Miedo a la muerte. Cuando el miedo a morir empobrece el vivir
junio 10, 2019
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Es la vida que no vivimos la que lamentamos al morir

El miedo a la muerte es universal. El solo hecho de pensar en la misma es inquietante. ¿Levante la mano a quien no le preocupa en lo más mínimo su propia muerte?
Hablar de la muerte seguramente no está dentro de nuestros temas favoritos, ni es algo para aplaudir, pero forma parte de la vida misma.

Es imposible pensar la una sin la otra. Desde el momento de nacer, morimos cada día. Sin embargo, nos organizamos para vivir como si no fuéramos a morir nunca.

“Los pacientes que están al borde de la muerte dicen que han descubierto una increíble felicidad al comprender que no hay nada que temer, nada que perder.
Es el miedo en sí lo que nos produce tanta desdicha en la vida, no las cosas que tememos. El miedo usa muchos disfraces: ira, protección, autosuficiencia”.
Debemos convertir el miedo en sabiduría. Elizabeth Kubler Ross

¿Qué pasa cuando el miedo a la misma genera tal sufrimiento en la persona, que este empieza a reducir la calidad de vida? Cuando el miedo a morir empobrece el vivir.

Acerca de esto, te invito a reflexionar en este posti. La idea es pensar juntos sobre la importancia de poder asumirla como condición inevitable de nuestra existencia. Asumirla dentro de las posibilidades de cada uno. Sin escaparle, sin negarla, sin huir de la misma. ¿Para qué? ¿Por qué? Para vivir una vida más auténtica. Porque solo quien es consciente de la finitud, de la transitoriedad de nuestro paso por aquí, está en mejores condiciones de disfrutar de cada latido, de cada minuto, de aquellos simples y cotidianos momentos que nos son regalados.

¿Qué es el miedo a la muerte? Este miedo se denomina tanatofobia (de thánatos, ‘muerte’ y phóbos, ‘miedo’) se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a la muerte o a morir.
Y a diferencia de la inquietud que puede generar en la mayoría de las personas el solo hecho de pensar en el morir, en este caso el miedo es paralizante, agobia, genera mucha ansiedad y por consiguiente afecta la vida cotidiana.

Este miedo intenso a la muerte, en algunas ocasiones, puede ser consecuencia de haber sufrido la muerte de un ser querido. En este caso, la persona puede empezar a rumiar con las siguientes preguntas: ¿Y ahora a quien más voy a perder?, ¿Quién se va a morir ahora?, ¿Qué pasaría si también se muere tal o cual persona?

Esta fobia también puede ser desencadenada por un diagnostico médico, y a veces hasta por la aparición de un dolor o algo en el cuerpo que no reviste importancia.
Otras veces, la persona no puede relacionar este miedo intenso a la muerte con nada específico, en estos casos se hace necesario un repaso por la vida de esa persona, para ver de qué manera fueron trabajadas las perdidas anteriores, o simplemente para poder detectar algún acontecimiento que pudiera estar asociado a esto que está viviendo en el presente.

Solo quien es consciente de lo efímera que es nuestra existencia, se sumerge en la inmediatez de cada segundo, sabiendo que cada segundo que pasa es un segundo que muere.
Como mencionaba anteriormente el miedo a la muerte es inherente a la condición humana. Somos la única especie que tiene consciencia de su propia muerte.
En mayor o en menor grado la certeza de que algún día vamos a morir genera angustia, nos incomoda, intranquiliza. Con la angustia que este tema nos genera cada uno hace lo que puede, según su personalidad, sus defensas, su historia, sus circunstancias y la sociedad circundante.

En palabras del psiquiatra Hugo Marietan: ” Y, aunque no se termine de asimilar el asunto, la muerte es un hecho natural. Y fluye como la naturaleza. Solo puede morir el que ha sido premiado con la vida, el que existió. Estos conceptos hartos frecuentes, hartos evidentes, de todos los días, de todas las horas, no penetran sólidamente en nuestra mente. Es obvio que la muerte se muestra, pero nos parece de otros, para otros. Es absurdo, lo sé. Pero es así. La muerte es algo que les ocurre a los otros. Así de fallida es nuestra mente en este tema”.

No se trata de pasarnos el día meditando sobre la muerte y la forma en la que nos gustaría o no morir, si no de hacerle un espacio en algunos momentos, cuando la misma situación lo amerite para revisar nuestras creencias sobre la misma, para conectar con las emociones que el tema de la muerte nos genera.

