“¿Envidioso yo?”
Envidiosos son siempre los demás, nosotros no. La envidia como emoción está demonizada. Hasta tal punto que decirle a alguien que es un envidioso es como un insulto. Frente a tal panorama no debe asombrarnos que nadie quiera reconocerse como envidioso, porque hacerlo es como reconocerse siendo mala persona. Antes muerto que envidioso.
En este posti reflexionamos sobre la envidia, sobre cómo la pensamos, la definimos, sobre las creencias que tenemos acerca de la misma, y de cómo esas creencias construyen la relación que tenemos con la misma. Vamos al lío.
¿Qué es la envidia? La envidia es una emoción, y como toda emoción tiene una función. Las emociones no son ni buenas ni malas, son agradables o desagradables. Y a la envidia la ubicamos dentro de las desagradables porque el sentir envidia es molesto, irritante, fastidioso.
Decía que las emociones no son ni buenas ni malas, lo que hacemos con las emociones va a marcar la diferencia entre bueno y malo. Por otro lado, debemos tener en cuenta que las emociones son involuntarias. Nadie dice, “Hoy tengo un mal día y me voy a sentir desmotivado”. Nos sentimos como nos sentimos, y eso que sentimos está más allá de nuestro control y voluntad.
Alguien puede sentir envidia y esto no es ni bueno ni malo, en todo caso, es algo incómodo. Si alguien al sentir envidia decide destruir a quien es objeto de su envidia, entonces claramente está realizando un comportamiento malo, dañino y perjudicial.
¿Entonces sentir envidia no es algo malo? Sentir envidia como cualquier otra emoción es algo involuntario, no decidimos qué sentir, la emoción se activa como respuesta a un estímulo externo o interno. Si por ejemplo, mi amiga me dice que aprobó a la primera el mismo examen que yo llevo suspendiendo en varias oportunidades, puedo sentir envidia frente a este estímulo externo, el examen de mi amiga, o puede pasar que mientras camino por el parque recuerde que mi amiga aprobó el examen que yo vengo suspendiendo hasta el hartazgo, y entonces este estímulo interno, el recuerdo de mi amiga aprobando el examen, dispare la envidia como emoción.
“Admiro a la gente que admira, porque está despierta.” Doménico Cieri Estrada.
Respondiendo a la pregunta de si sentir envidia es algo malo, la respuesta es que no. Sentir envidia es humano.
Sentir envidia es fastidioso y desagradable, pero no significa ser una mala persona. Si alguien o nosotros mismos estamos sintiendo envidia eso significa solo eso, es decir, significa que estamos sintiendo envidia ante determinada situación.
Si al sentir envidia nos decimos que somos una persona reprochable estamos haciendo una valoración de lo que estamos sintiendo. Pero esa interpretación es un constructo mental. Y detrás de ese constructo se encuentra la creencia de que ser un envidioso equivale a ser un ser repudiable. Si buscas en internet frases sobre la envidia encontrarás que todas son lapidarias hacia la misma. Esto es lo que nos han enseñado, lo que hemos aprendido y en gran parte lo que explica que identifiquemos a esta emoción con algo vergonzoso, como si dependiera de nosotros sentirla o no. Como si tuviéramos el poder de decidir qué sentir y qué no sentir.
Podemos definir a la envidia como tristeza. Podemos decir que la envidia es el dolor que sentimos cuando alguien cercano a nosotros, un amigo, un familiar o un colega logra alcanzar o tener algo que nosotros aún no tenemos y deseamos conseguir.
Es decir, sentimos envidia cuando alguien allegado a nosotros tiene algo que deseamos tener y no tenemos, y además por diferentes motivos desestimamos o no creemos tener los recursos necesarios para alcanzarlo.
¿Cuál sería la función de la envidia si es que la tiene? La envidia nos podría estar mostrando algo que nosotros valoramos, es decir, algo que para nosotros es importante. A esta conclusión llegamos porque no nos ponemos tristes por cualquier cosa.
“Se admira a alguien por lo que hace, por lo que es, por cómo se las arregla para andar por el mundo.” Paul Auster.
Si mi amiga se compró una casa y yo estoy muy contenta con la mía seguramente pueda disfrutar junto a ella de su logro, pero si en cambio yo sueño con tener mi casa, me encuentro sin trabajo, y no percibo mis recursos personales para cambiar mi situación podría suceder que me resulte muy difícil alegrarme de la situación de mi amiga.
¿Alguien en esta situación cómo se va a sentir? Seguramente impotente, empequeñecido, resentido y sin ánimo de poder alegrarse de lo que la otra persona ha conseguido, con lo cual, se siente doblemente mal, en primer lugar, por no tener lo que desea, y en segundo lugar, por no poder disfrutar de que alguien significativo en su vida tenga lo que desea. ¿Panorama desalentador, verdad?.
¿Cómo darle la vuelta? El primer paso es darnos cuenta de lo que estamos sintiendo, identificar la emoción, en este caso estamos haciendo referencia a la envidia, en un segundo momento, desculpabilizarnos por sentir lo que estamos sintiendo. En este sentido nos puede ayudar el recordarnos que lo que sentimos es involuntario, y además no olvidemos que aquello que sentimos no es ni bueno ni malo. Lo sentimos y punto.
En tercer lugar nos puede beneficiar el transformar la envidia en admiración. ¿Y cómo? Preguntando, averiguando, informándonos de cómo hizo esa persona para conseguir lo que consiguió. ¿Cuáles fueron los pasos que fue dando?, ¿Dónde se formó?, ¿Con quién se contactó? La idea no es copiarme, es aprender, es informarme, ¿Por qué no inspirarme?. Después yo lo haré a mi manera, a mi estilo, siguiendo mi propio camino.
“Sabio es aquel que constantemente se maravilla.” André Gide.
Como podemos ver ante la envidia nos podemos quedar sintiéndonos incapaces, impotentes y resentidos, o por el contrario, enriquecernos y nutrirnos con la misma. Para esto último es necesario transformarla en admiración e inspirarnos en la misma. ¿Merece la pena intentarlo, verdad?.
Hasta el próximo posti y recuerda que como dijo Ernesto Sábato, “Para admirar se necesita grandeza aunque parezca paradójico”.
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Podcast Psicología Betina A. Speroni.