“Enemigos infaltables si queremos enriquecer nuestra vida”
junio 23, 2024
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“¿Estamos expandiendo nuestra vida como un roble, o haciéndola más pequeña como un bonsái?”

La idea de este posti es reflexionar sobre cómo podemos ensanchar nuestra vida, es decir, cómo hacerla más significativa, más relevante.

Te propongo empezar señalando lo que no deberíamos hacer si quisiéramos empobrecerla. Si a voluntad nos propondríamos cortarle las ramas al potencial de nuestra vida para que en lugar de desplegar sus ramas, y el desarrollo de su frondosa copa, encaje en el diminuto tamaño de una hermosa maceta, como en el proceso de los bonsái, nada mejor que contratar a una serie de enemigos que encantados nos echarán una mano en la labor de quitarle sentido y achicarla.

El enemigo número uno es el no confiar en nuestros recursos al momento de hacer algo que deseamos. No tener confianza en nosotros mismos allana el camino a la procrastinación, a que el miedo tenga mucho protagonismo, a dañar la imagen de nosotros mismos, y por consiguiente, a entrar en el bucle de que como no confío en mí mejor no lo hago, y al no hacerlo me declaro incompetente, y entonces no me siento a la altura de los demás, y construyo una imagen de mí mismo devaluada.

La palabra confianza proviene del latín “confidentia”.  Está formada por el prefijo “con” que significa junto, todo, con, y  el término latino “fides”, que significa fe. Por lo tanto, cuando tengo confianza en mí mismo, tengo fe en mí. Me fío de mis habilidades a la hora de resolver, o de llevar a cabo lo que sea que necesite para perseguir un sueño, o acercarme a mi meta.

¿Qué pasa si flaqueamos a la hora de tener fe en nuestros recursos personales? Al no fiarnos de nuestras habilidades las estamos subestimando, estamos haciendo una valoración negativa de las mismas, y esto equivale a no tenerlas. Alguien puede ser bueno o muy bueno para hacer amigos, pero si no se fía de este recurso que posee, y a pesar de tenerlo cada vez que la vida lo expone a conocer o interactuar con gente nueva, infravalora esta herramienta es como si no la tuviera. Tiene el recurso pero al no verlo, no lo tiene.

Cuantas veces, ya sea sin darnos cuenta, o siendo conscientes de ello hemos menospreciado maravillosas herramientas que disponemos en nuestro repertorio conductual. Todos hemos transitado por ahí, verdad?.

Si no confío en mi habilidad a la hora de hablar en público, entonces no seré capaz de hacerlo, o la ejecución de la misma conllevará sufrimiento y malestar. Si no confío en mi capacidad para aprender algo nuevo, entonces no lo aprenderé, o el proceso de aprendizaje se hará más difícil. Si no confío en mis recursos al momento de desafiarme con algo nuevo, entonces me quedaré en el mismo lugar, haciendo lo que hago siempre.

El primer enemigo si ansiamos achicar nuestra vida es no tener fe en nuestros recursos personales.

El segundo enemigo es despedir a la valentía de nuestra existencia. La palabra valentía según la RAE es una hazaña, o acción heroica ejecutada con arrojo, coraje, audacia. Si bien nadie duda de que esto sea así, recordemos que todo acto de valentía va de la mano con el miedo.

Sí, miedo y valentía van juntos. Creer que para realizar una tarea audaz tengo que deshacerme del miedo, es algo equivocado. Pensando así nunca haremos nada. El enemigo no es el miedo, si no lo que yo haga con el miedo.

¿Cómo hacer un buen uso del miedo? Tomando del mismo la prudencia, sin dejar de caminar hacia nuestra meta. Actuando así, estamos actuando con valentía. Hacer aquello que nos hace bien y que está alineado con nuestra meta, regado de una dosis óptima de miedo, es hacerlo con valentía.

El tercer enemigo si queremos encoger nuestra vida, es no conformarnos con la parte que nos toca. Conformarnos no es resignación, como tampoco significa amarrarnos a nuestra situación actual, y creer que así será siempre.

