El adolescente no sabe identificar bien lo que siente. No es que no quiere comunicarse
En este posti te invito a reflexionar sobre los adolescentes, sobre la transición que están viviendo.
Si tendríamos que definir la palabra adolescencia o encontrar una palabra que refleje en gran parte lo que se vive en esta etapa del ciclo vital, sin lugar a dudas esa palabra es cambio. Y en este caso el cambio es tanto interno como externo. ¿Desorientador verdad? Bueno, así están y se sienten los adolescentes. No entienden lo que les está pasando, lo que funcionaba antes, cuando eran niños, ahora no funciona y todavía no han encontrado aquello que sí, les funcione.
El adolescente no siempre sabe hablar de lo que siente, porque no sabe identificar bien lo que siente. No porque no quiera comunicarse.
Tal vez el ser adolescente tenga que ver con esta búsqueda, con este encontrarse a sí mismo, con este descubrirse como un ser que se asoma de a poco a la adultez y así de a poco se despide de la “seguridad” y de los cuidados infantiles.
Cada chaval realizara su recorrido por esta etapa del ciclo vital a su manera, dependiendo de su carácter, de su historia personal, de su ambiente. Es crucial que recordemos esto para evitar meter a todos los adolescentes en el mismo saco.
Si bien podemos encontrar un denominador común en los jóvenes de esta franja etaria, siempre van a ser más las diferencias reinantes. Sin embargo, tendemos a pasar por alto estas diferencias y a creer que ser adolescente es ser de determinada manera. Y el problema con este prejuicio es que cuando un chaval no se ajusta a esto que nosotros esperamos de él, nos asustamos, y creemos que algo anda mal.
Si definimos esta etapa de la vida como el periodo comprendido entre los 13 y los 18 años, aproximadamente. Esto no es física. Nos vamos a encontrar con tantas formas de transitar este momento como chavales hay. Si un chico/a de 14 años no tiene ganas de quedar con su cuadrilla, pero disfruta de los deportes y le va bien en los estudios, no nos alarmemos, pensando que debe haber un problema porque a esa edad hay que quedar si o si con los amigos.
Como adultos aprendamos a acompañarlos, a mirarlos en su totalidad, a no tomarnos sus comportamientos y contestaciones de manera personal. Diferenciemos una conducta de afirmación personal, como por ejemplo: “Eso que tú dices no es así, tú no sabes.”, de una falta de respeto.
El adolescente cuestiona casi todo lo que le decimos. Necesita cuestionar, dudar, preguntarse para poder formar sus propias ideas. De igual modo, necesita confrontar a los adultos para poder diferenciarse de ellos.
“El ídolo de los adolescentes es diametralmente opuesto a los valores familiares”. Nasio
También están aquellos adultos que comparan la manera en la que ellos fueron adolescentes con la forma de ser de sus hijos adolescentes. Estas comparaciones no tienen sentido, porque olvidan las individualidades de cada persona, como las diferentes circunstancias tanto personales, familiares como sociales en las que se desarrollaron estas adolescencias.
El comprender como funciona el cerebro de los adolescentes, nos puede dar un poco de luz a la hora de entender parte de su comportamiento.
¿Cómo funciona el cerebro de estos ex niños en camino a ser adultos?
David Bueno, doctor en biología y profesor de genética en la Universidad de Barcelona, explica de manera clara lo que sucede en el cerebro de los adolescentes.
“La adolescencia es una época de cambio brutal, radical. Y quienes menos se entienden son los adolescentes a ellos mismos. Nosotros no los entendemos, nos cuesta, pero a ellos les cuesta todavía más entenderse.
Es una época de cambio radical. Pasan de ser niños y depender de sus padres para todo a ser jóvenes, adultos, que van a hacer la vida por su propia cuenta. Eso es un proceso de maduración impresionante para el cerebro. Suceden muchas cosas aquí. Sucede, por ejemplo, que se eliminan conexiones neurales. Antes, cuando hablaba de que es muy fácil hacer conexiones y muy difícil para el cerebro deshacerlas, hay una excepción: la adolescencia.
Es una época en la que se produce lo que se llama “podado neuronal”. Como un árbol que podas las ramas que sobran. Pues el cerebro analiza todas aquellas conexiones que no usa, y las elimina. ¿Para qué tenerlas si no las uso? Cuando es una época importante para que trabajen con el cerebro para que las mantengan, cuantas más mejor. ¿Vale? Pero el cerebro lleva a esto. Claro, este podado significa que a veces algunas actitudes que tenían de niños, de repente desaparecen. Y hasta que no construyen una nueva conexión parece que estén desorientados. No lo parece, están desorientados.
Pero es que no hay la conexión, no la encuentran porque no existe. Tienen que hacerla de nuevo. Es la época en que madura la capacidad de raciocinio, madura el control emocional.
