El amor es eso que sucede, y eso mismo, que a veces, deja de suceder
“Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?”. Gustavo A. Bécquer.
En este posti reflexionamos acerca de si hay un “mejor momento” para iniciar una terapia de pareja.
Así como en el trabajo individual, las personas llegan a la consulta sintiéndose angustiadas, y la mayoría de las veces, después de haber hablado con los amigos y con los familiares sobre lo que les está pasando, después de haber postergado la situación para más adelante, y de haber intentado distintas soluciones para resolver lo que les preocupa, algo muy similar pasa con las parejas.
Al igual que no consultamos para trabajar en nosotros mismos, cuando todavía no nos sentimos muy mal, y pedimos ayuda cuando la angustia nos desborda, del mismo modo, las parejas consultan, en la mayoría de los casos, cuando la relación está haciendo frente a un tsunami.
Respondiendo a la pregunta de este posti, diría que independientemente de cual sería, si es que lo hay, el tiempo ideal para consultar, cada pareja, va a consultar cuando lo crea conveniente. Y por lo general, esto sucede cuando la relación se encuentra al borde del abismo.
En términos generales, y permitiéndome un reduccionismo, esto es lo que veo en la consulta.
Si bien es cierto que en la terapia, y a través de distintas técnicas se puede trabajar para mejorar el vínculo de pareja, sin que necesariamente el mismo esté magullado, muchas veces, se consulta cuando se siente que la relación está juego.
También están aquellos casos en los que uno de los dos, ya ha decidido, y hace tiempo, que quiere salirse de la relación, y o no encuentra la manera de decirlo, o lo transmite con muchos rodeos y dando tantas vueltas, que el otro, intenta agarrarse a la más mínima esperanza que encuentra por ahí, para seguir aferrado a una ilusión que se debilita poco a poco.
Y como esto de defendernos frente a una realidad muy dolorosa, es algo muy humano, nos invita a ser lo más claro y preciso que podamos a la hora de hacerle saber a nuestra pareja que ya no le amamos, con todo el dolor que esto implica para ambas partes, por supuesto, pero solo así estaremos evitando la prolongación de un duelo que tarde o temprano se deberá transitar.
La terapia no le ahorra a ninguna relación el dolor inevitable de una terminación, mas allá de si la decisión fue consensuada, o bien es uno solo quien quiere terminar con la relación. Recordemos, aunque parezca una obviedad, que no alcanza con que uno solo quiera seguir en la relación para que esta continúe. Ambos deben quererlo, de lo contrario, no hay relación posible.
Un proceso terapéutico está indicado en aquellos casos en los que todavía existe esa cuota de amor mínimo que hace posible seguir trabajando para encontrarse de una manera más sana y placentera. Igualmente está indicado para facilitar el atravesar de la mejor manera posible la terminación de una relación muy significativa, de la cual pudieron haber nacido hijos, y en dicho caso, como padres, el vínculo es indisoluble.
De igual modo, está sugerido para ayudar a la persona que ya ha decidido separarse, a que pueda expresarlo de manera clara, honesta y con menos ambigüedad, para evitar en su cónyuge falsas expectativas. En este punto hay que tener presente lo difícil que muchas veces es, explicar el desamor.
¿Cómo explicamos el desamor? ¿Cómo le decimos a alguien que todavía nos sigue eligiendo que ya no le amamos? ¿Cómo podemos dejar de querer a alguien que no nos fue infiel, que no nos ha mentido, que siempre fue y sigue siendo una buena persona? En estas situaciones la culpa hace de la suyas. Cuando la culpa corroe no deja lugar a la felicidad.
La terapia de pareja no está indicada para convencer al otro de que no me deje cuando ya lo ha decidido, ni para cambiarlo y que de ese modo, se acomode a como yo deseo o quiero que sea.
La terapia de pareja es necesaria cuando la persona se está separando de una psicópata o de un psicópata cotidiano. En estos casos el abordaje terapéutico es distinto al de dos personas comunes que se separan, por eso es importante consultar con un profesional formado y con experiencia en esta problemática.
“La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”. Thomas Mann.
¿Y si mi pareja no quiere ir a terapia? Un proverbio africano dice, “Podemos llevar un buey al rio, pero no podemos obligarlo a beber”.
“Arrastrar” a alguien a terapia, no es una buena opción, va a ayudar a que la persona se cierre, a que asista para complacer a su pareja, pero si no hay demanda personal, se hace difícil que la persona se muestre colaborativa en el proceso terapéutico. En estos casos, lo mejor es trabajar con quien está dispuesto a ir, y desde el trabajo individual con esa persona abordar la temática de pareja.
“Piensa por tu cuenta y también deja que otros disfruten el privilegio de hacerlo también”. Voltaire.
Hasta el próximo posti y recuerda que si bien la terapia de pareja no puede recomponer los pedazos de una relación que se ha desmembrado hace tiempo, puede facilitar el camino del duelo de esa historia vivida. El dolor es el precio que pagamos por haber amado, por haber vivido y construido una historia junto a alguien que significó mucho en nuestra vida.
“Nadie nos salva sino nosotros mismos. Nadie puede y nadie debe. Nosotros mismos debemos recorrer el camino”. Buda.
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