“Hay que saber perdonar” ¿Y si no quiero?
“Todos estamos a favor del perdón, hasta que tenemos que perdonar algo”.
En este posti te invito a reflexionar juntos sobre el acto de perdonar. ¿Qué es perdonar? ¿Qué entendemos por perdonar? ¿Esta “mal” no querer perdonar algo o a alguien?
La idea de este posti no es demonizar el acto de perdonar, si no pensar lo que para cada uno significa el verbo perdonar.
El perdón tiene buena prensa, de eso no hay ninguna duda. Con solo escribir la palabra perdonar en internet llueven entradas como: “Perdonar y fortaleza emocional”, “Aprender a perdonar”, “Perdonar como acto de liberación emocional”, “Perdonar para vivir feliz”.
La gran mayoría hemos crecido escuchando las virtudes que tiene el acto de perdonar, ya que relacionamos el perdonar a un accionar sublime, divino, de gente noble y de buen corazón, y al mismo tiempo, se pone el acento en las consecuencias positivas que tiene el acto de perdonar en quien perdona.
Quien perdona no guarda resentimiento, queda “liberado” de los infiernos del rencor, en cambio, quien no perdona está destinado a cargar con resentimiento.
En un contexto social en el cual el acto de perdonar, en sí mismo, presume de un significado tan favorable, no perdonar no solo se hace difícil, sino que además parece colgarle, a quien no perdona, el cartelito de “mala persona”. ¿No perdonar es de “mala persona”?
Si buscamos el significado de la palabra perdonar nos encontramos con definiciones tales como: “Olvidar la falta que ha cometido otra persona y no guardarle rencor ni castigarla por eso, o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra persona tiene para con uno”. De acuerdo a esta definición la persona que perdona “salda la deuda”, es decir, decide estar en paz con quien la ha ofendido por algo que ha hecho o dicho.
Otra definición que está en la misma línea señala que perdonar tiene que ver con librar a una persona de un castigo o una obligación. Desde este lugar, cuando alguien perdona ya no espera que el otro repare nada de lo que hizo. Es como decir: “Estamos en paz”.
A lo largo de mi experiencia laboral con personas, he escuchado a quienes podían perdonar, y a quienes en cambio, frente al perdón les pasaba otra cosa y decidían no perdonar, y eran estos últimos quienes se encontraban frente a comentarios del tipo: “Hay que saber perdonar”. Lo interesante es que muchos de esos comentarios provenían del afuera y otros de una machacona vocecita interior que les recordaba el beneplácito del perdón.
Mi pregunta es: ¿Siempre y en todos los casos hay que saber perdonar? Convengamos que la diferencia entre perdonar a un amigo que no nos ha devuelto nuestro libro favorito, o perdonar una infidelidad, o perdonar a quien ha matado a una persona que amábamos es amplia.
Decíamos que perdonar tiene que ver con saldar la deuda con quien nos ha ofendido.
Pensemos el caso de una infidelidad, en donde alguien se siente ofendido por el accionar del infiel. Habrá personas que podrán perdonar una infidelidad y otras que no, y ambas decisiones son legítimas.
El punto es que las consecuencias de ambas decisiones son distintas. ¿Qué quiere decir? Si alguien tiene intención de recrear el vínculo luego de una infidelidad difícilmente podrá conseguirlo si no deja de sentir que el otro (el infiel) está en deuda con él, y por lo tanto debe reparar lo que hizo.
Desde esta postura siempre encontrara una excusa para pasarle la factura por la “traición” al contrato de fidelidad de la pareja. Es una manera de hacer eternamente infeliz al otro. Por consiguiente, reconstruir un vínculo de esta manera es inasequible. ¿Cómo reedificar el vínculo sin perdonar? Si bien nadie tiene la obligación de perdonar una infidelidad, si tenemos la responsabilidad de evaluar si podemos y nos apetece saldar esa deuda y dejar al otro con las cuentas al día.
¿Perdonar es una obligación? ¿Qué pasa si decido no perdonar algo o a alguien?
Si por el motivo que sea consideramos que dicha deuda es insaldable ¿A quién le hacemos daño? Podríamos responder que a nosotros mismos por sostener este sentimiento negativo y cargar con el resentimiento de no perdonar. ¿Siempre que decido no perdonar cargo con resentimiento? ¿Es posible no perdonar sin hundirnos en el fango del resentimiento?
En este punto habría que diferenciar entre enfado y el acto de perdonar, porque muchas veces no se tiene como opción el acto de perdonar porque todavía nos sentimos muy agraviados por lo que interpretamos como ofensa. Hasta que ese primer momento en el que el enfado como emoción primaria no disminuya en intensidad, será muy difícil barajar las cartas del perdón. El acto de perdonar es más reflexivo.
Así como la decisión de perdonar o no, es sumamente personal, de igual modo lo es el decidir si quiero seguir relacionándome con alguien que me ha ofendido y a quien he perdonado. Perdonar a alguien no necesariamente denota mi deseo de sostener la relación con esa persona. Puedo perdonarte, quedar en paz contigo y ya no quererte en mi vida, o por el contrario, puedo perdonarte, saldar la deuda y desear recrear el vínculo.
Perdón y neurociencias ¿Qué dice la ciencia?
De acuerdo a un estudio llevado a cabo en la Escuela Internacional Superior de Estudios Avanzados (SISSA, por sus siglas en italiano) de Trieste, Italia, las áreas del cerebro implicadas en procesos que nos llevan a perdonar a quienes han creado involuntariamente un grave problema, está relacionada con la cantidad de materia gris presente en una zona del cerebro llamada seno temporal anterior superior (aSTS), involucrada en la capacidad de generar determinados estados mentales.
Según este estudio las diferencias en el volumen y la estructura de ciertas áreas del cerebro pueden explicar variaciones en el juicio moral de una persona, variaciones que le pueden llevar a perdonar a un semejante por un error que ha ocasionado un daño involuntario.
Conforme al estudio, los sujetos con más materia gris en aSTS son más capaces de representar el estado mental de los responsables de las acciones y así comprender la naturaleza no intencionada del daño, y al manifestar su juicio, pueden centrarse en este último aspecto y priorizarlo por sobre las consecuencias desagradables de la acción, tendentes a condenarlo severamente. ¿Interesante verdad?
Independientemente de la cantidad de materia gris que tengamos, todos tenemos la obligación de decidir que vamos a hacer con aquello que nos hicieron. Una ofensa, un agravio, una traición, una infidelidad, tú y solo tú decides que vas a hacer con eso.
“He perdonado cosas que a mi jamás me perdonarían”. Cada quien deberá decidir e indagar en su interior hasta que nivel de perdón puede alcanzar y hasta donde no. Nada mejor que ser honestos con nosotros mismos.
Hasta el próximo posti y recuerda que perdonar no es una obligación es algo que puedes decidir hacer o no. Depende de ti.
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Betina Speroni YouTube