Claro, y alguien dirá: “Control emocional y adolescentes como que no casan mucho”. No, el descontrol emocional que muestran señala, indica, que están madurando emocionalmente. ¿Cómo madura el cerebro? Por ensayo y error. Ante cualquier circunstancia, ensayan una respuesta emocional. ¿Que funciona, que es bien valorada por su entorno, por los adultos? Eso queda implantado en el cerebro. Al cabo de un día, de cinco minutos, otra circunstancia. Otro ensayo emocional, a lo mejor fallido. Hacen una auténtica criaturada y todo el mundo: “Pero si parecía que estaba madurando, ¿ahora por qué hace esto?”. Porque le toca hacerlo, porque está ensayando.
Lo importante no es el descontrol emocional. Lo importante es que, a medida que van pasando los años, cada vez haya menos descontrol y se vaya ciñendo a los comportamientos adultos. Eso es lo que indica que están madurando”. David Bueno.
En resumen: ¿Qué es la poda neuronal?
La poda neuronal o sináptica consiste en la eliminación de conexiones sinápticas entre neuronas, con el objetivo de eliminar conexiones poco utilizadas para asegurar que la capacidad cerebral esté disponible para conexiones utilizadas de forma frecuente. Es un proceso regulador cerebral. Este proceso de poda sináptica comienza típicamente durante la adolescencia y continua hasta la edad adulta, aproximadamente hasta los 20 años.
Esto le permite al cerebro del adulto centrarse en tareas más complejas o que requieren de más atención eliminando asociaciones simples construidas durante la etapa infantil.
Es importante subrayar que si bien la poda neuronal se realiza en muchas regiones del cerebro, en otras no sucede lo mismo. Por ejemplo, en la corteza prefrontal, se continúan creando sinapsis neuronales en la pubertad (11-12 años) para luego disminuir y fortalecerse las que quedan, tarea que finaliza a partir de los veinte años.
Recordemos que la corteza prefrontal juega un papel principal en la función ejecutiva (diseño de planes de futuro, establecimiento de metas, inicio de actividades, etc.) y la autorregulación de la conducta. Asimismo gracias al desarrollo del lóbulo prefrontal durante la adolescencia, se mejoran las conexiones con algunas otras estructuras ya desarrolladas durante los primeros años de vida, como la amígdala, y gracias a esto muchas de sus reacciones automáticas pasan a estar mejor controladas, desapareciendo paulatinamente la impulsividad propia de los primeros años de la pubertad. A medida que las distintas áreas cerebrales se van integrando entre sí, la regulación de los impulsos y las emociones que a inicios de la adolescencia se encuentran inmaduros, a finales de esta etapa y durante la edad adulta, se hará mucho más eficaz.
Como podemos ver no podemos explicar todos los cambios del adolescente a partir de las hormonas, como se solía hacer muchos años atrás. Los avances de los últimos años en el estudio del cerebro aportan valiosísima información sobre el papel que juega el desarrollo del mismo en esta etapa de la vida.
Al hablar de adolescencia es interesante repasar el comportamiento de las perdices, como bien hace Fernando Alberca en uno de sus textos sobre adolescencia.
La perdiz, cuando está incubando con el nido vulnerable a ras de suelo, si oye acercarse a alguien se aleja del nido para protegerlo. La perdiz sale haciéndose la herida, la borracha, como si tuviera las alas rotas, aparentemente torpe, mientras se distancia unos cien metros del nido. El intruso, al verla, cree que la podrá coger, mientras la perdiz lo aleja de sus futuros perdigones. Y cuando está suficientemente lejos y el intruso va a cogerla, de pronto alza el vuelo sin posibilidad de ser atrapada. La misma perdiz cuando los polluelos salieron del huevo actúa de otra forma. Ante un intruso, la perdiz sale del nido, se aleja también, pero a menos distancia. Cincuenta metros bastan. Hace una señal para sus polluelos, que al oírla se esconden bajo el terrón más propicio que encuentran y se quedan inmóviles. La perdiz aguarda al intruso y cuando este se acerca se alza en un vuelo lejano, haciéndose visible. Cuando este se aleja y no supone un peligro, la perdiz regresa y con un nuevo cuchichío avisa a los polluelos de que pueden abandonar su escondite, salir sin peligro, y estos recobran el movimiento y salen a buscar a su madre. Es la niñez.
Aunque si los polluelos son mayores, la misma buena perdiz es la que les picotea y molesta hasta que los echa del nido, obligándoles a necesitar buscar su propia comida. Les hace correr, volar, si un intruso se acerca. Salvarse por sí mismos. Ser autónomos. No necesitar a la madre para sobrevivir. Hacerse adultos cuanto antes, capaces, maduros, como hacen muchos padres en la adolescencia de los hijos que aman. Echarlos del nido para que vuelen alto y seguros. Fernando Alberca.
Que mejor que terminar este posti refrescando la idea de que la responsabilidad de los padres reside en ayudar a sus hijos a desarrollarse y crecer como seres humanos distintos e independientes a ellos. Y por ende, propiciar su autonomía y el respeto absoluto en la realización del propio deseo.
Hasta el próximo posti y recuerda que la adolescencia es una época de cambio, de confusión, de inseguridad y también de mucha energía, creatividad y sueños.
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