“Nada de lo humano me es ajeno”. Miguel de Unamuno
En algún momento también sentí algo parecido a lo que tú sientes
A mi también, a veces la ansiedad me come y me nubla el pensamiento.
A mi también, en algunos momentos, me resulta difícil no pelearme con la realidad cuando lo que tengo que afrontar no me gusta.
A mi también, la vida me mostró que no todos los sueños se alcanzan, y que querer algo es necesario pero nunca suficiente para conseguirlo.
A mi también, hay cosas que me quitan el sueño.
A mi también, en algún momento, el universo me cambió los planes que parecía haberme regalado.
A mi también, como a ti, la vida me ha enseñado lo mucho muchísimo que duele el despedir a un ser amado cuando muere.
A mi también, algunas veces se me hace eterno el camino.
A mi también, a veces la angustia me inunda y me hace sentir que me ahogo en la sin razón.
A mi también, me ha pasado de dejar de hacer cosas por miedo.
A mi también, a veces, me dan ganas de llorar.
Y a mi como a ti también la vida me ha regalado un sin fin de momentos maravillosos. Momentos inolvidables. Momentos imborrables.
Momentos que son el combustible necesario para seguir siempre adelante, con el espíritu alto, y las ganas renovadas.
La vida también me ha regalado unos amigos fenomenales para hacer el viaje más ameno, ligero y divertido.
Con sus luces y sombras, caricias y bofetadas la vida es maravillosa.
La imperfección y la injusticia de la vida, no evitan que sea extraordinaria.
¿Cómo distinguiríamos los instantes de dicha, sin haber conocido la desventura?
Haber conocido el dolor en su mayor dimensión, no solo nos vuelve más humanos, sino que además nos ayuda a reconocer el dolor en el otro.
¿Cómo reconocer el dolor en el otro, si el dolor nunca nos acarició?
¿Cómo entender que alguien puede sentir miedo, si nosotros jamás lo hemos sentido?
Podemos imaginar lo que el otro siente, porque alguna vez, hemos estado en ese lugar.
Porque algo de lo que nos cuenta nos es familiar. Porque su rostro, porque su voz, porque sus gestos, porque su mirada, como un espejo, nos devuelve algo que nos es conocido. Y nos es conocido, porque en algún momento nosotros también estuvimos ahí, sintiendo algo no muy diferente.
Cuando digo que te entiendo, intento decirte que algo de lo que te pasa y de lo que sientes, también yo lo he sentido.
Mas allá, mucho más allá de las diferencias que hay entre las distintas vidas personales, hay un común denominador que todas comparten, y que tiene que ver con el mundo emocional que nos habita a todos, a la gran mayoría.
Las emociones son universales y gracias a las mismas podemos acercarnos y entender un poco más lo que está sintiendo el otro.
Nadie está ajeno ni libre de sentir ira, miedo, ansiedad, envidia, frustración, desolación, como tampoco de saborear el bienestar, la gratitud y la satisfacción de hacer aquello que le hace bien. En consecuencia, cuando me compartes algo de lo que te pasa, te entiendo, porque nada de lo que me cuentas me es del todo ajeno.
Hasta el próximo posti y recuerda que el sentir miedo tiene que ver con nuestra condición de ser humanos.
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