Quitándonos la venda de los ojos
Nadie cambia porque alguien se lo pida. El querer cambiar es una decisión absolutamente personal. ¿Quién alguna vez no escuchó decir?, “Soy así. Si te gusta bien y si no también”.
Esta idea, me refiero al hecho de no estar dispuesto a cambiar, se puede transmitir de diferentes maneras, a veces, de forma menos directa. Cada persona lo hará como pueda, siguiendo su personalidad y su estilo de relacionarse con los demás, pero independientemente de como transmita esta idea, el mensaje es el mismo. Soy así y seguiré así.
En este posti te invito a reflexionar sobre la importancia no solo de escuchar, si no también de observar sin hacer interpretaciones, el comportamiento del otro. ¿Para qué? Para darnos cuenta de cuando es conveniente empacar las maletas y marcharse.
Evitar hacer interpretaciones acerca de lo que el otro nos dice o hace nos va ayudar a no caer en autoengaños, y a no jugar al adivinador.
Una de las interpretaciones más comunes en las que solemos caer es, “Es así porque lo han lastimado muchas veces y tiene miedo a sufrir, pero conmigo va a ser diferente”, “Se comporta como lo hace porque tuvo una infancia dura, yo le enseñaré a ser afectuoso y amoroso”. Seguro que tu podrías agregar unas cuantas interpretaciones a la lista.
Estas interpretaciones, muchas veces, operan como justificaciones de comportamientos distantes, indiferentes, humillantes, fríos, llegando en algunos casos a justificar la violencia física, verbal, o a ambas.
Quien a su manera nos dice que no va a cambiar, nos dice que está cómodo siendo como es. Por consiguiente, asumimos que no esta dentro de sus opciones cambiar. Es decir, estar con el o ella es estar de la manera que ya conocemos. Punto cerrado.
Sin embargo, muchas veces, lejos de aceptarse que esto es así y punto, y que el otro no va a cambiar porque así como es y se comporta está cómodo, se alberga la esperanza que con el tiempo, y yo me atrevería a decir que casi por arte de magia, el otro en algún momento va a cambiar, y por ende, nuestra relación va a ser distinta.
Esto lleva a esperar el milagro. Y en lugar del milagro lo que llega es el cansancio, el desgaste y el sufrimiento por seguir sosteniendo una relación en la que no se está a gusto y que nos hace sufrir.
Si bien no se trata de ponerse las zapatillas y de huir ante la primer discusión, tampoco se trata de esperar eternamente algún milagro, porque en esta larga y penosa espera te visitarán un cóctel de emociones como ser la frustración, el enfado, el agotamiento, la rabia, y especialmente el cansancio y el agobio que producen las largas esperas.
En muchos casos estas emociones se esconden, tal vez, con la genuina esperanza de que al esconderlas desaparecerán. Las emociones escondidas siguen vivas y buscando incesantemente la puerta de salida.
No hacer caso de nuestras emociones, es no hacer caso de lo que nos pasa. Es como no querer ver lo que habita en nosotros. Como siempre digo, las emociones son la puerta de entrada a nuestro mundo interior, a lo que habita en nosotros, a lo que estamos sintiendo momento a momento de acuerdo a las circunstancias que se nos van presentado.
Por consiguiente, prestar atención a nuestras emociones es prestarnos atención a nosotros mismos. Ignorar nuestras emociones es como ir por la vida en piloto automático, desconociendo lo que estamos sintiendo.
Si estamos en una relación que nos hace sufrir, hacernos los distraídos o minimizar el malestar que sentimos, lamentablemente lo acrecentará y favorecerá que desarrollemos mayor tolerancia al sufrimiento.
Si tu pareja te regala indiferencia, te pone en segundo lugar frente a otros intereses, pocas veces tiene tiempo para ti, tiene reacciones violentas, o por el contrario te castiga con el silencio y no muestra señal de querer cambiar para que la relación mejore, te está diciendo que va a seguir igual. Te está diciendo que su forma de relacionarse contigo es esa.
En este caso, tú puedes decidir si seguir en la relación o salir de la misma. La decisión es sumamente personal. El “problema” surge cuando nos hacemos trampa y alimentamos la fantasía del cambio.
¿Qué pasa cuando escondemos la ira, por ejemplo? La ira que no expresamos, sigue viva dentro de nosotros y tratando de encontrar algún momento para salir. Y cuando finalmente puede salir, lo hace de una manera explosiva y furiosa, casi como cobrándose la revancha por el tiempo que estuvo secuestrada en nuestro interior.
Esta ira que logra salir después de haber estado escondida mucho tiempo, intenta castigar a quien generó nuestro malestar, “Eres un egoísta, desconsiderado y una porquería que solo piensa en sí mismo, y que no puede querer a nadie, etc.” y la escalada de violencia sigue y sigue.
Estas expresiones de ira no son gratuitas. Corroen la relación. La dañan. La oxidan. Lejos de promover un cambio en el otro lo alejan. Quedando ambas personas exhaustas y dolidas.
¿Cómo expresar la ira y el enfado de una manera funcional?
En primer lugar, recordarnos que todas las emociones cumplen una función. No hay nada de malo ni de negativo en sentirnos enfadados, rabiosos y con furia. El enfado nos indica que hay algo o alguien que nos produce un malestar. No conectar con ese malestar y esconderlo lo hará aún mayor.
El primer paso es identificar la emoción, luego el estímulo que la dispara, y así ir creando las condiciones necesarias para expresarla.
Vamos a un ejemplo: Alguien estuvo esperando el fin de semana para disfrutarlo con su pareja, y ésta le dedica solo parte de su tiempo y el resto se lo dedica a la competición de un videojuego. Si esto sucede de manera ocasional puede que no te afecte, si por el contrario se torna en algo habitual, puede que te moleste.
Conectar con la molestia, prestarle atención, observar como se expresa en ti, con qué intensidad se manifiesta, sin esconderla, te ayudará en primer lugar a aliviarla, en segundo lugar a conocer más de ti y de como funciona tu relación, y esta información fruto de tu observación, te ayudará a vivir con los ojos abiertos, a estar despierto, y por lo tanto, a tomar mejores decisiones.
Nada peor que tomar decisiones con los ojos cerrados.
Estar atentos y entrenados en la escucha de lo que nos pasa a nivel físico y emocional nos va ayudar a ejercitarnos en el reconocimiento de las emociones que nos visitan. ¿Cómo voy a poder manifestar una emoción sin antes identificarla?
Es importante recordar que para el desarrollo de nuestra salud emocional es tan necesario identificar nuestras emociones, como no naturalizar nada que nos haga sufrir.
Por consiguiente, enarbolar la pancarta a favor del cambio de alguien junto a quien sufrimos, suele, la mayoría de las veces, ser un pase libre al sufrimiento.
Nadie va a cambiar solo porque se lo pidamos. Nadie va a transformarse en alguien que no es.
Hasta el próximo posti y recuerda que el amor empieza por uno mismo.
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