“El odio no disminuye con el odio. El odio disminuye con el amor”. Buda
La idea de este posti es reflexionar y concientizarnos por un lado, sobre el profundo sufrimiento que genera el sentir repulsión hacia el propio cuerpo, y por otro lado, y ateniéndonos tanto a la psicología como a estudios de las neurociencias, considerar que los pensamientos son un constructo mental, son solo una posibilidad.
Un pensamiento no representa la realidad. Un pensamiento no es un hecho. Un pensamiento no es la verdad. Un pensamiento es una representación mental. Por lo tanto, definirnos a partir de una posibilidad entre muchas, no tiene sentido verdad?.
“Estamos más acostumbrados a pensar la vida que a vivirla”. David del Rosario.
Cada vez que me digo, “Mi cuerpo es horrible”, “Que mal me veo”, “Mi piel está flácida”, “Esto me queda fatal”, estoy pensando. Mi cuerpo es horrible es un pensamiento que bombea mi cerebro, y como decíamos no es la verdad, es solo una propuesta a la que yo le doy entidad de verdad, y entonces la tomo como un hecho irrefutable, no la cuestiono, y me miro y me defino a través de mi pensamiento.
Todos tenemos un cuerpo, de eso no hay ninguna duda, el problema empieza con las valoraciones que hacemos. Cuando digo mi cuerpo es feo, estoy haciendo una interpretación del mismo. Lindo, feo, hermoso, esbelto, fofo, flácido, atractivo, espantoso, son adjetivos de los que nos valemos para valorar las situaciones que vivimos, para valorarnos a nosotros mismos, para valorar a los demás, a nuestras relaciones, y a lo que nos rodea.
El recordarnos que nuestros pensamientos son una propuesta de nuestro cerebro, como nos dice la ciencia, nos va a facilitar empezar a distanciarnos de los mismos, y este es el primer paso de un camino que nos puede acercar a una nueva relación con nuestros pensamientos. A una nueva relación en la cual nuestros pensamientos no nos definan.
Una nueva relación que nos abra a la vida, que nos posibilite algo nuevo, algo que desconocemos.
“El corazón bombea sangre, y el cerebro pensamientos”. David del Rosario, científico. Investigador en neurociencias.
Volviendo a la relación con nuestro propio cuerpo, ¿Es posible la autoaceptación cuando se rechaza el propio cuerpo? ¿Cómo quererme cuando no quiero a mi propio cuerpo? ¿Cómo pensar el uno sin el otro cuando como el mar y la sal están indefectiblemente entrelazados? ¿Podemos pensarnos sin un cuerpo? ¿Cómo ser sin ese cuerpo que alberga a nuestro ser?.
Pocas cosas deben generar mayor sufrimiento que la repulsión por aquello que porta nuestro ser.
¿Será posible reconciliarse con el propio cuerpo después de largos años de enemistad, y aborrecimiento? ¿Será posible aprender una nueva manera de relacionarnos y de mirarnos a nosotros mismos?.
Seguramente en la medida en que la persona lo crea posible, el nuevo aprendizaje será más probable. El creerlo posible favorece el camino para el aprendizaje de algo nuevo.
Todos sabemos que aprender algo nuevo nunca es fácil, al principio nos cuesta, algo en nosotros se resiste, nos sentimos frustrados, nos preguntamos para qué nos metimos en esto, y si a pesar de todo esto persistimos, con el tiempo veremos y disfrutaremos las virtudes del nuevo aprendizaje.
Claro que no es lo mismo aprender un nuevo idioma o un instrumento, que aprender a querernos, a mirarnos con compasión, a ser indulgentes con los errores cometidos, y por sobre todas las cosas a ser incondicionales con nuestra imagen, con la forma de nuestro cuerpo, con ese cuerpo real, compañero y testigo inseparable de nuestro recorrido de vida.
¿Sabes una cosa? Querernos es una decisión. Es una decisión que puedes tomar en el mismo instante en el que estás leyendo estas líneas. Para empezar a querernos no necesitamos transformarnos en nadie distinto a quien ya somos. Ni hacer cosas que todavía no hacemos, ni alcanzar el cuerpo que según el momento social en el que vivimos debemos tener.
Para querernos es preciso aprender a mirarnos sin valorar lo que vemos. Mirarnos con amor. Mirarnos sin compararnos con nadie más. Mirarnos en busca de algo nuevo. Mirarnos con consciencia del camino recorrido. Mirarnos con gratitud. Mirarnos con curiosidad.
Para querernos es preciso saber abrazarnos. Sí, digo bien, achucharnos fuerte, cruzar los brazos, y sentir como nuestras manos aprietan suavemente cada hombro, cubriéndolo de caricias.
Para querernos es esencial escucharnos cuando nos decimos cosas como, “Me veo fatal”, “Soy un desastre”, “Mi cuerpo es un asco”, “Estoy fenomenal”, “Me sobra de aquí, o me falta de allá”, y darnos cuenta de ese diálogo interior pernicioso que no nos ayuda a sentirnos mejor, si no todo lo contrario, estas voces internas causan y forman parte del problema que tenemos en relación a nuestro propio cuerpo.
Los comentarios de este tipo, son interpretaciones de nuestra mente, responden a nuestra necesidad de valorar continuamente nuestras experiencias.
¿Cómo silenciar estas voces? ¿Será posible acallar ese barullo mental acerca de cómo nos vemos, o de cómo nos deberíamos ver. ¿Será posible aprender a mirarnos con genuina neutralidad, de manera desprejuiciada?.
Sí, claro que es posible. Solo que para eso debemos entrenarnos día a día como mencionábamos más arriba. Ejercitarnos en poner distancia de nuestros pensamientos, para no definirme a partir de los mismos, ¿pero si no soy quien pensaba que era, entonces quién soy?.
Aprender a querernos es una decisión. Citando a Steven Hayes, “La vida es una decisión entre el miedo y el amor”.
“La vida es eso que sucede, no es lo que pensamos que podría suceder”.
Hasta el próximo posti y recuerda que tenemos que aprender a mirar los pensamientos, en lugar de mirar desde los pensamientos. Steven Hayes.
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