Estar con alguien sin aparentar ser quien no se es
Si puedes estar con alguien sin aparentar ser quien no eres, sin duda eres un privilegiado. Si tienes la fortuna de encontrarte con un amigo, con una de esas personas con quien no compartes un lazo de sangre, pero con quien puedes dejar que tus pensamientos te recorran y se expresen libremente, conoces la dicha de estar con un amigo especial, con uno de esos pocos amigos que se tiene la dicha de tener. Cuando se tiene esa dicha.
De esos pocos amigos, claro. Con los que la vida, o tal vez, nosotros mismos nos bendecimos.
La idea de este posti es reflexionar sobre esas relaciones de amistad que nos hacen crecer, que nos ayudan a ser mejores personas, a conocernos más, a sentirnos agradecidos, y mucho mejor emocionalmente después de compartir un momento con ellos.
Aclaremos que estas relaciones de amistad no son perfectas, son maravillosas a pesar de la imperfección.
Amigos se pueden tener varios, hay quienes afirman tener muchos, pero contar en tu vida con esa persona, con ese amigo con quien tienes la libertad de ser tu mismo, de expresarte abiertamente, y de sentir que el otro también se abre (no vale si es solo uno el que abre su mundo interior), amigos así no se pueden tener muchos.
La magia que habita en esos vínculos, hace que la relación sea especial. Parte de la magia que reina en estas relaciones, parece tener que ver con eso que surge en ese encuentro mas allá de nosotros, con algo que no es voluntario y mucho menos controlable, con algo que nos sorprende agradablemente y nos invita a ser quienes somos y como somos.
Es decir, a mostrarnos sin disfraces, sin caretas, sin segundas intenciones. En estas relaciones nos sentimos por sobre todas las cosas aceptados por ser como somos y quienes somos. Por ende, no queda lugar para sentirnos juzgados. Sin lugar a dudas, esto facilita enormemente el que podamos abrirnos sin sentirnos cuestionados.
Como una danza que se baila de a dos, en la medida en que uno abre su mundo interior, el otro también lo hace, respetando el ritmo y los movimientos del otro. Es una danza que ambos disfrutan. Una danza que aprendieron a bailar juntos.
Una danza que con los años ambos bailarines van perfeccionando, y que al ser bailada por seres humanos, no está libre de errores, de pisadas, de malos entendidos, pero este lado, si se quiere, el más oscuro de la danza, compensa con la magia y el disfrute del encuentro.
Si tendría que definir la palabra amigo, diría que amigo es esa persona con quien tienes la libertad de ser quien eres, sin sentirte juzgado, y por sobre todas las cosas aceptado.
Algo tan hermoso como difícil de lograr en cualquier vínculo, pero no imposible, por supuesto.
Encontrar a alguien que nos acepta y disfruta de estar con nosotros por ser quienes somos, sin cuestionamientos, es alguien que valida nuestra existencia, alguien que hace de nuestro lugar en el mundo, un lugar mejor.
¿Qué hará posible y al mismo tiempo que sea difícil la existencia de estos vínculos?
Posiblemente esto nos lleve a preguntarnos por qué nos cuesta tanto abrirnos emocionalmente a otro.
Mas allá de las diferencias individuales, y de la facilidad que algunas personas pueden tener para mostrar lo que les pasa interiormente, generalmente, lo que escucho en mi consulta es bastante reticencia, por diferentes motivos, a la hora de hablar y de expresar lo que a cada uno le pasa.
Esto hasta cierto punto tiene que ver con la dificultad de poner en palabras lo que nos pasa, lo que estamos viviendo, con la dificultad en compartir nuestros miedos, nuestras inseguridades, y nuestros temores, como si estas inquietudes y dudas que nos habitan, fueran patrimonio exclusivo de nosotros, es decir, algo que no le sucede a nadie más.
Como si de verdad existiera ese afortunado resto de mortales, que tiene la suerte de contar con una seguridad personal, falta de dudas e inquietudes, que ayuda a que tengan su vida prácticamente resuelta. Mentira grande como una casa, claro.
”Soy un ser humano y nada de lo que es verdaderamente humano, me es ajeno” Publio Terencio Africano.
Nadie tiene la vida resuelta. La vida de nadie cierra como un círculo. La vida es devenir, es movimiento, es esa incertidumbre de no saber lo que sucederá. Esto es algo que nos atraviesa a todos.
Lo que cada uno hace con esa incertidumbre, es decir, la forma en la que cada uno la resuelve, marca la diferencia entre unos y otros.
Si bien las circunstancias de cada persona son únicas, las emociones que nos visitan no son tan distintas.
Al compartir parte de lo que sentimos, de lo que nos pasa, estamos más cerca de construir vínculos profundos, más íntimos, más verdaderos, porque están sustentados en lo que estamos viviendo, y no en lo que nos gustaría vivir, o en lo que creemos que deberíamos sentir, o sería mejor que estuviéramos viviendo.
“El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estas de suerte; eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra”. Rosa Montero, 2013.
Hasta el próximo posti y recuerda que cuando nos mostramos tal como somos, facilitamos que el otro también lo haga.
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Podcast Psicología Betina Speroni.