“La vida no imparte justicia, imparte experiencias”
¿Por qué es importante pensar y conocer como funciona la frustración? porque la frustración es una emoción y como tal nos va a visitar inevitablemente en el transitar de la vida, además la frustración está dentro de las emociones desagradables, y como frente a lo desagradable tendemos a huir, o a empezar a buscar estrategias para dejar de sentirnos de esa manera incómoda, consiguiendo por defecto intensificar aún más aquello de lo que pretendemos alejarnos, ¿Qué mejor que conocer cómo opera la frustración para afrontar mejor los reveses de la vida, y al mismo tiempo y no menos importante conocernos un poco mejor a nosotros mismos.
¿Empezamos? La frustración se activa cuando algo que nosotros consideramos que nos merecemos no sale como queremos. Por tanto, nos sentimos enfadados, como si la vida nos estuviera tratando mal al privarnos de algo que nos corresponde a nosotros.
Desde lo cognitivo recordarnos que la vida no se caracteriza por ser justa, nos va a ayudar a cuestionar esa creencia según la cual, “En la vida cada cual tiene lo que se merece”. Todos con solo observar nuestra propia vida, o mirar a nuestro alrededor podemos encontrar infinidad de ejemplos que desmontan esta creencia.
¿Quién no ha conocido a una persona maravillosa, humana, sensible e incapaz de hacerle mal a nadie tener que vivir alguna inmerecida tragedia?, ¿Acaso todas las personas que cometen crímenes aberrantes se sientan en el banquillo de los acusados? Con ejemplos de inméritas situaciones podemos escribir una saga.
La vida no imparte justicia, imparte experiencias.
¿Dónde hemos aprendido que si me esfuerzo mucho merezco pasar el examen, que si me he comprometido en una relación merezco recibir lo mismo, que si trabajo y me implico con mi labor es justo ser reconocido por mi empeño, que si deseo fervientemente tener un hijo es justo que la vida me regale a mí esa oportunidad, y no a quien es un irresponsable, o no puede hacerse cargo de sí mismo, que si cuido mi alimentación, hago actividad física y mantengo a raya el estrés, no es justo que me enferme mientras otra persona que no se cuida goce de buena salud?.
Claro que nos gustaría que la vida tuviera otras reglas, o que por lo menos se apoyara en el criterio de equidad. Pero por experiencia propia sabemos que no es así. ¿Y entonces ante estas arbitrarias situaciones sentirse frustrado y enfadado está mal y es disfuncional?
Nadie elige a voluntad sentirse frustrado, ni enfadado, ni motivado, ni lo que sea que sintamos, las emociones son involuntarias, y tienen una función. Si bien la frustración es desagradable eso no significa que sea innecesaria, y aquí viene algo interesante, porque eso que me frustra, eso que no puedo alcanzar, eso que la vida parece negarme al mismo tiempo me moviliza, es decir, me da un motivo para acercarme a eso que deseo.
El deseo es esa energía que me impele a ir en busca de ese sueño, de ese objetivo, de esa meta, también puede suceder que ese deseo no sea propio y responda a un mandato familiar o social, es decir, al deseo de un otro, pero independientemente de si el deseo es propio o no, la búsqueda del cumplimiento de ese deseo nos mantiene vivos, despiertos y deseantes.
El deseo por cierto nunca puede satisfacerse del todo. Hay algo de ese deseo que siempre queda insatisfecho. Aprender a vivir con esa cuota de insatisfacción es parte de la vida.
Cuando finalmente alcanzamos aquello que nos daba tanta ilusión como por ejemplo, terminar la carrera, o conseguir un determinado trabajo, o construir una relación de pareja sana, o ese embarazo que no venía, entre un sinfín de otros ejemplos, podemos observar como después de esa primer alegría algo de esa situación que imaginábamos de una cierta forma no se corresponde al cien por ciento con la realidad.
Esto no significa que no haya merecido la pena alcanzar ese sueño, esto solo muestra que entre la situación que nos imaginábamos y la situación real hay una cierta distancia. Algo del deseo siempre queda sin satisfacer. Y esto da lugar a un nuevo deseo. Somos seres deseantes.
