Lo que daría por un ratito más de tu vida
¿Qué es el duelo anticipado?
El duelo anticipado es el tiempo previo a la muerte de un ser querido que padece una enfermedad terminal, o cuando por diferentes motivos ya se sabe que el desenlace será la muerte.
“Cuando ya no hay cura el camino es acompañar”. Carlos Bermejo
El duelo anticipado nos regala un tiempo precioso, y no por eso no doloroso, para empezar a adentrarnos en lo que más adelante será el trabajo de duelo. Digo adentrarnos porque como la primer tarea del trabajo de duelo es la aceptación de la muerte, el mismo no puede iniciarse hasta que se produzca la muerte.
A diferencia de otros tipos de duelo, en el duelo anticipado, ese tiempo previo que nos ayuda a comenzar a despedirnos de nuestro ser amado, al mismo tiempo alberga la esperanza de una recuperación.
En los casos en los que la enfermedad se prolonga en el tiempo con el consiguiente deterioro físico de la persona, la incertidumbre sobre que pasará, y cuanto tiempo se prolongará esta agonía en el enfermo, es algo que está presente en los familiares.
No todas las muertes nos dan la posibilidad de despedirnos, de acompañar, de estar al lado, de cuidar a quien está pronto a morir.
Intentar alargar la vida del otro a toda costa, no es un acto amoroso.
Ese tiempo previo, muchas veces, nos empieza a preparar para cuando llegue la muerte, nos anticipa el final, que si bien no nos tomará por sorpresa, siempre nos golpeará.
Saber que la sombra de la muerte nos acompaña desde el momento de nacer, poco ayuda cuando la muerte se aproxima a nuestros padres, da igual si están entrados en años, si ya han vivido lo suficiente, o aún cuando todo parezca seguir el orden natural de la vida, nunca se está preparado para la muerte de una madre o de un padre.
La idea de este posti es reflexionar sobre el duelo anticipado y el dolor que nos atraviesa cuando un padreo una madre están próximos a morir. Ya sea por una enfermedad terminal o por el deterioro natural de la vida, perder a nuestros padres, a pesar de que sean mayores, es algo que inevitablemente sacudirá nuestra alma, como el viento frio y helado en una mañana de invierno, congelará por un instante nuestra sangre.
Podemos comprender racionalmente que el desenlace que le siga a una enfermedad grave, o al debilitamiento de la salud, como consecuencia del devenir de los años sea la muerte. Claro que lo entendemos porque no somos tontos, pero nuestro apegado corazón, se resiste caprichosamente a semejante final.
Vemos con nuestros afectados y rojos ojos de tanto llorar el debilitamiento de aquella persona que alguna vez con toda su fortaleza nos sostuvo en brazos, y aún ante la cruel realidad que parece empeñada en mostrarnos lo cerca que está el final, una parte nuestra pide un ratito más.
Esa parte más egoísta que se resiste a perder aquello que tanto ama, es la que suplica e intenta negociar por un ratito más. En estos momentos es muy importante dejar nuestras emociones en pausa y centrarnos en el enfermo para evitar querer alargar su vida a toda costa.
Todos morimos cuando tenemos que morir ni un segundo antes ni un segundo después.
Cuando vemos a la muerte tomar de la mano a nuestros padres, se hace difícil no suplicar un tiempo más.
Aunque su cuerpo se esté apagando más y más, o tal vez por esa misma razón aumenta nuestra desesperación, y de rodillas pedimos un momento más. Aquí es cuando debemos intentar pensar más en el otro que en nosotros mismos, priorizar lo que es mejor y más conveniente para el enfermo, que para nosotros.
Como decía anteriormente, intentar alargar la vida del otro a toda costa, no es un acto amoroso.
Ojala pudiéramos detener a la impiadosa muerte. ¿Cómo puede ser tan inmisericordiosa? Acaso no ve como me ahoga el dolor, me oprime la angustia, y apenas puedo pensar con claridad, en la medida en que se acerca a quien tanto amo.
No conozco a nadie más obediente, fiel, e incorruptible en su trabajo que la muerte, nadie ha logrado corromperla, ella cumple con su deber, no acepta coimas, toma de la mano a quien debe tomar en el momento en el que lo debe hacer. Sigue las indicaciones al pie de la letra.
Y aún este conocimiento, que fuimos adquiriendo a lo largo de nuestra experiencia de vida, no logra que renunciemos a nuestro deseo de tener por un momento más a quien amamos.
Muchas veces nos valemos de eufemismos como, “Lo vi partir”, “Se fue en mis brazos” , “Emprendió un largo viaje”, para evitar decir lo que más nos cuesta asumir, y por ende pronunciar, que es la palabra muerte.
¿Por qué se nos hace tan difícil decir la palabra muerte? ¿Será por el significado que le damos a la misma? ¿Será porque sabemos que es irrevocable, permanente, irretornable? ¿Será porque una parte nuestra se niega a aceptarla?
Que difícil asumir que quien fue en los comienzos de mi vida mi sostén, mi apoyo, y mi pilar, ya pronto solo habitará en mis recuerdos y en mi corazón.
No quiero que sufras, y no quiero perderte, pero en algunos momentos de la vida ambas cosas no pueden ir juntas.
Cuando llegue ese momento que la paz y la serenidad te vistan de reina, te cubran la piel y se adueñen de ti, indicándote el camino hacia el sueño eterno. Ese sueño que solo trae calma y alivio a los corazones cansados.
Hasta el próximo posti y recuerda que como dice Elizabeth Kubler Ross, “Tal vez el principal obstáculo que nos impide comprender la muerte es que nuestro inconsciente es incapaz de aceptar que nuestra existencia deba terminar”.
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