“Seguro que no me llaman”. “Hay gente más preparada”. “No es para mi, no se me da bien”
Cuando el miedo nos encarcela, no nos deja ser quienes somos, ni hacer aquello que queremos.
La idea de este posti es reflexionar sobre la importancia de no edificar nuestra vida sobre la base del miedo, porque las decisiones que se toman desde el miedo son limitantes. No estamos demonizando al miedo, de ninguna manera.
El miedo es una emoción más, y tiene una función. El miedo nos ayuda a ser cautelosos, a no precipitarnos, a tomar los recaudos necesarios según las circunstancias. El problema surge cuando pasamos de la cautela al bloqueo.
Tomemos del miedo la precaución, sin dejar que nos paralice, y nos impida ir tras eso que es importante para nosotros.
Gracias al miedo podemos ser precavidos, el miedo nos ayuda a la hora de evaluar una situación, es como esa vocecita interior que nos dice, “cuidado”, y nos permite analizar los pros y los contra de aquello que queremos hacer.El problema empieza a asomarse cuando sopesamos los contras e infravaloramos los pros.
Imaginemos que alguien desea estudiar una determinada carrera, o sacarse la licencia para conducir, o aprender un idioma, por solo mencionar unos pocos ejemplos, y se dice a si mismo, que es muy difícil, que seguramente no le va a ir bien, que otros son más inteligentes, o que aprenden con más facilidad, o están más iluminados. ¿Cómo puede sentirse alguien que piensa así? De todo menos animado, claro.
Cuando empezamos a curiosear para saber qué hay detrás de estas creencias erróneas, muchas veces, nos encontramos con el miedo.
Y como el miedo tiene muchos trajes, a veces, se pone el traje del miedo a fracasar, del miedo a no ser capaz, del miedo a que se rían de mi, del miedo a no estar a la altura, del miedo a no hacerlo bien. Si tomamos estos pensamientos como reales, no vamos a intentarlo. No nos vamos a atrever a hacer aquello que queremos.
¿Por qué? muchas veces, porque tenemos la certeza de que tales pensamientos se van a cumplir. A veces, ni siquiera hay lugar para la duda, se parte de la convicción de no ser capaz, de no poder, de no estar a la altura de los demás. Consecuentemente, se decide no intentarlo. No nos permitimos la incomodidad necesaria para intentar algo nuevo.
El atrevido es aquella persona que se generó una situación de incomodidad, para disfrutar los beneficios que vienen a posteriori.
¿Para qué voy a intentarlo si ya se de antemano que me va a ir fatal?
En estos casos, ganó el miedo. Se optó por seguir en la comodidad de lo conocido. Se decidió a partir de la emoción. En un primer momento, esto produce un alivio, pero a largo plazo es limitante, porque nos aleja de la vida que deseamos tener. Nos impide perseguir nuestras metas, hacer uso de nuestras habilidades, atrevernos a intentarlo.Tomemos del miedo la prudencia.
La vida no es un examen, estamos aquí para aprender, para crecer, para recibir y aceptar incondicionalmente lo que nos es dado.
No se trata de aprobar, sino de saber un poco más, de volvernos más sabios con los años. Se trata de animarnos a hacer aquello que queremos, aunque los demás no estén de acuerdo, aunque se rían, aunque nosotros sintamos mucho miedo.
Hay que tener en cuenta, que sentir un poco de miedo cuando vamos a intentar o comenzar algo nuevo, es inevitable.
Se trata de generarnos incomodidades, de no buscar el eterno equilibrio, inalcanzable, por cierto.Se trata de aprender a escucharnos, a observarnos, se trata de estar atento a nuestras sensaciones y emociones, y a guiarnos por ellas, sin dejar afuera a la razón. El miedo nunca debería ser nuestro guía, en todo caso, tomar la prudencia que el miedo nos regala, para no convertirnos en unos temerarios.
La idea no es de ninguna manera, no tenerle miedo a nada. La idea es no dejar de hacer cosas por miedo. Muchas veces, dejar para después lo que tenemos ganas de hacer hoy, equivale a no hacerlo nunca.
Que cada vez te importe menos el resultado, y con esto no estoy diciendo que siempre tenga que ser así. Solo digo que trabajes en ti, para quitarte de encima esa idea de que si uno hace algo tiene que quedar fenomenal. Y fenomenal tienen que ser las ganas, la implicación y el esfuerzo que uno ponga, el resultado es arbitrario.
Darlo todo, no garantiza que vaya a salir bien, porque lo bueno está en intentarlo. El único espectador que debería importar, somos nosotros mismos. Nosotros deberíamos ser la mejor audiencia, esa audiencia que aplaude, que anima, que nos empuja a seguir avanzando.Tengamos cuidado de no ser para nosotros mismos como el público que desanima, que critica, que se mofa de lo que el otro hace.
El aplauso y las felicitaciones deben venir de nosotros mismos, por el solo hecho de atrevernos. Para atrevernos necesitamos tener el valor de confiar en nosotros.
Cuando nos pregunten, “¿cómo te fue?”, diremos, “me fue genial porque me atreví”.
Atreverse es permitirse dejar por un momento, esa falsa tranquilidad de lo conocido, para adentrarse en el mundo de
lo nuevo e incierto.Dialogando con mis miedos
Déjame en paz, quiero intentarlo.
Déjame en paz, quiero atreverme.
Déjame en paz, quiero correr el riesgo.
Deja ya de advertirme. Deja ya de cuidarme.
Gracias por intentar ayudarme, se que lo haces empujado por la prudencia, pero ya no quiero dejar de hacer cosas que deseo, por miedo a no ser capaz, ni por miedo al resultado, ni por creer que los otros lo harán mejor que yo. Yo lo haré a mi manera, dejando el alma y el corazón en todo aquello que intente, y punto.
Hasta el próximo posti y recuerda dejar el miedo en el bolsillo, e ir tras eso que deseas para ti.
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