Espejo. ¿Aliado o enemigo? Amar nuestra imagen sin trampas
febrero 24, 2020
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¿Te gustas tal como eres?

Si estar enamorado de alguien es hermoso, imagínate lo maravilloso que es estar enamorado de uno mismo.

En este posti te invito a reflexionar sobre la importancia de no ponernos en la mesa de saldos. Para lo cual es imprescindible amarnos incondicionalmente. Ámate sin miedos, que por amarte no te transformáras en un ególatra.

Basta de engañarnos diciéndonos que nos queremos cuando nuestra imagen se sostiene de los “me gusta” que lees en las redes sociales, de la aprobación de los demás, de la mirada del otro, del juicio ajeno. De todos menos de ti mismo.

¿Si cambiamos el “me gusta” del otro por el “me gusto”?

¿Cuando le concediste al otro tu propia mirada?

Si no recuperamos nuestra propia mirada, quedamos a merced de la mirada del otro. Pasamos a depender de como el otro me vea, me valore, de si le gusto, o si me elige o deja de elegirme, de si me reconoce o no, y como.

Como escribe Eladia del Ángel Meraz, “Ámate a ti mismo para que no dudes de que existe el amor a partir de tus sentimientos, para que en lugar de pedir o buscar el amor lo entregues con alegría y sin discriminar. Para que cuando alguien te diga que no te ama no te hiera y tu amor propio sea suficientemente fuerte para que no te dañe o te derrumbe”.

Si bien el reconocimiento de los demás es importante y nuestro propio yo se construye desde muy temprano a partir de la mirada de un otro significativo, si quedamos fijados y dependemos del reconocimiento del otro, estamos en problemas. ¿Por que?

Porque me termino posicionando en un lugar de objeto para que el otro me mire. Porque sin la mirada del otro desaparezco. Sin su valoración soy la nada misma. Se confunde ser mirado con ser amado.

En palabras de Giorgio Nardone, “Prestar atención al grado de atención que los demás tienen de nosotros es un modo de desarrollar competencias relacionales, pero cuando esta conducta se convierte en extrema y alimenta la duda de ser rechazados, se torna paranoia”.

La idea es querer la imagen que el espejo nos devuelve de nosotros mismos. Así como es. Por el solo hecho de ser nuestra. Con lo que nos gusta y con lo que no nos gusta.
A nadie tenemos que complacer y gustarle mas que a nosotros mismos. Sin embargo, esto no es algo que se nos enseñe. Todo lo contrario, nos bombardean con imágenes casi irreales e inalcanzables a las que venden como requisito para alcanzar la felicidad. Una total paradoja.

Cuanto mas intentes acercarte o parecerte a alguien que no eres, más te alejas de tu propia felicidad y plenitud. Por el contrario, cuanto más presumas de ser como eres, sin parecerte a nadie más que a ti, te estarás amando.

Cuando las primeras miradas que alguien recibió fueron sutilmente descalificadoras, no fueron miradas de admiración o de reconocimiento, la persona pudo haber aprendido desde muy temprano a sentir que no cumplía con las expectativas del otro, y a no sentirse lo suficientemente importante para esa figura significativa. De todos modos, cuando este es el caso, no todo esta perdido.

A amarnos incondicionalmente, como a casi todo en esta vida, también se puede aprender.

Este amor sin condiciones hacia nosotros mismos tiene que ver con abrazar sin reparos la imagen que el espejo nos devuelve, sin poner el acento en aquello que no nos gusta, ni en desear transformarnos en alguien distinto a nosotros, creyendo que de esta manera nos podemos convertir en alguien mas “deseado”, “valorado”, “admirado”, “preciado”.
Nadie que se ame puede desear ser alguien que no es.

Como señala Robert Hand, recuerda que, “Cuanto mejor te sientes sobre ti mismo, menos necesitas enseñarlo”.

Reflexionando sobre el amor hacia uno mismo, sobre la aceptación de nuestra propia imagen y de ser quienes somos, no podemos dejar de citar las 5 libertades de Virginia Satir.

La libertad de ver y escuchar lo que está aquí, en lugar de lo que debería estar, estuvo o estará.
La libertad de decir lo que se quiere y se piensa, en lugar de lo que se debería sentir y pensar.
La libertad de sentir lo que se siente, en lugar de lo que debería sentirse.
La libertad de pedir lo que se quiere, en lugar de tener que esperar siempre el permiso.
La libertad de arriesgarse por cuenta propia, en lugar de optar únicamente por estar “seguro” y no perturbar la tranquilidad”.

Hasta el próximo posti y recuerda que como refleja el poema de Kim McMillen dado a conocer por Charlie Chaplin, “Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia, y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es Autenticidad”.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

Podcast Betina Speroni Psicología en:

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