipicidad, y desde esta inmodificable forma de ser en el mundo puede conformar una pareja, una familia, y tener hijos.
Por lo tanto, ese grupo familiar va a tener también sus propias características distintivas. Características que van a afectar inexorablemente a las personas que formen parte de la misma.
¿Cómo se caracteriza una cultura psicopática? ¿En qué se diferencia de una familia común?.
En toda cultura psicopática hay un sol negro. Este término fue acuñado por el Dr. Hugo Marietán para mostrar como a diferencia del sol, estrella que es una de las principales fuentes de vida que nos da energía, luz y calor, el sol negro en la familia marchita, empobrece, y le resta energía y calidad de vida a los miembros de esa cultura.
La cultura psicopática está bajo las órdenes de un genitor. Si bien en una familia común hay una asimetría dado que los padres están en una situación de superioridad con respecto a sus hijos, esta asimetría es diferente a la verticalidad que reina donde hay un psicópata. El psicópata da órdenes, los demás deben hacer lo que él decide.
Él se considera un ser superior, las demás personas a quienes ve como simples cosas, inclusive los hijos, deben seguir sus órdenes. Además, recordemos que son seres adrenérgicos, la adrenalina a diferencia de todos nosotros los tranquiliza y los ayuda a pensar con mayor claridad, motivo por el cual se alimenta del conflicto. Necesita crear situaciones de conflicto, y si no hay un conflicto lo inventa. Lo cual crea un clima de tensión e inestabilidad permanente.
Si a esto le sumamos la falta de afectividad interior, con la consiguiente incapacidad de expresar la gama de las distintas emociones como el cariño, la ternura, el amor genuino y desinteresado hacia un hijo, crecer en un ambiente así no puede no dejar secuelas psíquicas, y a veces, también físicas, son muy comunes las enfermedades dentro de una cultura psicopática.
Crecer en una cultura psicopática es convivir a diario con la tensión, con la creación de conflictos permanentemente a raíz de cosas banales, con la incertidumbre de no saber con qué se va a salir el genitor al momento siguiente.
Si el genitor es el “padre” y la madre la complementaria, al vivir la complementaria de lo que hace o no hace su pareja el psicópata, no puede estar tan presente en la vida de sus hijos como estos necesitan porque está agotada física y mentalmente, esto conduce a la complementaria a ser negligente con sus hijos, a pesar, de que a diferencia del psicópata ella los quiere.
En una cultura psicopática no hay estabilidad emocional, reina una tensión constante, la figura del complementario se encuentra desvalorizada a los ojos de los hijos, por lo tanto, si la complementaria es la madre, los hijos la perciben más como a una hermana que como a una figura parental, porque la misma está en un estado de sumisión frente al psicópata, quien no la respeta ni la pone en un lugar importante.
El psicópata suele ser infiel, ejercer violencia económica, y de una manera sutil va haciendo un trabajo fino sobre la psiquis de la complementaria a quien descalifica, humilla, desacredita, y anula, quien como fruto de ese trabajo fino va sintiéndose cada vez más infravalorada, devaluada y con una pobre imagen de sí misma, hasta convertirse en una esclava psíquica de él.
Si bien los motivos que llevan a las personas a tener un hijo son tantos como personas hay, en el psicópata el deseo ya sea de tener hijos o conformar una familia no es impulsado por el interés genuino y puro de cuidar, amar y velar por el desarrollo de los mismos. ¿Y entonces por qué lo hace? Puede ser para darle hijos a la complementaria y entonces poder ejercer mayor control sobre la misma, puede obedecer a la creación de una fachada familiar que le sirva para algún propósito personal, para dar una imagen de buen padre de familia y esposo, una más de sus ficciones que le va a permitir ganarse la confianza de la gente.
Como podemos ver los hijos de un psicópata crecen y se desarrollan con la frialdad afectiva del genitor, con una complementaria que solo puede estar a medias porque gran parte de su energía psíquica se la consume el atípico, en tal escenario, las necesidades emocionales de los hijos son escasamente tenidas en cuenta. El psicópata puede hacer costosos regalos, pagar caros colegios, pero como no hace nada desinteresadamente, en algún momento le va a pasar la factura a los hijos.
Las estridencias económicas del genitor no son un mérito, aunque él las considere así, y se vea a sí mismo, y le guste que los demás lo vean como ejemplo de un padre intachable que se desvive por sus hijos.
Crecer con un sol negro en la familia allana el camino para que en un futuro los hijos se relacionen con otro atípico. Los hijos de genitores suelen no entender muchas expresiones de afecto, como una caricia genuina, o un cálido abrazo, porque ellos fueron privados de tales demostraciones de amor por parte del psicópata, dado que su afectividad es chata, y artificial, y por otro lado, la pareja del mismo se encuentra desgastada y con la mirada puesta en él, con lo cual, no le queda energía para sus hijos.
Este entorno no propicia el desarrollo de una sana autoimagen, como tampoco la confianza y la seguridad en los hijos, quienes son entrenados para satisfacer las necesidades del atípico.
Un psicópata no va a impulsar el estudio de sus hijos por el bienestar de ellos, sino para en un futuro sacar algún beneficio del mismo. El psicópata siempre trabaja para sí mismo.
Los hijos de psicópatas son víctimas. Crecer en una cultura psicopática deja sus heridas en el alma, y a veces, también en el cuerpo, pero una vez cicatrizada la herida la persona se puede reconstruir y vivir una vida plena a pesar de la cicatriz de la herida.
Hasta el próximo posti y recuerda que no hay nada que un hijo haya podido hacer para crecer en un grupo familiar de estas características.
La psicopatía es un hecho social, nos atraviesa a todos. Divulgar, aprender y seguir investigando sobre esta temática es fundamental para poder detectarlos.
Siempre apostemos a vivir con los ojos abiertos.
Puedes visitar mi canal de YouTube Betina A. Speroni.