“El otro hace cosas, no me hace cosas”
La idea de este posti es reflexionar sobre las relaciones interpersonales, sobre el cimiento de las mismas, es decir, esa parte que sirve de base y apoyo a las relaciones que construimos con los demás, relaciones que a su vez, nos sirven de base y apoyo en nuestra propia vida.
Somos seres gregarios y necesitamos de una red. Así como son necesarios esos momentos con nosotros mismos, ese espacio personal y a solas con quienes somos, también son necesarios, por supuesto, los momentos que compartimos con otras personas.
Si bien algunas personas se sienten más cómodas y a gusto cuando están solas, y otras cuando están acompañadas, ambos espacios necesitan ser cultivados.
A la hora de relacionarnos con otra persona, no debemos olvidar que esa otra persona, es justamente eso, alguien distinto a nosotros.
Es alguien distinto a mí. Alguien con otros gustos. Alguien con otro humor. Alguien con otros miedos. Alguien con otras ilusiones.
Alguien con quien compartimos la misma especie, pero con quien no compartimos la misma historia, ni la misma biografía, ni la misma manera de ver el mundo, ni la misma personalidad, ni los mismos mecanismos de defensa.
“Una relación sin querellas es aburrida, y una relación con demasiadas querellas es tóxica. Lo deseable es que la relación tenga un grado óptimo de conflictos”. Gregory Bateson.
Por lo tanto, ante la misma situación cada uno de nosotros va a hacer una interpretación distinta del mismo hecho. Igual situación distinta valoración. Ninguna valoración es mejor que otra. Son diferentes.
Si bien sabemos la teoría, nunca falta el tan escuchado, “Yo nunca me comportaría con alguien como fulanita”, “¿Cómo puede ser que me haya dicho tal cosa, u ocultado otra, o mentido en aquello, o mirado de tal manera, o haber sido tan indiferente, o tan desubicado, y la lista sigue.
Y la respuesta es, porque esa persona es distinta a mí. El otro siempre se va a comportar de un modo diferente al mío. No solo se va a comportar de una manera distinta, si no que también va a pensar, va a experimentar y a valorar las situaciones desde su lugar, no desde el mío.
Como podemos observar es imposible que el otro piense como nosotros. Sin embargo, muchas veces nos sorprendemos o enfadamos cuando alguien piensa o se comporta distinto a como nosotros lo haríamos.
Como decíamos diferente no es mejor ni peor. Mi manera de ver el mundo, de interpretar la vida, de valorar lo que me sucede no es ni mejor ni peor que la tuya, es simplemente distinta. Y creer que la tuya debería ser como la mía me crearía serios problemas a la hora de relacionarme contigo. ¿Por qué? porque terminaría pensando que lo que haces, o dices, o sientes, no está bien, o es extraño, porque no coincide con mi visión de la situación.
“Siempre elaboramos lo que padecemos, no debemos olvidarlo.” Giorgio Nardone.
La teoría es muy fácil, la práctica no tanto. La teoría es más sencilla de comprender porque explicamos desde la razón, desde el intelecto, desde esa lógica ordinaria que casi todos compartimos.
Entendiendo por lógica, ese hilo de pensamiento construido por valores consensuados. Somos seres racionales, claro, pero también somos emocionales, y cuando hablamos de relaciones personales, no debemos olvidar que las mismas se basan en la emoción.
Cuando hablamos de relaciones interpersonales, hablamos de emociones. Por consiguiente, si intentamos entender lo que sucede en el plano emocional desde el racional, nos vamos a enredar, no vamos a entender. Vamos a ingresar en un laberinto, desde el cual se nos va a hacer difícil divisar la salida.
Vamos a un ejemplo, si alguien me contesta mal y yo pienso que a lo mejor ese comportamiento se debe a que está ofendido por lo que yo le dije el otro día cuando me dijo tal cosa, porque esta persona, de acuerdo a lo que mi experiencia me dice, en lugar de hablar de lo que le molesta, se lo guarda para sí misma, y bla bla bla, y aquí empieza el largo y en algunos casos muy largo camino de la interpretación.
