“Lo más difícil es la decisión de actuar, el resto es meramente tenacidad”
Que algo nos guste, como la mayoría de nosotros ya sabemos, no necesariamente quiere decir que nos haga bien o que nos aproxime hacia donde queremos ir.
En este posti te invito a pensar juntos en aquellos obstáculos que inevitablemente se cruzarán en el camino hacia algún sueño, y en la importancia de mantenernos atados al palo mayor, como Ulises en la Odisea, a fin de no ser hechizados por el precioso canto de las sirenas, cuyo único fin es aniquilarnos.
Ojalá nos enseñaran desde pequeños a desarrollar la habilidad necesaria para seguir o no perder de vista la ruta que nos conduce hacia donde queremos llegar. Ojalá nos enseñaran desde temprana edad esa habilidad que nos ayudará en la vida a decirnos, una y otra vez, y tantas como sean necesarias, “No me sale, me duele, me frustra y no me rindo”. “Camino hacia aquello que deseo, hacia aquello que sueño, y anhelo conseguir, y que me hace bien, aún en medio de la niebla, de la fatiga y con el miedo a cuestas”.
Y no por el propósito primero y único de llegar, si no por la experiencia en sí misma. Por el solo y más importante hecho de regalarnos esa vivencia.
Vivencia que aunque diseminada de piedras es un trozo de vida. ¿Acaso nuestra vida no es sino un rompecabezas cuyas piezas son cada una de las experiencias que vivimos día a día?. Experiencias que le van dando forma a ese puzzle.
Si el camino no me hace bien, me daña, me lastima, me apaga, me marchita como persona, ¿Para qué seguir caminando por ahí?.
El camino no es recto, ni está libre de escollos, y como la mayoría de los caminos está regado de impedimentos. Los caminos que nos acercan a ese lugar que ansiamos llegar suelen hacernos atravesar por zonas empinadas, a veces, demasiado elevadas, lo suficiente como para hacernos replantear nuestras fuerzas, o quizás nuestras ganas, o tal vez, nuestra determinación.
“Mi mayor inspiración es tu determinación.” (Autor desconocido).
Lo importante es que el camino nos lleve hacia aquello que nos hace bien.
Quizás, la vida quiera asegurarse de que no estamos movidos por un capricho.
Quizás, la vida quiera ayudarnos a desarrollar nuestra voluntad, nuestro espíritu aguerrido y combativo.
Quizás la vida esté empeñada en volvernos más humanos, más fuertes, más movidos por nuestro deseo, que por el mero hecho de decir, “Lo he conseguido”.
Quizás, la vida a su manera intenta transmitirnos la importancia de seguir en el camino. De seguir atados al camino que nos conduce hacia donde para nosotros es importante llegar en ese momento de la vida. Como Ulises en la Odisea atado al palo mayor para no ser vencido al canto de las sirenas.
¿Acaso decidir si seguir o no en el camino hacia aquello que es valioso para nosotros, según el criterio de si es fácil o difícil, de si me gusta o no me gusta no es bastante pueril?
En algunas circunstancias tomar el camino más fácil es lo más inteligente que podemos hacer. Sin embargo, para otras decisiones puede no serlo.
Desarrollar la sabiduría para distinguir entre la conveniencia o no a la hora de seguir un camino es parte esencial de la vida. ¿Acaso vivir no va de eso? ¿Acaso no construimos en gran medida nuestra vida a raíz de las decisiones que tomamos día a día?.
¿Sigo, no sigo, continúo intentando, o ya lo he intentado lo suficiente? ¿Cómo saber cuando es suficiente? ¿Cómo saber cuando es deseo y cuando es una obsesión? ¿Cómo saber cuando me mueve el deseo o por el contrario me mueve el capricho, o el afán de complacer a alguien?.
Algo que nos puede ayudar a echar un poco de luz, puede ser el hecho de preguntarnos, ¿por qué para nosotros es significativo llegar al final de ese camino? Si es que el camino tiene final. Puede ser que ese camino nos acerque hacia un lugar que para nosotros es importante ir y luego el camino se bifurque. O ese mismo camino se una a otros caminos, u otros caminos se unan a ese.
¿Al final de mis días mirando en retrospectiva, ¿Qué camino me hubiera gustado continuar recorriendo? No importa el camino elegido, no hay mejores ni peores. Cada camino me lleva a un lugar distinto. Cada camino tiene diferentes consecuencias sobre mi vida.
Enrollarnos en la búsqueda del camino perfecto nos va a complicar, a bloquear y a dejarnos atascados. No existe tal camino perfecto. Existen los caminos.
Hoy en mi camino tropecé muchas veces, demasiadas.
Hoy mi camino estaba bañado de piedras. Rociado de una honda frustración.
Hoy mi camino me dolía, era demasiado empinado, mi mayor esfuerzo parecía no alcanzar.
La idea de rendirme no aparecía, no era viable. En mi camino había cansancio. En mi camino había desesperación. En mi camino había miedo. Pero las ganas estaban ahí. Las ganas estaban intactas, como un tibio pan recién horneado esperando ser saboreado.
Junto a la más infinita y eterna frustración estaban mis ganas. Nada parecía vencerlas. En mis ganas invencibles encontré el sostén para seguir atada al camino.
¿Quién dijo que el camino hacia aquello que es valioso para cada uno de nosotros es sencillo?
A veces, el camino nos hace pasar por un túnel oscuro, tan oscuro y tan largo que parece interminable. Tan interminable como parece ser el dolor que nos recorre desde nuestros pies hasta lo más alto de nuestro ser, o de nuestro cuerpo, o de lo que sea que estamos hechos.
No hay dolor que sea interminable, ni camino sin baches, ni túneles que al final no se abran a la luz.
¿Seguir, no seguir? Depende. Si es tú camino. Si estás en el camino hacia aquello que para ti tiene valor, y te hace bien. Esto tiene que pesar en la respuesta.
De todos modos, siempre podemos dar marcha atrás, ir en otra dirección, buscar otros recorridos. La idea es que no sea el miedo quien nos empuje en otras direcciones.
Hasta el próximo posti y observa que en tu vida las decisiones no estén tomadas desde el miedo o desde ninguna emoción intensa.
Hay muchos caminos, y si bien siempre los podemos cambiar, la idea es saber qué mueve ese cambio en nosotros. De lo contrario iremos por la vida como una barco perdido en altamar.
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Podcast Psicología Betina A. Speroni.