La publicidad, el sector del marketing lo saben muy bien y apuntan a este lado tan humano, y en el que somos vulnerables.
La falta de deseo, quien ya no desea nada está como se puede observar en los casos de depresión mayor intensamente desinteresado, desmotivado, sin ganas de nada, sin un propósito ni un para qué.
El hecho de no alcanzar algunas cosas en la vida, algo que inexorablemente nos sucede a todos, porque nadie puede todo, aunque es desagradable y doloroso, le abre la puerta al deseo.
Cuando estamos enfadados preguntarnos si estamos frustrados por estar viviendo una situación que según nuestra valoración es inmerecida, puede darnos información sobre lo que estamos sintiendo. Alguien frustrado es alguien enfadado.
“En un orden espontáneo no pueden evitarse las frustraciones inmerecidas.” Friedrich August Von Hayek.
Cuando algo que deseamos se nos resista sentirnos frustrados y enfadados es esperable, luego viene el trabajo personal que puede ayudarnos a no quedarnos pegados a la frustración, y a la amargura de no conseguirlo, y descubrir qué otras opciones tenemos para acercarnos a ese objetivo, con qué recursos personales contamos, para qué es importante conseguirlo.
Y siempre pero siempre valorar el camino recorrido, lo que hemos intentado, y especialmente desarrollar esa sabiduría que nos permita darnos cuenta cuándo es el momento de pasar a un plan b y cuándo por el contrario, es demasiado pronto para renunciar a un sueño.
Les comparto un escrito de cómo se siente la frustración cuando la llegada a la meta es una tarea titánica.
“De repente todo el esfuerzo parece en vano, y entonces hay cansancio, desgaste, aturdimiento, y hacia adelante se vislumbra más trabajo por hacer, y entonces se necesita más determinación, más ahínco, más, siempre más, todo parece no alcanzar, no ser suficiente. ¿Cuánto más? .
El problema no es el esfuerzo, si hay que esforzarse me llevo bien con el mismo, ¿Acaso no es lo que vengo haciendo? La irritación, el fastidio, la amargura no son consecuencia de lo que resta por hacer, como tampoco del empeño con el que hay que seguir, si no de la agobiante sensación de ser una tarea inacabable.
Como si la finitud de la vida, contrastara con la eternidad del esfuerzo necesario hacia la meta. Y a veces, no porque no se haya llegado a la meta, si no porque la meta no estaba allí donde prometía estar, si no más adelante, pero, ¿Cuánto más adelante? Y si mis fuerzas flaquean, y si no es para mí. ¿Cómo saber si es conveniente seguir o desistir? ¿Cómo saber cuando algo es demasiado? ¿Cómo saber cuando algo merece la pena ser perseguido? ¿Cómo saber si es legítimo cansancio, o una señal de que hay que abandonarlo?.
La duda no ayuda. La mente se nubla. La frustración ya es mucha. El enfado toma posesión de mi ser, y entonces de manera ciega y arrebatada se pronuncian las palabras que parecen mágicas, “Lo dejo”, “No es para mí” “Se acabó”, “Hasta aquí llegué”.
El alivio es artificial. Es momentáneo. Es efímero. Algo muy dentro de mí me hace saber que esas palabras no son ni mágicas ni reales, y sin proponérmelo descubro que la magia está en seguir intentando, que puedo un poco más, que aún es pronto para abandonar este sueño. Que es prematuro pensar en un plan b.
La frustración poco a poco va cediendo, permitiéndole a mi cuerpo recuperar el entusiasmo perdido. Las ganas se despiertan después de un momento de descanso. Ya estamos listos para seguir”.
La frustración como cualquier emoción va a pasar. Se va a disipar. Si contacto con la misma en vez de evitarla ayudo a este proceso.
Hasta el próximo posti y para descontracturar un poco después de tanta frustración recordemos citando a Oscar Wilde, que “La vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”.
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