Nadie tiene una vida color de rosa, porque no existe
¿Cuáles son tus espinas?
Muchas veces la realidad no es como la deseamos. La vida es como es. Si bien es cierto el aforismo según el cual las cosas son del color del cristal de la gafas con que se las mire, también es cierto que hay realidades que son bastante oscuras sea cual sea el color del cristal con que se las mire.
Sin embargo, hay una buena noticia, y es que por muchas espinas que tenga la rosa de nuestra vida, siempre hay algo que podemos hacer para que nos lastimen un poco menos, aunque nos sigan pinchando y haciéndonos sangrar de vez en cuando.
La idea de este posti es reflexionar sobre aquellas situaciones que forman parte de nuestra realidad y que si bien no podemos cambiar, dado que existen mas allá de nuestra voluntad, y están fuera de nuestro control, podemos aprender a mirar de una manera distinta.
La idea es repensar aquellas situaciones para las que no hay una respuesta, situaciones caprichosas de la vida que tenemos que afrontar, sin ninguna razón, solo porque estábamos ahí a la hora del reparto, porque a alguien debía tocarle, y nos tocó. Y punto.
Nadie elige tener una madre adicta a las drogas o al alcohol, o a un familiar con una enfermedad mental grave, o un psicópata cotidiano en la familia, por ejemplo, así como tragedias de diferente tipo. Estas situaciones cuando eligen a alguien, marcan un antes y un después en la vida de esa persona, de esa familia, y por supuesto de quien la padece.
Estos cataclismos a los que alguien se ve expuesto van a moldear inevitablemente su vida. Así como un huracán deja huellas de su paso y los destrozos son inevitables, también es cierto que la proporción de los daños, y la forma en la que esa ciudad se levante y reconstruya, dependerá de muchas variables.
En el caso de los huracanes emocionales pasa algo similar. La intensidad de los daños que la adicción de un padre o de alguien muy cercano pueda ejercer sobre una persona, va a depender de la manera en la que se pare frente a la misma. Es decir, la manera en la que afrontamos la tormenta nos va a permitir seguir de pie, o nos llevará con ella.
En otras palabras, o afrontamos la tempestad con dignidad y usando nuestros recursos, o la tempestad nos lleva puestos.
Los recursos con los que cada uno cuente se entrelazan a las creencias, ideas y pensamientos de esa persona.
La manera en la que nos contamos a nosotros mismos eso que estamos viviendo, le va a dar un significado a lo vivido, y ese significado va a impactar en como nos vamos a sentir.
Como sostiene la terapia narrativa y sus creadores David Epston y Michel White, “Somos las historias que nos contamos, que nos narramos acerca de nosotros mismos y de lo que vivimos”.
Si ante una adversidad nos preguntamos “por qué” es muy posible que nos encontremos en un callejón sin salida. Si nos preguntamos “para qué” empezamos a despejar el camino.
No es lo mismo narrarnos una historia en la que somos víctimas pasivas de un destino injusto, que contarnos una historia en donde las adversidades se entienden como parte del proceso de vivir, y de estar vivos.
Nadie tiene una vida color de rosa, porque no existe. La vida es una rosa con espinas.
Si además poseemos la habilidad de usar el humor a la hora de narrar aquello que menos nos gusta de nuestra historia, fenomenal. El uso del humor nos indica que ya dejamos de pelearnos con esa realidad, y al mismo tiempo dejamos de tenerle miedo, porque no podemos tenerle miedo a aquello de lo que nos reímos.
¿Qué hacer con las espinas de la rosa de nuestra vida? A decir verdad, podemos hacer muchas cosas. Las podemos maldecir por arruinar nuestra rosa. Podemos imaginar hasta el cansancio lo preciosa que seria nuestra rosa sin esas molestas y ruines espinas.
Podemos intentar distintas maneras de quitarlas, con el consiguiente peligro de dañar la rosa. Podemos pelearnos con la vida por habernos regalado una rosa con espinas en vez de un jazmín bañado de su dulce perfume. O podemos, y aquí viene la propuesta de este posti aceptar que la rosa y sus espinas son un combo maravilloso en sí mismo.
Y digo maravilloso, no digo perfecto, porque al igual que la rosa convive con sus espinas, nosotros convivimos con los avatares de una vida que no es perfecta. Y a la que podemos apreciar en su esplendor cuando dejamos de querer cambiarla.
“¿Por qué me tiene que pasar esto?”, ¿”Por qué la vida me arrebató lo que más amaba?”, “¿Por qué se tuvo que enfermar la persona que mas quería?”, y tú que me estás leyendo seguramente tienes tus propios por que, y para estos por que no hay una respuesta.
Lo que sí, hay es una realidad. Realidad a la que muchas veces no queremos mirar de frente porque es muy dolorosa. Y cuanto más nos esforzamos en no verla, más nos oprime y nos duele. Por eso la propuesta de este posti es mirar a la realidad a los ojos, rendirnos a la misma, aceptarla incondicionalmente, sin luchar con la misma ni maldecirla.
Al igual que las espinas acompañan a la rosa, y forman parte indisoluble de la misma, de igual manera el dolor, las pérdidas y la incertidumbre nos acompañan en nuestro camino por la vida.
Ojalá tengamos la sabiduría para no pelear con nuestras espinas, y aceptarlas como parte inseparable de nuestra esencia, de nuestra historia, de quienes somos.
Solo así estaremos en condiciones de apreciar la belleza, y la naturaleza en todo lo que nos rodea, aunque a veces lastime, aunque a veces las espinas nos hagan sangrar, porque sabremos que el dolor que nos pueden causar las espinas no es otra cosa que la demostración de que estamos vivos.
“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida”. Oscar Wilde
Hasta el próximo posti y recuerda que las espinas que acompañan a la rosa de tu vida, hacen de ella un combo maravilloso.
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Podcast Psicología Betina Speroni.