¿Por qué nos enredamos? Porque contestarle mal a alguien es un comportamiento mayormente emocional, y pretender entender algo emocional desde la razón, no es una buena solución. Asimismo, debemos tener en cuenta que es inevitable hacer atribuciones de valor a los comportamientos de los demás, como a casi todo lo que sucede a nuestro alrededor.
Sería demasiado pretensioso de nuestra parte no atribuir un juicio de valor a lo que nos rodea, debido a que todo el tiempo estamos valorando lo que hacemos, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que nos dicen , lo que no nos dicen. Vemos una película y nos decimos si nos gustó, si es recomendable o si no lo es, y siempre de acuerdo a nuestro criterio. Vamos a un lugar a comer algo y de igual manera comentamos si está rica la comida, si nos resulta sosa, si la ración es generosa o si es pequeña.
Como podemos apreciar es imposible no realizar atribuciones valorativas. La idea y volviendo más al terreno interpersonal es darnos cuenta y recordarnos una y otra vez que estas atribuciones son subjetivas y racionales, y desde las mismas no es posible entender los comportamientos emocionales de los demás.
“Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice.”
Con respecto a los comportamientos del otro puede sernos de ayuda el observarlos como meros espectadores, en un plano descriptivo. Intentar describir sin interpretar, y a partir de ahí tomar decisiones. No es fácil, claro, nadie dice que lo sea.
Vamos a un ejemplo, la mayoría de nosotros conoce a alguien que solo llama cuando necesita algo. En este caso me puedo decir, “Fulanita solo me llama cuando me quiere pedir algo, punto”. Haciendo esto estoy describiendo el comportamiento de fulanita, y a partir de ahí tendré que tomar una decisión.
Si además de describir lo que fulanita hace me pongo a interpretar diciendo, por ejemplo, que solo me llama para pedirme alguna cosa porque es una egoísta que solo piensa en ella, que no valora ni mi tiempo, ni lo que hago por ella, que me toma por tonta y se aprovecha de mi, porque sabe que yo no soy así”, me empiezo a generar un sufrimiento innecesario, y a realizar una atribución valorativa sobre el comportamiento de alguien como si fuera posible meterse en la mente de otro.
¿Por qué alguien se comporta como se comporta? No lo sabemos, a lo mejor ni la otra persona lo sabe. ¿Para qué enredarnos? ¿Y si mejor ponemos la mirada en nosotros, y decidimos qué hacer sabiendo que el otro se comporta como lo hace?.
Volviendo a nuestro o ejemplo, si alguien me llama solo cuando necesita algo, puedo preguntarme si quiero a alguien así en mi vida, si esto me pasa con otras personas, si termino haciendo los favores que me piden, si me cuesta decir que no, si acostumbro a los demás a que cuando piden algo siempre estoy, y según las respuestas que encuentre tomar decisiones.
Otra respuesta, menos funcional, podría ser enfadarme con el otro porque siempre me pide algo. Y entonces deposito la culpa afuera, yo no tengo nada que cambiar, el que tiene que cambiar es el otro que lo hace mal.
En resumen: Los demás no me hacen cosas. Los demás hacen cosas. Y una vez alcanzada la mayoría de edad ya estamos en condiciones de decidir qué hacer con eso que los demás hacen. Somos responsables de las decisiones que tomamos.
¿Y si aprendemos a tomar decisiones que funcionen como ladrillos que nos permitan construir una buena y sana relación con nosotros mismos, en vez de tomar decisiones que funcionen como un látigo para castigarnos y empobrecernos?.
Hasta el próximo posti y recuerda que,” El mundo es un rompecabezas cuyas piezas cada uno de nosotros arma de diferente manera”. David Viscott.
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