“Mi madre nunca está feliz”
junio 28, 2022
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Personas que no se habilitan a disfrutar en la vida

La idea de este posti es reflexionar sobre aquellas  personas que nunca parecen tener nada bueno para compartir. Son personas que empiezan y terminan una conversación lamentándose de lo que les pasa, de los problemas que tienen, de la inflación, de la inseguridad, de las enfermedades que pululan por sus alrededores, y apenas si alguna vez se detienen en algo bueno que les ha pasado. ¿Es difícil tener ganas de hablar con alguien así, verdad?

Estas personas se llevan tan bien con la queja, que se vuelven previsibles, podemos imaginarnos, con poco margen de error, que comenzarán la conversación hablando de alguna dolencia física, de la mala relación que tienen con tal o cual persona, de los problemas del país, de lo difícil que les resulta todo en la vida.

Suelen ser personas muy críticas, no solo con su realidad sino con la de los demás, con gran tendencia al negativismo, al pensamiento catastrófico, presas del miedo, no se atreven a seguir ningún sueño, no creen ni confían en si mismas, viven bloqueadas, la posibilidad de intentar hacer algo que les gusta, no entra en su repertorio, o a lo sumo se deciden a dar el primer paso, para luego abandonar ante el primer obstáculo, valiéndose de cualquier excusa, como por ejemplo, la distancia, el horario, el esfuerzo que hay que hacer, el dinero.

En síntesis, y pecando de reduccionismo podemos decir, que no se habilitan a ser felices. Es decir, no se permiten el disfrutar en la vida. Están instaladas en la queja. Suelen relacionarse con personas que nadan en dificultades y problemas de todo tipo al igual que ellos.

Si en un rapto de sin razón tienen un desliz y se regalan un buen momento, se encargan de volver pronto a la cruda realidad.

Vivir o pasar mucho tiempo con alguien así, inevitablemente nos afectará. Recordemos que las emociones son contagiosas.

¿Cómo hacer para que no nos trasladen su visión negativa de la vida? ¿Es posible mantener una distancia óptima? ¿Hasta qué medida es posible llevarlas hacia otro tema de conversación? ¿Puedo darme cuenta cuándo, y en qué momento me empieza a afectar el escuchar tanta queja? ¿Cómo hacerles saber, asertivamente, y hablando en primera persona, como me siento cuando me hablan de ese tema?

Muchas veces, jugamos al adivinador y creemos que el otro tiene que darse cuenta de lo que a mi me pasa cuando dice tal o cual cosa, porque me conoce, porque me quiere, es decir, tenemos muy arraigada la creencia según la cual el otro tiene que darse cuenta por si solo, de las consecuencias que tienen sobre mi lo que dice o hace, y no es así.

La otra Perona no es adivina. Nadie tiene la posibilidad de leer la mente de nadie. Por eso es tan importante que le hagamos saber al otro lo que nos pasa, y como nos sentimos cuando hace o dice determinada cosa, de lo contrario, el resentimiento está servido en bandeja de plata.

Detrás de un persona que se queja constantemente, que tiene mucha dificultad para conectar con el placer, que solo parece ver el lado gris de la vida, hay alguien que no se da permiso para ser feliz.

Si bien, no podemos generalizar sobre los motivos que llevan a alguien a nadar cómodamente en la queja, porque como siempre digo, esto es el caso por caso, lo que sí podemos observar es que quien está instalado en la queja, la mayoría de las veces, no es consciente de esta situación, no es consciente de la mirada que tiene frente a la vida, y menos consciente aún puede ser de los efectos que esta forma de ser tiene sobre los demás.

Y por consiguiente, nada va a hacer para cambiar. Por lo menos, mientras esta forma de ser no afecte significativamente a sus relaciones, u otras áreas de su vida. Pero esto no quiere decir que los allegados a este tipo de personas no puedan pararse frente a los mismos de una manera diferente.

De una manera que el otro no le traslade su queja, es decir, si bien no podemos evitar que el otro se queje, siempre hay algo que podemos hacer para que no nos traslade su queja, es decir, para que la queja del otro no pase a ser nuestra.

Para tal fin hay que tener a mano diferentes “salidas de emergencia”, porque no siempre se está dispuesto, o en condiciones, para escuchar las quejas de los demás. Y muchas veces, ese otro, no es un vecino que apenas conocemos y de quien podemos huir.

¿Qué pasa cuando quien se queja constante y sistemáticamente es una madre, o un padre?

En estos casos mantener la distancia óptica y necesaria, se hace más difícil, pero difícil no quiere decir que sea imposible.

Difícil, en esta situación significa que hay que trabajar, persistir,  practicar y tener paciencia. ¿Para qué? Para hacerle saber al otro de manera asertiva, clara, y siempre hablando en primera persona que no nos sentimos bien al escuchar ese tipo de quejas, subrayando que somos nosotros, que estamos hechos de tal manera, por lo cual escuchar ese tipo de queja nos afecta.

Este tipo de comentarios allana el camino, para introducir un nuevo tema de conversación, que muchas veces es resistido, o seguido de un silencio porque no posibilita la queja.

Recordemos que los cambios llevan tiempo, necesitan que creamos y confiemos en nosotros para llevarlos a cabo, además necesitan que tengamos muchas ganas de que ocurran y que practiquemos.

Es tarea de cada uno descubrir cual es su distancia óptima necesaria para con esa persona.  Este punto invita a revisar algunas creencias relacionadas con lo que significa, para cada uno, ser un buen hijo, una buena persona, un buen amigo, dónde está el límite entre alguien que escucha activamente a otro, sin dejar de escucharse a si mismo.

Dejar de escucharnos es olvidarnos de nosotros mismos, y cuando permitimos que esto pase se hace muy difícil sentirnos a gusto con nuestro ser.

La persona quejosa se cruza de acera si viene el placer caminando, se pone un chubasquero para protegerse del disfrute, lleva un paraguas siempre a mano por si llueve alegría. Va por la vida como convencida de que la felicidad es pecado, o de que no se la merece.

O nos habilitamos a ser felices, o no lo seremos nunca. Frente a un quejoso sistemático, es necesario mantener la distancia óptima necesaria. ¿Cúal es la tuya?

Hasta el próximo posti y recuerda que solo tú puedes autorizarte a ser feliz.