La vida no es un carnaval. La vida duele
diciembre 6, 2020
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“Si dices que estoy bien es porque no puedes ver debajo de mi piel”

No podemos cubrir el dolor con brillantina de colores. Al dolor hay que darle tiempo y espacio para que se exprese. Si lo tapamos, lo enterramos vivo.

En este posti te invito a reflexionar sobre la importancia de aprender a mirar debajo de la máscara  con la que muchas veces nos mostramos ante los demás. Esa misma máscara que a veces se pega a nuestra piel y se hace imperceptible.

Guardemos las máscaras y los disfraces para los bailes de carnaval.  Ya sabemos que la vida es otra cosa. La vida es una sucesión ininterrumpida de momentos. Algunos de esos momentos se parecerán a las celebraciones de carnaval, otros estarán muy lejos de parecerse a esos festejos.

La vida no es solo dolor

En estos tiempos en los que prevalece la mirada sobre lo superficial, ¿Qué te parece si ponemos de moda la mirada en nuestro lado más profundo, genuino y vulnerable? Justamente ese lado que nos enseñaron a ocultar, a maquillar, a cubrir con temperas multicolores.

¿Qué hay debajo de tu piel? Solo tu lo sabes. Nadie mejor que tú para descubrirlo. Lo que sea que haya, lo que sea que encuentres, es tuyo, te pertenece, habla de ti, de quien sos, de como te sientes, de lo que has atravesado, y de lo que estas transitando. Nada de eso puede ser malo. En todo caso, podrá no gustarte, podrá ser doloroso, podrá complicarte, pero aun así, forma parte de ti. No te define, pero explica parte del camino que te condujo hasta aquí.

En general nos han enseñado a mostrar aquellos momentos de gloria y disfrute, y a esconder o a escondernos cuando estamos atravesando situaciones adversas, duras y dolorosas. Esto es algo que podemos comprobar mirando a nuestro alrededor, y en nosotros mismos.

Aprender a mostrarnos heridos y dolidos

“He sido un hombre afortunado en la vida: nada me resultó fácil”. Sigmund Freud

No nos enseñan a dudar de lo que se muestra demasiado “perfecto”, con sobrada armonía, en inmejorables condiciones, empalagosamente felices. Por lo contrario, se estimula a perseguir objetivos, personas, relaciones con estas características idílicas. ¿Cómo no querer escondernos cuando lo que sentimos no encaja con ese “ideal”, de barro, por supuesto?

En mayor o en menor medida hemos aprendido a esconder aquel lado tan humano como inevitable de la existencia misma. Como si sentirnos tristes, dolidos, hundidos y rotos fuera algo malo, desdeñable y vergonzoso.

¿Qué loco, no es cierto? Sentirnos mal y perdidos en algunos momentos de nuestra vida forma parte de nuestra condición humana. Independientemente de las circunstancias  de cada persona, de la historia de vida, de la personalidad, de las defensas con las que cada persona cuente, todos estamos atravesados por miedos, inhibiciones, inseguridades, dudas, temores.

Nadie puede todo. Nadie tiene todo

Somos humanos. Nadie tiene la vida resuelta. No es responsabilidad de nadie resolver la nuestra. Nuestra responsabilidad es vivir de la mejor manera posible de acuerdo a nuestras circunstancias y a quienes somos.

No somos súper héroes, y aunque esto parezca una obviedad, a veces, parecemos olvidarnos de este rasgo tan nuestro y terminamos exigiéndonos y creándonos expectativas casi irrealizables, más propias para un ser sobrenatural que para alguien de carne y hueso.

Tan humano y natural, como el hecho de sentirnos en algunos momentos perdidos, y sin saber muy bien hacia donde vamos, es el hecho de que a los demás les pasa algo parecido. Las emociones son universales. Todos o casi todos estamos habitados por un amplio mundo emocional.

Somos vulnerables, y que?

Al otro no le pasa algo muy distinto de lo que me pasa a mí porque somos semejantes. Cuanto más conscientes seamos de lo que hay debajo de nuestra piel, siguiendo con esta metáfora, más sensibles seremos a la hora de asumir lo que puede habitar debajo de la piel del otro.

La idea es que este saber nos ayude a ser más comprensivos, compasivos y piadosos con nosotros mismos y con los demás.

Ojalá practicar una mirada más profunda también nos ayude a no juzgar con inmediatez e insensibilidad nuestros comportamientos ni el de los otros.

“Es difícil encontrar la felicidad dentro de uno mismo, pero es imposible encontrarla en otro lugar”. Schopenhauer

Mis heridas forman parte de mi

¿Qué hay debajo de mi piel? Debajo de mi piel habitan las cicatrices de mis heridas mas profundas. Habitan el miedo, la duda, las inseguridades. Los temores mas absurdos. Un gran surtido de inseguridades, y otro tanto de inhibiciones. Siempre me acompañan, a todas partes.

Ya no me resisto a vivir con ellos, o por lo menos mucho menos que antes. Sé que forman parte de mí, de mi naturaleza humana, que están ahí, como guardianes de mi existencia.

Ya no dejo de hacer cosas por ellos. Intento hacerlas igual.  A veces, me cuesta más. Cuando es así, no me enfado conmigo, me tengo paciencia, y me regalo más tiempo y nuevos intentos.

Si me niego a ver lo que hay en mí mayor será la dificultad para  ver lo que puede suceder en el otro. Así de simple. Así de complejo. Cuanto mayor sea mi dificultad en abrirme a mi lado vulnerable, humano, sensible, roto, mayor será la probabilidad de obnubilarme y de creerme lo que los demás muestren de si mismos.

Mostrar nuestras heridas emocionales con orgullo

Nadie puede todo. Nadie tiene todo. Todos estamos heridos y haciendo equilibrio para no caernos. En algunos momentos logramos una mayor estabilidad, en otros, en cambio sentimos que tambaleamos. Bienvenidos a la vida “real”.

“El hombre ambiciona cada día más, y pierde el camino por querer volar. Vuele bajo porque abajo, está la verdad. Esto es algo que los hombres no aprenden jamás. Por correr el hombre no puede pensar, que ni el mismo sabe para adonde va”. Facundo Cabral

Elegí estas hermosas palabras de Facundo Cabral para cerrar este posti, porque muy sabiamente nos dice que la verdad no está en lo alto de ningún lado.

Hasta el próximo posti y recuerda que como siempre decimos el dolor es inevitable, por mucha brillantina con la que lo intentemos cubrir, va a doler igual. No importa cuanto hagamos para anestesiarlo, nada servirá. Cuando el alma duele, necesita ser respetada en ese dolor.

En los momentos en los que la vida te duela, recuerda que eres humano, que el dolor nos atraviesa a todos, pero no en todo momento. La vida duele, pero no es solo dolor. La vida es maravillosa y nos invita a vivirla no a sufrirla.

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