¿Qué nos pasa con la muerte? ¿Nos angustia? ¿Nos da miedo? ¿Nos paraliza? ¿Queremos huir de la misma? ¿Nos quedamos sin palabras? ¿Nos sentimos indefensos? ¿Nos conecta con nuestra vulnerabilidad? El poder conectar con esto que nos pasa, con las emociones que se disparan, es fundamental para poquito a poco empezar a familiarizarnos con la misma. En la medida en que la evitemos y neguemos solo estaremos intensificando el miedo

Por el contrario, si nos permitimos observar que nos pasa con este tema, si nos disponemos a percibir nuestras emociones frente al mismo, si nos creamos espacios para leer sobre el tema, para indagar, en otras palabras, para acercarnos al mismo, sin esforzarnos claro, y siempre a nuestro ritmo la iremos naturalizando como condición indisoluble de nuestra existencia.

“Cuando hemos vivido realmente nuestra vida, no queremos vivirla de nuevo. Es la vida que no hemos vivido la que lamentamos” Elisabeth Kübler Ross y David Kessler

La sociedad, especialmente la occidental, es bastante negadora con respecto a la muerte. No genera un espacio para hablar de la misma o reflexionar sobre los miedos e inquietudes que despierta. Nada más pensar en la muerte de un ser querido, y detenernos en las frases, que con la mejor de las intenciones nos dicen, para darnos cuenta de lo rápido que se quiere escapar de la misma. “Así es mejor”, “Ya estarás bien”, “Tienes que salir y divertirte”, “No pienses en eso”.
Es mucho menos frecuente encontrarnos con alguien que nos diga:”Cuéntame como ha pasado”, “¿Cómo te sientes, en que puedo ayudarte?”, “¿A qué hora te puedo llamar para que hablemos”? Esto último es mucho más difícil porque lo que se evita es hablar de la muerte.
¿Por qué? Porque la muerte del otro nos enfrenta a nuestra propia e inevitable muerte.

No hay duda de que percibimos a la muerte como algo agobiante, como algo ante lo que hay que huir, ésta es la primera impresión. Entonces nos creamos ideas consoladoras de la muerte, no queremos morir, nos aferramos a la vida y si es a la vida eterna mejor.

“En nuestro corazón sabemos que nuestro destino es vivir intensamente, amar plenamente y tener grandes aventuras en la vida. Tal vez el sentimiento esté enterrado en lo más profundo de nosotros pero ahí está, esperando ser sacado por una acción o un acontecimiento, tal vez una palabra de alguien». Elisabeth Kübler Ross y David Kessler

Como podemos apreciar en nuestros días no se crean espacios, ni nosotros nos hacemos un momento para pensar sobre esta inevitable posibilidad a la que todos estamos vueltos. Nuestra propia muerte. La idea no es acercarnos al concepto de muerte para amargarnos la vida, ni engancharnos con el miedo, si no por el contrario familiarizarnos con la misma para disfrutar más de la vida.

¿Qué dice la ciencia? Una reciente investigación de la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill (EEUU): Señala que cuando nos llega el momento de morir no nos invade el miedo que anticipábamos.

Este estudio se llevó a cabo con los testimonios escritos de distintos grupos de personas. Entre ellos se encontraban, enfermos terminales (de cáncer y esclerosis lateral amiotrófica) y condenados a pena de muerte. Así también como gente sana y libre a la que le pidieron que imaginara encontrarse en una situación tan límite como la de los miembros del otro grupo.

Se empleó un algoritmo para identificar las palabras que en estos testimonios representan tanto sentimientos positivos como negativos. Y a través de estos datos, los científicos llegaron a la conclusión de que aquellos que están próximos a la muerte sienten emociones más positivas que aquellos que simplemente la imaginan. Es decir, que la muerte resulta ser mucho más aterradora cuando nos anticipamos a la misma.

“La gente que está a punto de fallecer desarrolla un sentimiento de aceptación”, explica Kurt Gray, responsable de la investigación. “Encontramos que la gente es más feliz cuando se enfrenta a un resultado irreversible, porque hay una necesidad de justificarlo. ¿Y qué hay más irreversible que la muerte?”,

Sus conclusiones, publicadas en la revista ‘Psychological Science’, advierten que nuestras expectativas sobre la muerte difieren de la realidad.

Como podemos observar son nuestras ideas preconcebidas acerca de la muerte, ideas que en general tienden a asociar el proceso de morir al dolor físico, al sufrimiento, a la enfermedad, a la incapacidad física, las que generan ansiedad , más que el hecho en sí mismo.

Por lo tanto, si revisamos nuestras creencias sobre la muerte, conectamos con nuestras emociones, nos permitimos hablar, reflexionar, meditar sobre la misma y buscar información la estaremos asumiendo como compañera inseparable de nuestro viaje. Y siempre respetando tu tiempo y tus emociones.

Asumiendo la muerte se vive mejor y mas plenamente.

Hasta el próximo posti y recuerda que con todo lo que tienes ya es suficiente para vivir plenamente.

Puedes visitar mi canal de YouTube Betina Speroni.

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