¿Qué significa conformarme con la parte que me toca? Tiene que ver con la aceptación. Con el hecho de que no todo depende de nosotros. Con la irrevocable realidad de que la vida no es justa. Puedo no estar de acuerdo con la parte que en el reparto de la vida me ha tocado, pero mi desagrado no va a cambiar esa realidad, al menos en un principio.

Al no aceptar me peleo con eso que no acepto, y esa pelea me mantiene estancado donde estoy. Y esto me impide crecer y seguir desarrollándome en la vida. Solo después de aceptar mi parte. La parte que me ha tocado, puedo empezar a considerar diferentes maneras de modificar, engrosar, de hacer algo distinto con mi parte. Pero no antes de aceptarla, de asumirla como tal y como mía.

La aceptación incondicional de lo que no depende de mí, de aquello que me fue dado, de aquello que me ha tocado, ya sea una enfermedad, la muerte de un ser querido, un embarazo que no llega, un sueño que se resiste, me va a permitir ir elaborándolo de a poco, evitar que esa situación se enquiste, y a partir de ahí nacerán otras opciones, y podremos seguir avanzando y creciendo en la vida.

El cuarto e imprescindible enemigo para disminuir nuestra vida, es la queja. ¿Cambian mis circunstancias al quejarme? Ya sabemos la respuesta. La queja como solución intentada a nuestros problemas es un fracaso total, y aún así la seguimos usando. Si fuéramos igual de obstinados al seguir nuestros sueños, nuestras chances de alcanzarlos sin duda aumentarían.

La queja nos consume energía, nos desgasta, y si bien tiene un lado placentero, nos ayuda a seguir igual. Me atrevería a decir que la queja no solo tiene un lado placentero sino también adictivo. Cualquiera que empieza a quejarse puede comprobarlo por si mismo.

Un ejercicio es observar cuando nos estamos quejando. Y una vez identificado este momento desactivarlo. ¿Cómo? Preguntándonos por ejemplo, ¿Cuándo fue la última vez que he conseguido cambiar algo o a alguien por quejarme?, ¿Si quejándome no he conseguido cambiar nada para qué seguir usando algo que no sirve?, ¿Y si en vez de quejarme empiezo a ocuparme de la situación?.

El quinto enemigo y siempre muy colaborador en la tarea de empobrecer nuestra vida es la comparación.

Comparaciones en las que la mayoría de las veces salimos perdiendo. Siempre vamos a encontrarnos con alguien más inteligente, más guapo, con más dinero, con un talento que nosotros no tenemos, y si bien esto solo habla de las diferencias entre unos y otros, muchas personas, especialmente aquellas que por algún motivo están más vulnerables pueden usar estas diferencias para medirse o valorarse sí mismas, “Como no tengo tantos amigos, o mis vacaciones no son tan exóticas, o mi trabajo no es tan reconocido o valorado socialmente, o no vivo un amor de película, entonces esto significa que mi vida es una porquería”.

Y aquí se combina la idealización de la vida del otro, con el pensamiento dicotómico o blanco y negro, con la falta de valoración personal, entre otros factores.

Si nos vamos a comparar que sea con nosotros mismos. Si vamos a detenernos en un aspecto de la vida de alguien que sea para inspirarnos y aprender, sin olvidar que nadie puede con todo, ni nadie tiene la vida resuelta, que a todos nos pasan cosas, y que la vida, como decíamos no es justa, pero es maravillosa y sorprendente. La vida es un enigma sin resolver.

En resumen:

¿Qué tendríamos que hacer si quisiéramos a voluntad empobrecer nuestra vida?.

No fiarnos de nosotros mismos, quejarnos todo el tiempo, darle la espalda a la valentía, compararnos con los demás y medir el significado de nuestra vida en base a eso, y no aceptar incondicionalmente lo que sea que la vida nos invite a vivir.

Haciendo esto nos garantizamos una vida de sufrimiento, regada de amargura y sin sentido.

Hasta el próximo posti y recuerda que si bien vivir no es fácil, citando a  Henry Miller, “Cada momento es especial para quien tiene la visión de reconocerlo como tal”.

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Podcast Psicología Betina A. Speroni.